Usted está aquí: viernes 23 de marzo de 2007 Capital Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Una alabanza con recomendación

Aliento al recurso del método de la derecha

Más policía y menos política contra pobres

Hay elogios que suenan a mentadas. Así debió interpretar, Marcelo Ebrard, el reconocimiento público que le hizo el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, al aplaudir sus acciones en Iztapalapa y Tepito. Y es que hasta las alabanzas deben ser tomadas de quien vienen.

En este caso Ramírez Acuña expresó, sin dar muchas vueltas, no nada más el regocijo de la derecha, que con droga o sin ella demandó desde hace mucho tiempo la destrucción del bastión del pobrerío en Tepito, por ejemplo, sino la intervención de los cuerpos policiacos, y con ello la posibilidad de que los gases lacrimógenos y las macanas se conviertan en recurso del gobierno de la capital para resolver algunos conflictos en los que el diálogo y la razón son instrumentos en desuso.

Digamos, cuando menos, que esta vez Ramírez Acuña alentó a Ebrard para que siga por el camino que marca el fracaso de la política y entroniza el uso de la fuerza. Decimos que lo alentó, porque hasta el momento las consecuencias del accionar de los cuerpos de seguridad pública del DF no han cometido, hasta donde se sabe, ninguna atrocidad como las que el actual secretario de Gobernación ordenó en Guadalajara, capital del estado al que gobernó, con algo más que mano dura.

Entonces, en la alabanza va también la recomendación, el deseo de que Marcelo Ebrard rompa definitivamente con la civilidad, que si bien no es tan rápida como los macanazos, y es el camino más largo para responder a los problemas, no deja cicatrices perdurables en el tejido social, tan dañado por la falta de empleos y, en general, por la carencia de obligaciones del Estado hacia sus ciudadanos.

Más política y menos policía, esa debería ser la recomendación de un criterio que en verdad buscara términos de convivencia ordenada, pero desde la óptica de la derecha si no es posible crear empleos, porque menoscaban la acumulación de riquezas de unos cuantos, si no importa dar salud, porque es tan grande el ejército de desempleados, que siempre habrá un sano que remplace al enfermo en los puestos de trabajo, si la educación no debe ser un bien para todos sino el arma de sujeción de los menos, y si la justicia, en todos los sentidos, es nada más la razón de los pudientes, la macana se convierte, al final, en el recurso del método.

Eso es, en verdad, lo que aplaude el panista encargado de la Secretaría de Gobernación, y con sus aplausos lo que pretende es ubicar al gobierno de la ciudad en el mismo sitio en donde se hallan las formas del gobierno federal panista.

Es verdad, en Tepito y en Iztapalapa ni sus habitantes podían soportar por más tiempo la hegemonía de los señores de lo ilícito, que los habían sumergido en círculos de amenaza y miedo, romper con esas patologías era un deber del gobierno de la ciudad, pero no creemos que la fuerza policiaca pueda ser su vocación.

Un mandato, como el que encabeza Marcelo Ebrard, tiene, seguramente, mucha más facilidad para escuchar y ser escuchado. El respaldo de la población a su candidatura para llevarlo al Gobierno del Distrito Federal no está en duda. Sólo la imposición rechaza el diálogo y el acuerdo. A Ebrard, la legitimidad de su elección le da la posibilidad enorme de resolver problemas sin el uso de la fuerza, por eso, a mayor razón, menos manacas.

Dicen que cuando las fuerzas represivas prueban sangre se vuelven adictas, y el desalojo de los miembros de la APPO apostados en las puertas del Senado nos da muestra de ello, además, por inútil. Entonces, ¡cuidado! con el canto de la sirenas, el Gobierno del DF merece otro destino.

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