Usted está aquí: jueves 29 de marzo de 2007 Política Cuatro años miserables

Miguel Marín Bosch

Cuatro años miserables

Hace ocho días, Ban Ki Moon, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, se llevó un gran susto. A escasos metros de donde estaba hablando, en Bagdad, en una de las zonas supuestamente más seguras de la ciudad, estalló un mortero que lo puso muy nervioso, mas no a su anfitrión, el primer ministro Nuri al-Maliki. Este último ya está curado de espantos. Al día siguiente, una bomba hirió a su viceprimer ministro. Es el pan de cada día.

Tras la invasión militar, Washington decidió nombrar a un jefe de la llamada autoridad provisional de la coalición en Irak. Echó mano de Jay Garner, un general ya retirado que habría de durar sólo unas cuantas semanas. Fue sustituido por Paul Bremer, y ahí empezaron los errores que llevaron a la situación actual. Fueron tres las principales pifias: no se había diseñado un plan claro para lo que habría de hacerse después de la invasión, escasearon los recursos para imponer una seguridad en todo el país y no hubo un ciudadano de Irak que representara a la coalición. Bremer fue la cara de la autoridad provisional y los iraquíes le dieron la espalda. Desmanteló al ejército y purgó a los miembros del partido Baath, los seguidores de Saddam Hussein. Muchos de éstos son los autores de buena parte de la violencia en el país.

Si hace cuatro años alguien nos hubiera dicho que en marzo de 2007 82 por ciento de los habitantes de Irak declararía que no confiaba en las fuerzas de ocupación, seguramente lo hubiéramos tildado de loco. Le hubiéramos dicho: ¿cómo crees que las fuerzas invasoras aún estarían en el país? Pero esa es la respuesta que los iraquíes dieron la semana pasada a los encuestadores de la BBC. Apenas 39 por ciento de la población dice que se siente segura en su barrio. La mayoría de ellos son kurdos que se concentran en el norte del país. Los demás, a sufrir los embates de una insurgencia cada vez más violenta.

El costo en vidas de la ocupación ha sido enorme y los gastos han alcanzado niveles inimaginables. Han muerto más de 60 mil civiles iraquíes, aunque hay quienes calculan que el total es 10 veces esa cifra. En las cinco semanas que duró la invasión murieron 139 soldados estadunidenses. Desde entonces han perecido más de 3 mil, muchos de ellos víctimas de artefactos explosivos improvisados. Los estadunidenses heridos ascienden a más de 24 mil. Las bajas entre los efectivos de las otras fuerzas de la coalición han sido pocas.

La invasión de Irak ha provocado una inseguridad que, a su vez, es la causa del mayor éxodo de personas en Medio Oriente en 60 años. Los iraquíes, al igual que hicieron los palestinos, huyen de sus casas y buscan asilo en Jordania y Siria, o en alguna otra parte de su propio país. Actualmente, en Damasco uno de cada ocho habitantes es iraquí. En Jordania se han refugiado 700 mil personas. Se trata de una nación con una población de poco más de 6 millones de habitantes. El impacto social y económico es muy grande. Es como si hubieran llegado a Estados Unidos unos 33 millones de refugiados en los últimos años. 15 por ciento de la población de Irak ha sido desplazada: 2 millones han salido del país y otros 2 millones han optado por refugiarse en otras partes de la nación.

A Washington, la invasión y ocupación de Irak le cuesta casi 300 millones de dólares por día. En otras palabras, en un fin de semana largo se gasta el equivalente del presupuesto ordinario anual de la ONU. Pensemos en términos de México. El presupuesto del gobierno federal para 2007 asciende a unos 2 billones 260 mil 412.5 millones de pesos o, a 11 pesos por dólar, a unos 205 mil millones de dólares. Cada año Estados Unidos ha erogado más de 100 mil millones de dólares en la guerra en Irak, es decir, la mitad del presupuesto anual de nuestro gobierno federal.

Como ha dicho en varias ocasiones Amre Moussa, el secretario general de la Liga Arabe: Estados Unidos nunca ha entendido que la democracia en Irak no puede llegar "sobre las alas de bombarderos". Es una verdad evidente que ahora Washington empieza a aceptar.

Hoy hay más de 140 mil efectivos estadunidenses en Irak, y pronto serán más de 160 mil. El presidente George W. Bush ha dicho en repetidas ocasiones que "una derrota en Irak es impensable". Sin embargo, muchos de sus generales han llegado a la conclusión de que la situación no tiene una solución militar. ¿Cuáles son las alternativas?

Hay quienes creen que con el actual aumento de tropas será posible mejorar la seguridad de la población, sobre todo en la capital. Con ello, las autoridades civiles podrán hacer su trabajo y los soldados estadunidenses podrán empezar a retirarse. Otros parten de la premisa deque el país es ingobernable y lo mejor sería su partición: una región para los chiítas, otra para los sunitas y una tercera para los kurdos. Pero, para muchos, una partición sería introducir una situación sumamente peligrosa. Así lo piensan sirios e iraníes, por no hablar de los turcos. ¿Y el petróleo?

Todo lo anterior ha obligado al autor de la frase "el eje del mal" a sentarse a discutir la situación en Irak con los vecinos de ese país, incluyendo a representantes de Irán y Siria. Es un amargo trago para alguien que pocas semanas después de iniciada la invasión había proclamado "misión cumplida". Y pensar que la operación de la coalición en Irak fue bautizada con el nombre de "libertad perdurable".

 
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