Usted está aquí: miércoles 21 de marzo de 2007 Opinión ISSSTE: alianzas maléficas

Luis Linares Zapata

ISSSTE: alianzas maléficas

La combinación de conspicuos actores públicos no pudo ser más letal para los intereses nacionales y, de paso, contra los de todos aquellos que son y serán trabajadores al servicio del Estado. Tampoco las consecuencias derivadas de las complicidades electorales entre Felipe Calderón, los banqueros que le dieron todo el respaldo y la profesora Gordillo con su carga fraudulenta por donde ella aparece en escena, pueden olvidarse como causal eficiente de la negociación en curso. De hecho, son esas complicidades, precisamente, las que distorsionan toda la tentativa de reformar la ley que rige al ISSSTE para acomodarla a sus conveniencias.

Nadie puede llamarse a engaño una vez aprobada, esta misma semana de preferencia, la iniciativa presentada ante la Cámara de Diputados. La pretensión tanto del oficialismo disfuncional de Calderón, como de los banqueros, es echarle el guante (sin importar que sus huellas digitales queden impresas de manera indeleble en cada uno de los billetes y documentos que manejarán para su uso y desuso discrecional) a los cientos de miles de millones de pesos que pasarán por sus avarientas manos en unos cuantos años. Los burócratas federales, afiliados al apartado B, nada o muy poco ganarán en el intercambio de votos a favor, y muy poco, también, lograrán los gremios y partidos que se opongan a esta ya orquestada maniobra.

La oposición partidista y gremial ha quedado en la casi completa orfandad. El trabuco que forman, por un lado el SNTE bajo la férula terrible de Gordillo y la FSTE que regentea desde hace una década Joel Ayala, se aparece como una aplanadora que suma al PRI, a los verdes y el oficioso Panal. Los banqueros y Calderón colaboran como planta de poder, pues son y serán directamente beneficiados con los votos panistas que ellos le adhieren al proyecto. En la otra esquina, el Frente Amplio Progresista y sus aliados sindicalistas con grandes premuras y dificultades podrán presentar una resistencia que pueda transformar el paquete ya presentado. No cuentan con la suficiente fuerza en el Congreso que les permitiría, con el auxilio desde la calle, movilizar suficientes recursos ciudadanos en su favor. El bloqueo informativo que padecen por un lado, junto con las tremendas facilidades y respaldos al oficialismo en los medios de comunicación, harán el resto.

El tiempo requerido para conjuntar la energía dispersa que actuara preventivamente se agotó frente a esta acción tan concertada como previsible. Los estudios y contrapropuestas ahora levantados con premura no surtirán el efecto deseado para informar adecuadamente a los afectados. Los datos, las evaluaciones, los análisis que pudieran alertarlos sobre lo que antes era sólo presunción indeseable, es ya ominosa realidad. La maléfica alianza de los poderosos de siempre volverá a inclinar la balanza de los privilegios en su favor, esta vez en la forma de cientos de miles de millones de pesos derivados de las jubilaciones y las pensiones de retiro de los burócratas federales. Los demás trabajadores que quedan, todavía fuera del sistema de cuentas individuales y en la indefinición legal, pronto serán llevados por la misma corriente. Cosa de los tiempos del fundamentalismo neoliberal, las muy urgentes y eficaces ambiciones personales de cara a la pulverizada o blanda oposición.

Poco importan, para los que empujan la iniciativa en vías de aprobación, las experiencias que se han acumulado sobre los ralos beneficios, si alguno, tenidos en el caso de los trabajadores del apartado A (IMSS). Es claro que, durante toda la década transcurrida con su cuestionada aplicación de las cuentas individuales, los millones de aportantes apenas acumulan una pequeñísima fracción de intereses, en términos reales, por sus masivos depósitos en las famosas Afore. Los ganones han sido los capitalistas de esas empresas, no cabe la menor duda. En cuanto a los hombres y mujeres que logren llegar a la edad de retiro mediante el régimen pensionario por inaugurar, podrán, en el mejor de los casos, conseguir una indecorosa cantidad de recursos que, después de engorrosos trámites, les serán entregados para financiar una vejez llena de apremios.

Quienes ya se frotan las manos son los dueños de las Afore, de las Siefore y de los bancos donde se acumularán tan enormes cantidades de dinero. Es decir, sin eufemismos (Pensionisste) de por medio, el capital trasnacional. Han esperado pacientemente el día en que los trabajadores del apartado B cayeran en sus alforjas y ya lo lograron. La excusa de la Afore pública no es más que una faramalla temporal que recubre, durante tres poquiteros años, su triunfo rotundo.

Calderón, en cambio, incrementará la deuda pública en cantidades enormes, pero todo ello tiene una ventaja adicional: podrá financiar a todos aquellos que se ganen una o varias concesiones de carreteras, próximas a ser adjudicadas mediante fingidas subastas. Otra vez, tal y como se aprecia en los orígenes nacionales de los postulantes para tan vastos negocios, serán agentes extranjeros. Los españoles vendrán en primera línea enarbolando sus estandartes de reconquista estampados de creación de empleos. En España saben bien que, de Latinoamérica, y en especial de México, extraerán, cuando menos, 50 por ciento de su bienestar futuro. En ningún otro lado les servirán la mesa como en estas tierras de promisión.

Por lo que toca a Calderón, la utilidad es clara: se convertirá en un gran constructor de infraestructura sin necesidad de afectar rubros fundamentales de la economía. No aumentará el déficit fiscal porque todo se pagará con deuda y el ahorro de los burócratas, y ambos serán pasivos pagaderos después de que él se haya ido, no sin dejar saldadas sus onerosas deudas electorales.

 
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