Usted está aquí: sábado 24 de marzo de 2007 Opinión Tumbando Caña

Tumbando Caña

Ernesto Márquez

Aracataca, del realismo mágico al realismo real

A MENOS DE HORA y media, partiendo de Barranquilla y siguiendo la ruta "Paisaje de sol" que conduce a Valledupar, se encuentra Aracataca, el pueblo "mágico" donde nació hace 80 años el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, mismo al que en su obra cumbre, Cien años de soledad, transforma en Macondo, una aldea "donde lo maravilloso convive con lo cotidiano".

UBICADA EN LA COSTA caribe de Colombia, esta población, perteneciente al departamento del Magdalena, es uno de los referentes geográficos literarios más concurrentes y por lo tanto visita obligada de todo aquel que pase por Colombia. Tal fue el caso de algunos de los que acudimos al Carnaval de las Artes, organizado por el escritor y cineasta Heriberto Fiorillo, que ante la oportunidad de adentrarnos en el mundo mágico que sugiere el Nobel en muchos de sus textos nos inscribimos en la aventura.

LOS QUE DECIDIMOS ir ese día, previo al Carnaval de Barranquilla y al onomástico de García Márquez, nos arreglamos con el propietario de un busito turístico que por módicos 20 dólares, que incluía viaje redondo, cervezas y bocadillos, nos condujo al corazón de Macondo.

AL LLEGAR A ARACATACA, el pueblo apareció ante nosotros desprovisto de toda magia. No era la aldea polvorienta, con casas de barro y caña brava, llena de silencio y de muertos que García Márquez describiera en Cien años de soledad. Al que llegamos es un pueblo más del Caribe colombiano: ruidoso y alegre donde las notas de acordeones y cantos vallenatos brotan por doquier. Un lugar en el que los tópicos de la modernidad se develan a cada paso, siendo ejemplo la cantidad de vendedores de "minuto" (llamadas a teléfono celular) que proliferan en la calle "porque no hay empleo."

ARACATACA, O "CATACA", como le llaman los lugareños, "ya no es Macondo". Era el comentario generalizado de mis compañeros de viaje cuya única referencia partía de lo leído en el libro de García Márquez.

EN EFECTO, ARACATACA no es Macondo, es una población con alrededor de 50 mil habitantes, carente de infraestructura fabril, comercial y hotelera, que pasó del boom bananero al improbable de la palma de aceite; que padece la falta de agua potable porque la que ahora utilizan llega desde el río, sin tratamiento, y provoca diarrea en los niños; una población con un ingreso promedio de 280 dólares per cápita al mes y un cementerio que no se expande porque en una tumba descansan varios familiares.

Vestigios del realismo mágico

UN SOL ABRASADOR, que reverbera al mediodía, con 38 grados centígrados a la sombra, acentúa la realidad. Pero los que hemos viajado hasta ese punto en busca de la semilla del realismo mágico no nos desanimamos. ¡Algo de Macondo debe haber!

Y SI, A LO LEJOS, en la línea, aparece una construcción fantasma: es la abandonada estación del tren, el mismo tren en el que esperó por años el paciente coronel a que le llegara la orden de jubilación y que ahora está en manos de la empresa estadunidense Drummond, que lo utiliza para transportar el carbón que se extrae de las minas de La Jagua y La Loma.

INDAGANDO AQUI y allá dimos con el antiguo edificio del telégrafo en el que laboraba el joven Gabriel Eligio García antes de casarse con Luisa Santiaga Márquez Iguarán, y que hoy es Monumento Nacional. Encontramos también el Puente de los Varados, en el que esperaban trabajo los obreros agrícolas desempleados; La Gallera, una legendaria casa de citas convertida ahora en cantina; "la calle de los turcos" y la casa de los Buendía. Que en realidad era la casa de los abuelos de Gabriel García Márquez, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía y doña Tranquilina Iguarán. Misma casa en la que naciera y viviera su infancia el escritor y que, además, le sirviera de referente e inspiración para crear su monumental obra literaria.

UBICADA EN EL centro del pueblo, cerca de la iglesia, cerca de todo, el antiguo hogar de los Márquez Iguarán se presenta como una edificación desvencijada, con huellas de abandono, termitas en las paredes de madera y grietas en el piso, producidas por las raíces de un árbol, que amenazan con derrumbarla, y que, sin embargo, ostenta con orgullo un letrero en el portal que avisa "Aquí nació Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982."

El hijo pródigo

EL TREN QUE PASA por lo menos diez veces al día con sus vagones cargados de mineral, deja tras de sí una estela de polvo. Una señora a mi lado se cubre la cara con un pañuelo al tiempo que me previene sobre ese polvillo negro que "enferma los pulmones". Al descubrir que no soy "cataquero" o "cataqueño", aprovecha para quejarse del agua insalubre, del desempleo generalizado y de cómo, pese a toda la gloria literaria y "la cantidad de millones que tiene", Gabo no hace nada por este pueblo que lo vio nacer. "Ya no se acuerda de nosotros, ni se digna visitarnos".

CUENTAN QUE GABRIEL García Márquez no regresa a Aracataca porque alguien le dijo que el día que retorne, será a recoger sus pasos. Y lo que menos quiere el Nobel es morirse. Pero aunque no visita su tierra natal desde hace un cuarto de siglo (lo hizo tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982), la mayoría de sus coterráneos le tiene muy presente. Hablan de él como si se tratara del vecino, como si siempre estuviera allí. "Es nuestro más grande orgullo", dicen, y coinciden en señalar que el mayor aporte de Gabito -como le llaman cariñosamente- radica en el hecho de haber nacido en Aracataca. "De no haber sucedido, nadie se fijaría en este pueblo ni en nosotros".

ARACATACA YA NO ES Macondo, aunque al retirarnos del pueblo vimos al mismísimo Aureliano Buendía caminar por sus calles y a Remedios, la Bella, subir al cielo en cuerpo y alma.

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