Usted está aquí: lunes 2 de abril de 2007 Política Camino hacia La Paz

Emir Sader

Camino hacia La Paz

Este es el texto con número 100 del blog. Fueron, hasta aquí, más de 7 mil comentarios a lo largo de poco más de ocho meses, importantes no sólo por la cantidad, sino sobre todo por la calidad de sus contenidos y también por proceder -en gran parte- de militantes, con capacidad de intervención y multiplicación de las ideas construidas colectivamente. (Lo anterior, sin contar los más de 20 mil mensajes de solidaridad en el proceso en el que aún estoy condenado por supuesta "injuria". Sin contabilizar, tampoco, las varias centenas de mensajes que buscan entorpecer el blog, enviadas desde algún robot.)

Escribo este texto 100 rumbo, de nuevo, a La Paz. Un camino que, transitado algunas veces desde diciembre de 2005, me hizo cambiar mi visión sobre Bolivia y América Latina. Yo había pasado -hace muchos años- rápido y furtivamente sólo una vez por ese país al que tan poco conocemos y menos aún visitamos, sin ser capaz de captar -salvo por la sensación de precipicio que nos da la bajada desde el aeropuerto de El Alto hasta la capital- la identidad fundacional del mismo en el continente.

Sabía de la revolución nacionalista de 1952, de las milicias de trabajadores, acerca de la nacionalización de las minas de estaño, sobre la dictadura de Hugo Banzer, de la asamblea obrero-campesina del gobierno de Juan José Torres (asesinado en Buenos Aires cuando él vivía allí), así como también conocía, a través del cine, las masacres en las minas de Huanuni y Siglo XX.

Sin embargo, Bolivia pasó a ser, sobre todo para muchos de nosotros, la tierra del proyecto estratégico derrotado del Che: de aquellas escenas que nos dolían y siguen doliendo tanto, del Che muerto -rodeado por los "soldaditos de Bolivia, soldaditos bolivianos" cantados dolorosamente por Nicolás Guillén.

Fue por medio de Alvaro García Linera -el más importante intelectual latinoamericano de la actualidad- que pude comprender la extraordinaria dinámica contemporánea del movimiento popular boliviano. Después de las derrotas impuestas por el neoliberalismo -inaugurado a escala mundial en Bolivia, junto a Chile de Pinochet y en la práctica desapareciendo al sindicalismo minero-, el movimiento social aquí se reconstruyó por el liderazgo de los conglomerados indígenas.

A partir de allí -como puede verse en el brillante análisis que hace Alvaro sobre Bolivia, en el berdete sobre el país en Latinoamérica, Enciclopedia contemporánea de América Latina y el Caribe, publicada por Boitempo- fue que se construyó la fisonomía actual de la izquierda boliviana: desde la resistencia de los movimientos indígenas a la privatización del agua por una empresa francesa, pasando por la lucha contra la exportación de gas a Chile, hasta llegar, con movimientos de sublevación popular, a elegir -por primera vez-, a un líder indígena presidente del país.

Ya en el primer año de gobierno de Evo Morales fueron nacionalizados los recursos naturales, convocada la Asamblea Nacional Constituyente -para refundar el Estado boliviano sobre bases multiculturales y multiétnicas- y se dio inicio al proceso de reforma agraria, entre tantas otras iniciativas, haciendo de éste el año el más importante en la historia del país.

El tamaño de la resistencia de las elites blancas -minoritarias, ya que 63 por ciento de los bolivianos reivindican su identidad indígena- y el volumen de las transformaciones que están siendo puestas en práctica, es el principal proceso revolucionario actual en América Latina. Alvaro García contribuyó decisivamente para esto con la construcción del MAS (Movimiento al Socialismo), como expresión directa y orgánica de los movimientos sociales y como dirigente político y vicepresidente de Evo Morales, pero más que nada por su contribución teórica. Apoyado en Gramsci y Mariátegui, Alvaro realizó la crítica al economicismo de la izquierda tradicional, que despojaba a los indígenas de su identidad profunda, catalogándolos simplemente como campesinos por vivir de la pequeña producción rural. Los indígenas -aymaras, quechuas, guaraníes- fueron rescatados en sus múltiples identidades, con sus modos de vida, hábitos, formas de organización comunitaria, ética, educativa, idiomática.

Fueron los pueblos indígenas los sectores hegemónicos en las movilizaciones populares de los cinco años transcurridos desde 2000 hasta la victoria electoral de diciembre de 2005, abriendo -por primera vez- un capítulo extraordinario en la historia boliviana. A partir de esa redefinición teórica se abrió el camino para la elaboración actual de la primera Constitución que reconocerá los derechos, usos y costumbres de los pueblos indígenas y la que instaure un Estado que refleje la hegemonía de los mismos en la sociedad boliviana.

Como si esto no bastase, Bolivia nos presenta, de la mejor manera, la nueva estrategia de poder de la izquierda latinoamericana. Después de la estrategia tradicional, de reformas, protagonizada por los partidos socialistas y comunistas, así como por los movimentos nacionalistas -que tuvieron en el gobierno de Salvador Allende su expresión más profunda- y de la estrategia de guerra de guerrillas, que alcanzaron en Cuba y Nicaragua su nivel más avanzado, surge una tercera estrategia.

Esta combina distintas formas de lucha -desde la sublevación hasta las elecciones, pasando por la ocupaçión de caminos y la huelga de hambre-, desembocando en una alternativa institucional que, aunque victoriosa, no se restringe a ocupar el Estado tradicional, sino que busca refundarlo para construir un nuevo tipo de sociedad, una nueva Bolivia. De formas un poco diferenciadas, Venezuela y Ecuador son otros ejemplos de esta nueva estrategia.

Estaré transmitiendo lo que pueda captar de esta nueva Bolivia a lo largo de la semana. Al mismo tiempo entregaré a Evo Morales las casi 700 adhesiones hechas por conducto del blog para su nominación al Premio Nobel de la Paz.

Traducción: Ruben Montedónico

 
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