Usted está aquí: sábado 24 de marzo de 2007 Opinión Desfiladero

Desfiladero

Jaime Avilés

Televisión y gastritis

Una propuesta a la plenaria de la CND

Instrumento totalitario de control social

¿La caja idiota reduce la salud pública?

Ampliar la imagen Participación en la segunda asamblea de la CND Foto: Roberto García

Durante la mesa sobre el derecho a la información, dentro de la segunda Convención Nacional Democrática (CND), un ponente contó que desde que renunció a ver los noticieros de la televisión sus problemas del aparato digestivo disminuyeron notablemente. "Ya no tengo estreñimiento, dejé de tomar medicinas para la gastritis y la colitis nerviosa ya no me da tan seguido", reveló. A continuación, pidió que levantaran la mano aquellos que estuvieran seguros de haberse enfermado de lo mismo por culpa de la televisión. Más de la mitad de los asistentes alzó el brazo y comenzó a recitar los nombres de sus dolencias.

Ojalá que mañana, durante el mitin de la CND en el Zócalo, Jesusa Rodríguez repita la pregunta para que la multitud conteste si las agresiones permanentes que recibe en forma de "noticias" de parte de la televisión le causan trastornos gastrointestinales. Si la respuesta fuese mayoritariamente afirmativa, se podría acusar a la caja idiota de ser un factor que deteriora la salud pública.

La UNAM podría llevar a cabo un estudio para observar la calidad de la vida intestinal de mil personas expuestas durante tres meses a la acción destructora de los noticieros de la televisión y la de un grupo equivalente que en el mismo lapso estuviera a salvo de los ataques cotidianos de ese medio de control social.

Por lo pronto, hasta donde tengo entendido, en la asamblea plenaria de la CND que hoy se llevará a cabo en el Teatro del Pueblo los participantes de la citada mesa sobre el derecho a la información presentarán como resolutivo una idea de esta columna: impulsar una reforma legislativa para que por mandato constitucional se prohíba a la televisión transmitir espots de partidos políticos, empresas comerciales o agrupaciones patronales o de cualquier otra índole a favor o en contra de ningún candidato a puestos de elección popular.

Dicho de otro modo, que las campañas electorales salgan de la televisión y ésta se limite a reseñarlas en sus espacios noticiosos, para impedir así que todo el dinero que el IFE entrega a los partidos políticos termine en las arcas de los dos o tres magnates que acaparan casi todos los sistemas audiovisuales del país y, a fin de cuentas, son los que deciden quién debe gobernar y quién no.

Una televisión como la mexicana es el instrumento de control social más eficaz de la nueva dictadura que tenemos disfrazada de "democracia". Es, para decirlo pronto, una televisión totalitaria y constituye uno de los principales obstáculos para que cambie el país. Mientras esa televisión persista será imposible transformar México. Por ello es urgente reformarla.

Hace unos años, cuando México se convirtió en un país de 100 millones de habitantes que producía un total de 50 millones de libros al año, la UNESCO dijo que los mexicanos leíamos medio libro al año per cápita. Hoy que somos ya casi 110 millones las cifras no han variado mucho, pero la realidad es que menos de 10 por ciento de la población consume esos 50 millones de libros o más y el resto no lee prácticamente nada.

En tales condiciones, la televisión debería fortalecer el sistema educativo para contribuir a la formación de más profesionales, técnicos, científicos y creadores artísticos, y de tal modo combatir de veras la miseria y los inmensos desequilibrios de la distribución de la riqueza que existen en la actualidad. Pero no, la televisión hace exactamente lo contrario para el provecho de sus dueños y socios y con el apoyo pleno de los llamados "gobernantes".

Es obvio que para cualquier déspota es más fácil controlar -con futbol, espots y represión selectiva- una masa de 100 millones de analfabetas funcionales que una sociedad capaz de hacer preguntas a partir de una educación más amplia y sólida.

Días atrás, la Procuraduría General de la República descubrió una fábrica clandestina de drogas sintéticas en las Lomas de Chapultepec. Los sabuesos a cargo de la investigación encontraron en ese sitio una montaña de divisas con valor, declarado por ellos, de 205 millones de dólares, junto a los que había 201 mil euros y una ridícula cantidad de dinero local valuada en 157 mil pesos.

A la televisión no se le ocurrió poner en duda que los tambaches de billetes de 500 pesos desbordaban con mucho la suma declarada por los policías. Pero la suspicacia de la sociedad pudo más y la dependencia a cargo de Eduardo Medina Mora tuvo que reconocer que en papel moneda vernáculo había en realidad más de 17 millones de pesos.

Javier Flores ha escrito por su parte un ilustrativo artículo para exponer que la gastritis no es un factor desencadenante de la muerte y comentar que a Felipe Calderón lo asesoraron muy mal cuando le recomendaron que, durante su entrevista con Elena Gallegos y Claudia Herrera Beltrán, dijera que la ancianita de Zongolica, Veracruz, que presumible pero vergonzosamente fue asesinada por soldados -que le rompieron el cráneo y le perforaron los intestinos al violarla "por vía conveniente e inconveniente"-, no murió de eso sino de "gastritis mal atendida".

La sociedad aguarda con impaciencia la segunda autopsia que está practicando la Comisión Nacional de los Derechos Humanos porque, a decir de su presidente, José Luis Soberanes, "la primera estuvo muy mal hecha". En todo caso, un país con otra televisión nunca habría aceptado como causa de muerte válida esa gastritis mal cuidada, que a la luz de la ciencia parece más bien una patraña.

Pero los estragos de la televisión que tenemos empiezan a manifestarse incluso dentro de la propia televisión. Para no quedarse atrás en la escalada inflacionaria desatada en sus primeros cien días por el "gobierno" de Calderón, Televisa aumentó este mes sus tarifas de Internet y televisión por cable. Una fuente de Chapultepec 18 contó a Desfiladero que, apenado por ese nuevo golpe a la economía de la clase media, el accionista mayoritario del consorcio quiere ofrecer un plus brindando a su público algo que en los restaurantes se llama "atención personal de su propietario".

Sea verdadera o falsa esa información, lo cierto es que para explicar de qué se trata una de las telenovelas estadunidenses de moda, que pasa de lunes a viernes por el canal 163 de Cablevisión, alguien redactó la siguiente sinopsis: "The O.C: la historia de hijos y hijas, esposos y esposas, y la vejez de tres jóvenes en Orange County, California". Si Emilio Azcárraga escribió esa basura o no, es irrelevante. Lo grave es que su televisora la difunde y nadie puede reclamarle por esa agresión contra la inteligencia popular.

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