Usted está aquí: jueves 5 de abril de 2007 Política La izquierda está viva

Adolfo Sánchez Rebolledo

La izquierda está viva

Si bien es absolutamente impensable una vuelta atrás, como sueñan sectarios nostálgicos, románticos o delirantes, es una ley de la vida que los sobrevivientes del cataclismo del fin del siglo XX puedan cambiar, adaptarse, evolucionar, replantearse objetivos racionales y nuevas utopías en consonancia con esta fase de la sociedad y de la cultura humana.

A pesar de que el socialismo abandona la escena antes que la fe de sus devotos, quienes siguen aferrados al pasado representan solamente a una parte marginal que no logra teñir al conjunto. En cambio, es un hecho que un amplio sector de la izquierda -erróneamente considerada sin particularizar como "políticamente muerta"-, no sólo sigue ahí, sino que en determinados casos se fortaleció aprovechando el impulso democratizador, como ocurrió en Latinoamérica. Surgieron inesperadas alianzas, así como formas de coordinación horizontal entre partidos con orientaciones antes excluyentes, cuya viabilidad parecía incierta. "No somos más sólo una reunión de partidos minúsculos de izquierda, sino una alternativa de poder en varios países de América Latina", expresó optimista Luiz Inacio da Silva, al inaugurar el Foro de Sao Paulo en Managua, hace ya varios años, cuando fuera de Brasil nadie creía posible que llegaría la hora de ver a la izquierda en el gobierno.

La misma izquierda mexicana, aún sin realizar el corte autocrítico con su pasado, consigue remontar las inercias de la crisis y logra crecer, con todos los errores que se quiera, a partir de 1988, ampliando los márgenes de la democracia, hasta convertirse en una fuerza nacional a la que se intenta atajar con todas las armas, inclusive ilícitas. Sus tareas han cambiado notoriamente: ahora tiene quee desplegar un programa capaz de poner el tema de la desigualdad en el centro de atención, sin olvidar que es necesario reconstruir el andamiaje institucional, económico y cultural que haga posible nuevas y mejores formas de convivencia, en una palabra, sin descuidar la actividad política, legislativa y electoral, manteniendo vivo el contacto directo con las necesidades de la gente.

Sin embargo, a los avances constatables, aún no sigue -ni en México ni en América Latina- una reflexión capaz de elaborar una teoría "de izquierda" a la que no le sea indiferente la dimensión global. No se trata de aplicar un "modelo" a la realidad, sino de realizar los cambios que ésta exige o anuncia de muchas maneras, así se trate (desde el espacio público) de encasillar la lucha política a la virtual defensa del orden establecido. El respeto al pluralismo y, en general, a la democracia, la exigencia de un marco ético sustentado en el interés general, el énfasis en la deliberación pública y el diálogo por sobre la violencia, no presuponen identidades inamovibles, sino el punto de partida para una profunda renovación de la sociedad y el Estado, elaborada bajo una perspectiva social que asume la diversidad y, simultáneamente, confiere pleno valor a los derechos individuales.

Si el término "izquierda" sólo se definiera contextualmente como piden algunos liberales, sería del todo imposible conocer su contenido, pero (el multicitado) Bobbio afirma, además, que izquierda y derecha pueden ser entendidos a partir de "la distinta posición que los hombres, que viven en sociedad, asumen frente al ideal de la igualdad". Así introduce un elemento vivificante en la discusión, pues no reduce el tema a una cuestión nominal o de topología política, sino a los elementos sustantivos de la definición (la lucha por la igualdad). Y eso nos lleva a los temas del desarrollo y el crecimiento, a pensar otra vez en la relación necesaria entre Estado y sociedad, en la alternativa que hoy se rechaza sin ver.

La tesis según la cual mercado y democracia forman un matrimonio indisoluble no resiste el análisis. "Para la izquierda -escribe el eurodiputado Josep Borrell- los mercados no son instituciones espontáneas, o producto de la 'naturaleza', cuyo funcionamiento empeora indefectiblemente con la intervención de los poderes públicos, como se tienden a caracterizar por la ideología liberal que reclama su completa desregulación. Son sistemas sociales creados por el hombre, cuya justificación no radica únicamente en la defensa del derecho individual a la propiedad privada, sino en su mayor o menor adecuación al logro de otros fines sociales que van más allá de la búsqueda a ultranza de la rentabilidad del capital".

En definitiva -apunta el mismo autor- cuando hablamos de izquierda no estamos ante un asunto resuelto de una vez y para siempre, pero queda claro que la izquierda reivindica que el acceso al trabajo y la seguridad frente a la enfermedad y la vejez son derechos, igual que lo es la libertad de expresión, y que su garantía exige sustraerlos a la lógica del beneficio.

No es igual Bolivia que Brasil o México, más allá del estilo de gobierno, pero en todos los casos se aspira a saldar las cuentas de la desigualdad. Y eso exige un cambio en la relación actual de los grupos y clases sociales, la sustitución de la vieja elite política en el poder cuyo fracaso es evidente. Requiere de la elaboración de una política con visión de futuro y un renovado compromiso ético.

 
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