Usted está aquí: lunes 2 de abril de 2007 Sociedad y Justicia Incomodidad y caos en el moderno AICM

Incomodidad y caos en el moderno AICM

Transitan por la terminal aérea 250 mil pasajeros al día; aún inconclusas, las obras de ampliación

FABIOLA MARTINEZ

''¿Me presta su silla?'', pide una mujer -con su bebé en brazos- a la empleada de un módulo temporal de atención al consumidor, instalado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

La joven madre pretende amamantar a su niña, pero en esta terminal, considerada por sus administradores como ''moderna'' y de ''clase mundial'', con un tránsito diario de 250 mil personas, simplemente no hay asientos disponibles para quien espera.

Es la hora pico, en pleno arranque del periodo vacacional de Semana Santa. El aeropuerto capitalino sigue saturado, pese a los mil 400 millones de pesos que fueron invertidos en su ampliación (monto equivalente, por ejemplo, al presupuesto de la Secretaría de la Función Pública para este año); obras inconclusas que "inauguró" el presidente Vicente Fox -en agosto de 2005- y calificadas por el entonces mandatario como ''infraestructura para la competitividad''.

De acuerdo con el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, administrador del AICM, la terminal opera actualmente a 90 por ciento de su capacidad, aunque, admite, en ciertos momentos del día el nivel llega al máximo.

En la zona de llegadas nacionales, unos 50 metros adelante de la mujer que logró, por fin, un asiento para alimentar a su hija, una médica - proveniente de Mazatlán- se forma para entrar al baño.

En la fila hay cinco personas que la anteceden en el turno: ''hubiera ido al del avión. El baño al que quería entrar allá arriba (en las salas de última espera) estaba igual de lleno y con la puerta descompuesta", lamenta.

Una trabajadora de Excelgast -concesionaria para la limpieza en ambulatorios del AICM- va de un lado a otro con su trapo y un aromatizante en mano, haciendo esfuerzos por cumplir con el nivel de calidad impuesto en un acetato colgado en la pared: papel, jabón líquido, toallas para manos, limpieza y aroma.

''Aquí es un entradero de gente todo el día. No nos damos abasto. Mire, el baño de la esquina ya se tapó'', dice la empleada, al tiempo de esquivar a las usuarias y tomar, en un rincón, los utensilios para la ingrata tarea de darle funcionalidad otra vez al inodoro.

De cabo a rabo del ambulatorio las escenas se repiten; ésta sigue siendo una terminal copada y, en ciertas áreas, caótica. La señalización también es escasa o confusa; la muestra es que policías y personal de limpieza hacen de guías cotidianos: "allá, todo derecho, donde se alcanza a ver ese letrero azul, ahí le informan", explica amablemente un anciano que asea los pasillos, a la pregunta de una familia que busca el área de arribo de los viajeros procedentes de Centroamérica.

En la tarde del jueves aparentemente hubo un corte de energía eléctrica y entraron de inmediato las plantas de emergencia, pero pasan los minutos, las horas, y las rampas mecánicas siguen sin funcionar.

A la entrada del AICM, la bienvenida son los avatares de las interminables obras. Dos soldadores están prendidos de las enormes estructuras de metal, entre los tirantes del puente por donde pasará el tren que interconectará a la terminal 1 y 2.

No se alcanzan a ver desde tierra los arneses que deberían traer los obreros. Posiblemente los traigan, pero se mueven a unos dos metros de distancia de un andamio, símil de péndulo, construido de varilla y una base de madera.

Abajo, dos muchachas, con chaleco naranja, dan el paso a los peatones; miles de personas que en el transcurso del día esquivan a los trabajadores, grúas y automóviles para avanzar hacia el Metro Terminal Aérea y a las avenidas periféricas.

Por ese costado, entre los albañiles que preparan cimientos de lo que será un entronque entre la terminal actual y la que está en construcción, no hay paso al tránsito vehicular ordinario, salvo a la enorme hilera de taxis blancos del poderoso "Sitio 300", el monopolio que posee más de mil vehículos operados por choferes que venden caro la seguridad y protección al viajero.

Ya es la noche del viernes y en la fila para abordar un taxi "autorizado" hay cerca de 20 personas formadas, con boleto pagado en mano, a la espera de una unidad que los lleve a su destino.

Algunos de ellos están acompañados por los insalvables maleteros, la organización gremial de 542 integrantes que controla esta labor y a quienes -según sus líderes- las autoridades aeroportuarias ya les aseguraron su lugar en la terminal en ciernes.

Y es que, bajo el argumento de la inseguridad y las "mañas" de algunos en la ciudad de México, los carritos para transportar el equipaje llegan nada más hasta el ambulatorio. De inmediato se topan con las vallas onduladas de metal y con un cargador, listo con su diablito, para auxiliar al pasajero a cambio de una retribución voluntaria.

Del otro lado del edificio, después de recorrer decenas de aparadores de este aeropuerto -que por algunos tramos asemeja más a un centro comercial- se puede llegar a la zona de establecimientos de comida rápida, toda una feria de franquicias nacionales e internacionales.

También, en la hora pico, las mesitas dispuestas para los apurados comensales son insuficientes. De hecho, prácticamente hay que estar acechando para ganar un asiento.

Esta terminal (operada por el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México) representa diversos inconvenientes para los viajeros, principalmente por los tiempos de espera (9.1 minutos en aterrizaje y 14.9 para el despegue, según cifras oficiales) y largas esperas, particularmente en las horas de mayor afluencia: de seis a nueve de la mañana; de mediodía a las tres de la tarde, y de seis de la tarde a las 23 horas. Sin olvidar el peregrinar hasta el momento de abordar taxi u otro vehículo rumbo a su destino final, especialmente en los días de "temporada alta".

Al final de 2005, la superficie del pasillo de llegadas y salidas nacionales fue aumentada de 3 mil 670 a 8 mil 170 metros cuadrados, es decir, 122 por ciento, pero la saturación es insalvable.

El año pasado, el AICM atendió a casi 25 millones de personas y, con la puesta en marcha de la terminal 2, las autoridades confían, una vez más, en lograr la funcionalidad a esta gran terminal, aunque no la solución total al problema de esta gran área metropolitana, admiten en Aeropuertos y Servicios Auxiliares.

Mientras, en el Centro de Exposiciones del pasillo central, una policía tiene la penosa tarea de no permitir que nadie se siente en el lugar. Así se lo indica a dos ancianas.

Es en el contén que da paso a un amplio espacio decorado con lujosas pantallas planas - patrocinadas por la empresa LG- en las que todo el día se exhibe un video con lo que representará la anunciada Terminal 2 "con sus edificios majestuosos", dice el locutor.

 
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