Usted está aquí: domingo 18 de marzo de 2007 Opinión Churubusco

Angeles González Gamio

Churubusco

Cuesta trabajo imaginar cómo se derivó el vocablo Churubusco, de Huitzilopochco, que significa en el templo de Huitzilopochtli, importante sitio de veneración a la llegada de los españoles, quienes, cuentan las crónicas, se deslumbraron con la cantidad de casas -calcularon 50 mil-, todas encaladas, que "parecieran de plata". Cuando llegó Cortés gobernaba Huitzilopochco Huitzilatzin II. En las costas cercanas producían sal, que comerciaban exitosamente para la salazón de pescados, que era una de las fuentes principales de su subsistencia.

Habían formado una confederación con Colhuacan, Mexicaltzingo e Iztapalapa. De la dinastia que inició en ese lugar Hutzilatzin descendía la princesa que se casó con Cuauhpopoca, señor de Coyoacan, cuyo hijo tuvo el mismo cargo, ya en la época cortesiana, con el nombre de Juan de Guzmán Iztolinqui.

Aquí fundó fray Martín de Valencia, en el siglo XVI, el primer conventillo franciscano dedicado a San Mateo, y a la llegada de los dieguinos se los cedió, para que concluyeran la labor evangelizadora que había iniciado.

El templo, con algunas modificaciones, aún se conserva, con un gran atrio con dos entradas, enjardinado y con su cruz atrial. La sobria fachada tiene una torre, pilastras adosadas y unos nichos que muestran a los evangelistas. El interior conserva el techo plano con vigas, un altar barroco, bellos estofados de los siglos XVIII y XIX y varios buenos cristos, uno crucificado, otro atado a una columna y el de las procesiones de Semana Santa, que lo representa muerto y profusamente sangrante.

En las cercanías se encuentra el antiguo convento de Churubusco, soberbia construcción que habitaron los dieguinos desde el siglo XVII; actualmente aloja el Museo Nacional de las Intervenciones, que recientemente tuvo una restauración, que dio vida a antiguos espacios como el refectorio o comedor, con una excelente recreación que permite "ver" cómo era la vida de los monjes, con las mesas, bancas, loza y cubiertos, donde tomaban sus alimentos en total silencio, mientras les leían textos religiosos.

Otro sitio rehabilitado es el bien llamado baño de placeres, que muestra una tina decorada de bellos azulejos y las grandes ollas en donde se calentaba el agua. También se estrenó un salón de usos múltiples, se reacondicionó el patio de novicios, y donde fueron las caballerizas se instaló un centro de documentación.

Rodeado de un hermoso parque y calles empedradas, subsisten hermosas casonas, algunas que guardan encantos insospechados tras las altas bardas, como la que habita don José Rogelio Alvarez, fino y guapo caballero, en el buen estilo decimonónico -el último de los gitanos- que diría Lorca, creador ni más ni menos que de la Enciclopedia de México. Como se pueden imaginar tiene una impresionante biblioteca en todos los sentidos, tanto por la riqueza del acervo como por la apostura del lugar, con su gran chimenea, acogedores sillones de cuero y decorada con antigüedades y objetos de arte popular mexicano de exquisito gusto. Aquí es anfitrión don José Rogelio, desde hace una década, de una deliciosa tertulia mensual con escritores.

Y continuando el paseo con el cronista de Churubusco, Lino Lebrija, recorrimos varias edificaciones de importancia, entre las que sobresalen varios templos que datan del siglo XVI: San Pablo Tepetlapa, Santa Ursula Coapa, con su fachada de piedra y ladrillo y una original torre; conserva su panteón adjunto y la casa cural y la parroquia de San Lorenzo Huipulco, lamentablemente cegada por un corralón de lámina. Impresiona advertir los restos de la antigua Hacienda de San Antonio Coapa, cuya añeja magnificencia todavía se puede advertir en la troje, arco y parte del casco, que milagrosamente han sobrevivido, al igual que los respiraderos y algunas otras partes del acueducto, que iba de Nativitas a la Caja de Bombas de Tacubaya. En el rumbo también se encuentran dos obras extraordinarias del arquitecto Félix Candela: un mercado y la capilla del Altillo.

Desde luego, entre los atractivos de la zona aparece la gastronomía, con una diversidad de opciones, de las que vamos a escoger Los Sifones que, según el cronista, es cocina estilo Churubusco, situada en División del Norte esquina Canadá, que desde hace 40 años ofrece sabrosos platillos que tienen como base tortillas ¡cuadradas! que preparan al momento. Las tostadas con queso y aguacate llamadas "las pelustras" son buena idea para botanear, y de plato fuerte hay que probar "No que no inolvidable", que es un chile poblano asado con queso, ahogado en frijoles de la olla, con chorizo y crema. Si todavía tiene espacio, remate con un flan de la casa.

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