Usted está aquí: martes 3 de abril de 2007 Cultura Germán Venegas: dibujos

Teresa del Conde

Germán Venegas: dibujos

El Centro Cultural del México Contemporáneo se encuentra en los anexos de lo que fue el convento de Santo Domingo en la plaza del mismo nombre (Centro Histórico). Allí Carlos Ashida, con la colaboración de Dulce María de Alvarado, fungió como curador de la exposición Un solo aliento, que reúne en cinco rubros estrechamente imbricados algo más de 100 obras de Germán Venegas, con predominancia del dibujo en diferentes técnicas, se adhieren algunas pinturas que tuvieron su arranque en la exposición presentada en La Esmeralda, hará unos tres años, más dos tallas en madera de ahuehuete, una monumental realizada entre 2000 y 2002, exhibida en el Museo de la Secretaría de Hacienda (donde se expusieron los budas, también exhibidos en el Festival Internacional Cervantino) y otra de un mono.

En dibujo los simios, las serpientes, los ''descarnados" (no necesariamente desollados) y sobre todo los autorretratos, integran un arsenal sobre sus modos de hacer, respecto del uso de la tinta china sobre papel de arroz de la que extrae variadas opciones, todas propias de un virtuoso. Parte de los autorretratos se exhiben a modo de pendones, suspendidos del techo, integrando una instalación. Venegas demuestra que el dibujo es medio conclusivo, independientemente de que en múltiples ocasiones pueda funcionar como anticipación a pinturas, esculturas, etcétera, en tanto es susceptible de captar momentáneamente una idea inicial a relaborarse después.

Pero aquí la intención de relaborar está ausente. Son momentos ''zen". Se diría que Venegas ''se exhibe" a sí mismo, en cuanto a su actual postura filosófica, que explicita mediante párrafos extraídos de pensadores de Oriente. ''No hay nadie que sepa con certeza por qué ha nacido, o dónde se halla su verdadera morada. Para volver a nuestro origen, hemos de convertirnos en polvo" (maestro Ikkyú-Shi Sojun en Iluminación y muerte).

Venegas une alientos orientales con motivos del arte antiguo de México, sin que ello implique el rechazo a la contemporaneidad ni mucho menos a la historia de la representación. Hay algún autorretrato frente al caballete que recuerda insistentemente a Velázquez (sobre todo el número seis del conjunto de seis -enmarcados- que se museografiaron juntos), como igualmente hay espontáneas evocaciones a Rembrandt y a Picasso.

En su caso, hablar de un homenaje a José Guadalupe Posada sólo atendiendo a la proliferación de esqueletos, sería lugar común, porque él ha acudido de lustros atrás a las danzas de la muerte medievales y sobre todo, como antes dije, acusa rasgos que provienen del panteón prehispánico y de la animalística. La idea de la propia alteridad, ya sea mediante la unión efigie-calaveras, efigie-monos o de la efigie acompañada de su reflejo, ánima o sombra, está reflejada en obras en las que no existe diferencia entre la parte ''sólida" y la que aparentemente duplica la apariencia. El proceder es sutil en el número 37 de los autorretratos, donde aparece su efigie duplicada con un pincel en la mano como si dijera: la parte ''pintada" es también la "real" y la supuestamente real queda diluida.

Se tomaron como soportes literarios de la muestra no sólo reflexiones zen, sino antologías de poesía náhuatl de Miguel León-Portilla y Angel María Garibay. A propósito de la apariencia que se diluye cabe mencionar una de las elegidas: ''Como una pintura nos iremos borrando. Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra (...) Meditadlo señores, águilas y tigres, aunque fuérais de jade, aunque fuérais de oro también allá iréis, al lugar de los descarnados. Tendremos que desaparecer, nadie habrá de quedar. (Quince poetas del mundo náhuatl. Netzahualcóyotl de Texcoco. Versión de Miguel León-Portilla, 2000, de Editorial Diana)*.

Hace años escribí unos textos que hablaban de los ''neomexicanismos" en el arte contemporáneo de México, y entre los representantes de tal modalidad incluía a Germán Venegas. En aquel entonces todavía no ofrecía la vena oriental, pero ni aún entonces se percibía en sus propuestas la actitud posmoderna: ironía o glosa satírica, su mexicanismo no pretendía asentar identidades mediante el kitsch o de la imitación burlesca. Aclaro que no considero que quienes tomaron esos rasgos carecen de valía, tan es así que lograron formular una modalidad iconográfica con varios y notables representantes.

En el patio central del recinto en cuestión pinta ahora un mural curvado, muy apaisado, el maestro Nicolás Moreno, mientras que una nube pétrea, de Néstor Quiñónez, se mantiene en el aire sostenida por finos tensores que sostienen su peso de fibra de vidrio.

* Nos apesadumbra profundamente la inesperada desaparición de Mercedes Iturbe. Mi más sentido pésame a Mauricio Mallet y hermanos, y a todos sus amigos y colaboradores de museos

 
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