Usted está aquí: domingo 8 de abril de 2007 Opinión Autorretratos

Bárbara Jacobs

Autorretratos

Antes de que acabara el año 2006 dio tiempo para que en la ciudad de México saliera a la luz un libro con Retratos y autorretratos de 30 escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo XX. Lo publicó el Instituto Nacional de Bellas Artes que dirigía Saúl Juárez y a quien, por vía de estas líneas, le agradezco el ejemplar que me envió. Vi los retratos; pero fueron los autorretratos los que despertaron mi entusiasmo. Tanto así que literalmente corrí a las librerías a buscar el título para compartir el gusto con mi puñado correspondiente de lectores cautivos. Pero no tuve buena suerte pues no lo encontré. Sin embargo, insisto en por lo menos participar a quien me leyera la aparición de los apuntes autobiográficos a los que me refiero.

De ninguna manera tienen todos la misma altura, pero sin excepción, y es esto lo que los hace por parejo valiosos, todos pintan a su autora, característica que Plutarco habría esperado aunque quizá no así todas las incluidas que, al ver en letra impresa su trabajo, habrán lamentado no haber puesto mayor cuidado en su elaboración o haberle dado una importancia excesiva. Qué diferente es anticipar de confrontar en especial la página, primero en blanco y después escrita. O con el texto sucederá lo mismo que con la fotografía, que vemos la propia y pensamos que salió mal, y en cambio vemos la ajena y pensamos que salió bien. No soy quien ves; pero eres quien veo.

A pesar de las deficiencias únicamente de orden editorial (La primera, el subtítulo: delimita el periodo que abarca de autorretratos de las escritoras con el nombre de la de mayor edad y el nombre de la de menor edad; ¿por qué no con la fecha de su nacimiento? Aparte del desacierto de tacto que implica destacar a dos de treinta prima donas, está el no sé qué tan imperceptible matiz de menosprecio a quienes quedan atrapadas en un "pasando por". Y no quiero recalcar la falla del color casi invisible que la diseñadora utilizó para los nombres de las restantes autobiógrafas. Yo habría propuesto en negro sobre blanco: Retratos y autorretratos: Treinta escritoras mexicanas: de 1913 a 1949. La segunda, la "Aclaración": explica la inclusión circunstancial de una de las autoras. La justificación podía haberse hecho en el lugar que, si acaso, le correspondía en alguna de las presentaciones y a manera de nota al pie.), el libro que comento debería ser de texto para secundarias y muy recomendado para lectores con años de formación.

¿O más bien sería contraproducente? El tema es una vieja polémica. Es bueno o es malo conocer al autor; conocerlo te lleva a leer sus libros, o a leerlos mejor, o por el contrario te ahuyenta de ellos en definitiva. En todo caso, ¿por qué no experimentar, maestros?

O hablo por mí. Para uno de los libros que estoy escribiendo, estos Retratos y autorretratos me van a ser muy útiles pues, en el que tentativamente llamo La edad del lápiz, trato mis años formativos a través de la vida y la obra de los escritores hombres y mujeres que se formaron en México al mismo tiempo que yo, y con los cuales tuve alguna relación significativa. Es más, propondría que el INBA, o la institución que fuera, publicara un libro de autorretratos de 30 escritores hombres nacidos entre 1940 y 1950, con una addenda amplia que incluyera a escritores y escritoras, otros 30 o de preferencia más, nacidos, digamos, entre 1950 y 1960, con la esperanza de que los incluidos coincidieran con quienes yo contemplo para mi propio trabajo. Me sería muy útil.

Util no es, tampoco, sinónimo de esencial. Para seguir del brazo de Plutarco diré que, estrictamente hablando, lo "esencial" para escribir sobre un escritor no está en su vida ni en su obra, sino en lo que su vida o su obra, o su vida y su obra, en el momento decisivo sugieran en quien escriba sobre él; es decir, en ese ningún lado que sería la inspiración, o esa consecuencia afortunada de combinaciones en su mayoría debidas al azar.

Alguna vez tuve en mis manos y leí la autobiografía de un niño de ocho o nueve años de edad. La llamó Mi biografía. En apenas unas cuantas palabras, en una sola frase, resumía o registraba lo esencial de su vida. Decía algo así como: "Desde que vivo con mi abuela soy feliz y ésta es mi biografía". Con frecuencia pienso en ese niño y en la autobiografía que escribió, tan sugerente y eficaz que la tengo como uno de los ejemplos que seguiré cuando yo escriba la mía.

 
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