Usted está aquí: domingo 8 de abril de 2007 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

La teocracia mediática

Se diría que la pasión democrática arde paciente y lentamente como un cirio pascual. Está a debate la supervivencia de la separación de la Iglesia y el Estado. La razón laica tiene razones que la religión no quisiera entender. La fe es otra cosa. Pero mientras en México revivimos las guerras religiosas decimonónicas y las cristianas del siglo XX, el fantasma de la izquierda recorre la América nuestra y la balanza se inclina de centro-izquierda a izquierda, sin asustar ni a los que pusieron el coco de la "izquierda realmente existente."

De lo laico y de lo igualitario hablamos. Entre cirios pascuales y flamas de hogueras de la vanidad que tiznan al santo y en nada iluminan el presente amargo de barbarie criminal y el opaco futuro con la reacción al compás de cangrejos. Lo que nada tiene que ver con el miedo al coco del autoritarismo presidencial, ni a los riesgos para la virginal virtud de nuestros partidos de izquierda, aferrados al cadáver del priato tardío para abrir de par en par las puertas del poder a la derecha. Y no digo a la del conservador panismo doctrinario, autoproclamado campeón de la victoria cultural verbalmente fiel a la brega de eternidad, la ley y el voto como única vía al poder. Así llegaron, pero con compañeros de viaje que dieron los primeros pasos con Pedro el Ermitaño, con el Yunque atado al cuello, y el ancla de capelos cardenalicios.

Lustre para la ultraderecha en marcha; lastre para le teocracia que pretenden instaurar. Demasiados ingredientes en la olla podrida de una transición en presente continuo que desmanteló el andamiaje institucional, perdió el control del poder constituido, y la seguridad pública explotó en violencia incontenible para transformarse en problema de seguridad nacional. Y de pronto suben al púlpito a condenar el condón, la píldora del día siguiente, la despenalización del aborto; lanzan anatemas y amenazas de excomunión a legisladores y a quienes crean que la mayoría manda. Ruidosa, insolente intolerancia la de quienes mezclan en ese mismo sermón inesperadas condenas a los abusos sexuales de curas pederastas; el cardenal Rivera pide denunciar a los mismos que protegieron de la justicia terrenal y dejaron que siguieran libres entre las criaturas de la comunidad católica.

Hemos caído en la trampa de la intolerancia. En un pantano de penitencias y anatemas, sin un mea culpa. Señalan a los pederastas para equipararlos con quienes reclaman respeto a decidir, a su libertad de conciencia. Si los políticos en trance de remprender la reforma del Estado no entienden que se trata de defender la separación entre la Iglesia y el Estado, traicionarán el mandato de la mayoría y entregarán el poder constituido como presa de la lucha entre pretorianos y los bárbaros del caos anarquizante. ¿Cómo debatir la reforma del Estado si lo sometemos de antemano a premisas teocráticas?

Cómo establecer el imperio de la ley si lo sujetamos al de la barbarie; entre debates en los que asoma el inquisidor de Dostoyevski, mientras afuera cuentan a los pobres como a las almas muertas de Gogol; y los que hacen como que hacen política disputan por la legitimidad soberana en el imaginario colectivo. El recuento de cadáveres toma el lugar del recuento de remesas, y nadie pareciera escandalizarse por el número de cabezas que ruedan en salones de fiestas y son clavadas en muros de cuartelillos de policía, con el crimen organizado dueño y señor de la lid mediática, aunque asesina periodistas con la misma impunidad con la que ejecuta funcionarios públicos y competidores en el trasiego de drogas y la cosecha de dólares.

La mala hora. Días de guardar en la desmemoria. Hay una nueva izquierda en el horizonte de la América nuestra. Y en el resto del mundo de la globalidad. Lula será siempre un líder obrero, creyente en la equidad, en aspirar a una sociedad en la que haya igualdad de oportunidades para todos. Gobierna Brasil. Gran país, grandísima economía, portentoso futuro, profunda desigualdad en el abismo presente que separa a los muchos pobres de los que concentran enorme riqueza en pocas manos, firmes y duras manos. Dirán los aquejados de santa y falsa ira que Lula se abraza con George W. Bush, lo recibe en casa y lo visita en la capital del imperio. Terca que es la realidad.

No hay de otra. Con esos bueyes hay que arar el surco y sembrar la nueva izquierda que es la izquierda de siempre, empeñada en que es deseable y posible una política social con orden fiscal y sujeta a la terca realidad de la globalidad que ahí está, como la ley de la gravedad, a la que no se puede negar: pero sí que puede uno volar. En México estamos a punto de retomar el debate de la reforma del Estado; la disputa por la nación (salve Cordera, salve Tello); la izquierda posible, deseable, horizonte a tener siempre a la vista. Si los participantes, en los partidos, medios de comunicación, las aulas, la cátedra; en el ágora electrónica a la que es indispensable reconocer participante y no únicamente medio (está en su naturaleza), si marchamos al compás de los cangrejos y permitimos que fijen la agenda los ministros de cultos religiosos, la moral será un árbol que da moras y los grupos de poder real impondrán su sello al poder constituido.

Michelle Bachelet es de izquierda. Gobierna, es presidenta de Chile. Volvió del destierro, de la prisión y la tortura para hacer política, para ocuparse de la cosa pública, del arte de lo real y lo posible. Hace poco estuvo entre nosotros. Visita de Estado, diálogo con Felipe Calderón, presidente de México. Vino y los desfacedores de entuertos, sean los de la alternancia que padecen ya el desencuentro por el mareo del poder, sean los del frente que cargan el albatros del priato como Juana la Loca cargó el cadáver de Felipe el Hermoso, la dejaron ir. Ni siquiera como Amado Nervo, simplemente pretendieron capitalizar su presencia, distorsionar sus palabras, en busca de apoyo a sendas posturas confrontadas en la reforma al ISSSTE, al sistema de pensiones.

Hay izquierda y hay derecha en la topografía política. Y hay ultras. A Felipe Calderón lo persigue el fantasma del falangismo. Deja en Los Pinos huella de su satisfacción por el acuerdo parlamentario entre los suyos del blanquiazul y los del tricolor que buscan refugio en las normas, una vez rotos los candados que quisieron ponerle al poder tecnocrático: Héctor Hugo Olivares condujo a la aprobación de una iniciativa de ley que prohíbe mutilar los símbolos nacionales. Ya Felipe Calderón había enviado el "águila mocha" de inspiración foxiana al basurero de la historia. Pero no sea el diablo, dijeron. Y legislaron. En fin, Calderón se fue de vacaciones a Quintana Roo, donde gobierna Félix González Canto, del PRI, y de esos que tienen camino por andar, de los que saben sumar.

Pero Felipe Calderón fue a la península en El hijo desobediente. En Yucatán no pesa el PRD. Ahí se rebelaron los panistas ante la imposición oficialista de Patricio Patrón Laviada: Xavier Abreu es el candidato, pero entre espinos, abrojos y sonrojos porque Ana Rosa Payán les ha hecho un hoyo. Y la candidata del PRI, Ivonne Ortega, ya les dio un susto. Hasta en los caminos del Mayab puede encontrarse el de Damasco.

Pase lo que pase, va a perder la derecha y va perder la izquierda. Lo que ve el que vive, decía un paisano de Michelle Bachelet.

 
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