Usted está aquí: jueves 22 de marzo de 2007 Política El PRD en la coyuntura

Octavio Rodríguez Araujo

El PRD en la coyuntura

En estos días se está debatiendo, en el interior del Partido de la Revolución Democrática, una mayor definición del instituto político y la ruta que debe seguir con base en la coyuntura actual.

El PRD, como lo he dicho en varias ocasiones, es un partido electoral, por su nacimiento y por su vocación. No es, por lo tanto, una organización que haya sido concebida para definirse en favor de una clase social específica ni por el socialismo o cosa semejante. Los partidos de clara definición ideológica y defensores de una clase social determinada, como el proletariado o la burguesía, por ejemplo, no podrían ser competitivos electoralmente en la actualidad, entre otras razones porque serían excluyentes; y el PRD ha querido ser, desde 1989, un partido electoralmente competitivo, y lo ha logrado (no sin problemas internos, muchos de éstos debidos a los afanes protagónicos, y a veces crematísticos, de sus dirigentes).

Hay ciertos sectores de la izquierda socialista que opinan que los partidos políticos se han desdibujado ideológicamente y que se han vuelto plurales. Tienen razón, pero no han tomado en cuenta que la propuesta del socialismo ha perdido simpatías entre amplias capas de la población, incluso entre quienes simpatizan con las diversas formas de anarquismo, otra vez de moda. Este, que durante un siglo luchó por el socialismo, aunque concebido de manera distinta que la propuesta marxista, ahora ha abandonado tal objetivo enfatizando, en cambio, su propuesta de autorganización de la sociedad al margen del Estado, de sus instituciones y de cualquier expresión de autoridad y jerarquías (incluyendo a los partidos políticos). Quizá podríamos llamarlos "neoanarquistas".

Uno de los aspectos de sus posiciones es, por lo menos, curioso y paradójico: critican a los partidos por no ser de clase y por haberse convertido en plurales e incluyentes (condición indispensable para ganar votos) y deifican a la sociedad pasando por alto que, por definición, es heterogénea y, por lo tanto, plural, más plural de lo que puedan ser los partidos. Por más que quieran, si de verdad lo quisieran, los partidos nunca podrán dar gusto a todos, precisamente por la heterogeneidad de la sociedad y, por lo tanto, de los intereses y aspiraciones de quienes la conforman.

Por esto mismo es que los partidos tendrán que diferenciarse entre sí, pues la idea de un partido en regímenes no totalitarios es captar, atraer y representar, bien o mal, a una parte de la sociedad, no a toda, y mucho menos por la fuerza. Y esta diferenciación, convendría recordarlo, varía de un momento a otro y en función de determinadas coyunturas, es decir, transitoriamente. Daniel Bensaïd lo ha dicho muy bien a propósito de las identidades: "Las identidades sólo cobran sentido en determinada situación y de forma transitoria: declararse judío no tiene el mismo significado en la Alemania nazi que hoy en Israel." Lo mismo podría decirse de las identidades de los partidos.

En la presente coyuntura, después de una elección alterada desde el poder, ¿cuál debería de ser la definición del PRD y cuál su perspectiva? Como partido electoral que es, además de competitivo, tendría que poner el acento en algunos de los aspectos que más preocupan a la mayoría de la sociedad: empleo, estable y con salarios remuneradores y crecientes; salud gratuita y eficiente para los que no tienen ingresos para pagar la medicina privada; control de precios de los productos básicos para una dieta nutritiva y balanceada; educación pública gratuita desde la primaria hasta la universidad; impuestos progresivos; defensa de la riqueza nacional (incluida la energética) y de la ecología; impulso real al desarrollo de las ciencias y las tecnologías; cero corrupción y, finalmente, planeación a largo plazo de estos enunciados entendidos como programa mínimo. En lo político, pugnar por elecciones transparentes y simultáneas en todos los niveles cada tres años o cada seis (según corresponda), además de luchar por el referéndum y el plebiscito populares y, no menos importante, por el principio de revocación del mandato incluso en el interior del partido.

Los anteriores planteamientos suenan como algo muy dicho, pero es obvio que el Partido Acción Nacional o el Revolucionario Institucional de ahora no podrían hacerlos suyos, ni mucho menos llevarlos a cabo desde el poder, ya que su proyecto es otro.

Para que el PRD sea creíble deberá practicar la democracia interna, hacerla evidente demostrándola en los hechos, y apoyar a los movimientos y organizaciones populares en sus luchas por sus legítimas reivindicaciones, como un aliado más y no necesariamente como dirigente.

Un aspecto descuidado, y que es urgente en cualquier partido interesado en la participación activa y democrática de sus bases, es la educación política. Si cada miembro del partido cuenta con una formación sólida y firmeza en sus convicciones, estará en posibilidad no sólo de participar responsablemente hacia el interior sino también hacia el exterior, favoreciendo de este modo el crecimiento de la organización.

Una inquietud que flota en el ambiente del PRD es su relación con López Obrador. No debería ser un problema. AMLO, gracias a su carisma y a su oferta electoral, obtuvo más votos que nadie en la historia de su partido. Es un capital que no se ha aprovechado adecuadamente. Deberá existir apoyo mutuo y coordinación de esfuerzos en una lógica de entendimiento del papel que desempeña cada quien.

 
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