Usted está aquí: lunes 26 de marzo de 2007 Opinión En espera de José Tomás

José Cueli

En espera de José Tomás

La crítica taurina del mundo habla y celebra el regreso a los ruedos del torero madrileño José Tomás. Su toreo ha llenado las principales plazas españolas por su dramático quehacer frente a las reses. En México no lo hemos visto en su plenitud. Solamente en sus inicios como novillero en que sorprendió a los cabales por su aguante.

Cómo recuerdo en su presentación como novillero en la Plaza México, la vehemencia con que Jaime Avilés padre, mi recordado amigo, anunciaba en la tertulia posterior a la corrida que en el torero nacido en la provincia madrileña de Galapagar había una figura de época. No se equivocó Lumbrera; en sus años en los redondeles ha dejado ya una huella indeleble de su paso por ella.

Una huella basada en la creación de un toreo sin teatralidades, ni artificios y menos trucos, con el que llega las multitudes, fin ineludible del ser matador. Tomás ha cambiado las formas que se han apoderado de la torería andante; citar de nalgas con la pierna atravesada enviando los bureles lejos en el interminable derechazo, aliviándose, o confundir el toreo con el ballet poncista (a pesar de que cuando quiere el valenciano, ¡vaya que es un torero clásico! y que el resto no tiene su maestría). El madrileño regresa al toreo clásico; parar, templar y mandar, marcando el pase natural cruzado dando el medio pecho y rematado detrás de la cadera.

José Tomás ha sabido plasmar todo el encanto y la belleza de lo natural con la elegancia. Como esas tardes madrileñas de hace seis años. En que ponía el alma en sus faenas. Su figura se destacaba sobre el colorido de una fiesta que había perdido y pierde tarde a tarde la verdad de transformar la barbarie en belleza. En la que expresa la melancolía de un estar sin estar que emerge soberana de su capote y muleta.

Es de esperarse que este invierno regrese a México para recrear ese torear diferente que despierta emociones por su pureza.

 
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