Usted está aquí: lunes 12 de marzo de 2007 Opinión Drama/Mex

Carlos Bonfil

Drama/Mex

Ampliar la imagen FOTO Miriana Moro

De frente al vacío. A las recientes buenas sorpresas que presenta últimamente el cine mexicano hecho en México (una precisión que desearíamos ya innecesaria), y que incluyen obras notables como El violín, de Francisco Vargas; Fuera del cielo, de Javier Patrón; Así, de Jesús Lozano, o Familia Tortuga, de Rubén Imaz, habrá que añadir Drama/Mex, segundo largometraje del muy inquieto realizador Gerardo Naranjo, quien hace tres años sorprendiera en la primera edición del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México con su ópera prima filmada en Estados Unidos, Malachance (2003), relato de un adolescente taciturno que huye de Nueva Orléans y del hastío existencial, hacia Coney Island, suplantando la personalidad de un compañero en desgracia. La película tuvo buena recepción en festivales internacionales y señaló de inmediato la presencia de un talento del que habría que esperar contundencia, originalidad y una mayor libertad expresiva.

Drama/Mex cumple, en buena medida, con esas expectativas. Con un guión propio y el apoyo de productores independientes -entre los que figuran los actores Gael García Bernal y Diego Luna- Gerardo Naranjo ofrece un filme arriesgado y de vitalidad sorprendente. Considérese su apuesta narrativa: tres relatos entrelazados, con protagonistas muy jóvenes, en una locación inesperada, el puerto de Acapulco y sus alrededores. El trayecto desde una residencia burguesa donde se escenifica un rencuentro amoroso, con sexo fuerte, jerga de moda y combinación de vanidad satisfecha y frustración existencial, hasta las playas donde surge una amistad entre una adolescente ansiosa de desmadre remunerado y un burócrata de 50 años que ha elegido el puerto para terminar sus días, luego de un descalabro laboral (ambos personajes interpretados de modo estupendo por Miriana Moro y Fernando Becerril). A estas dos situaciones se añade el despecho de un joven futbolista que intenta recuperar a su novia, y los entrecruzamientos y reacomodos sentimentales de todos los personajes en un mismo lugar y en un solo día.

La cámara febril de Tobías Datum y la edición precisa de Yibran Assaud son el complemento indispensable de diálogos que se suceden vertiginosamente, desde el desparpajo genial de Tigrillo, la quinceañera que rescata, confunde y conquista al burócrata apesadumbrado, hasta las maniáticas recurrencias del habla fresa ("¡qué as-co! ¡qué na-co! ¡qué ba-jo!") de la pareja Fernanda (Diana García) y Chano (Emilio Valdés) copulando sin dejar de injuriarse y mimarse alternadamente, hasta quedar la joven placenteramente sodomizada con una hermosa sonrisa en primer plano.

El cineasta mexicano parece seguir con brío inusitado en nuestro cine las huellas de los amantes regulares de Philippe Garrel y de los soñadores de Bertolucci, entrelazando éxtasis amoroso con una profunda melancolía, a la manera también de esas viñetas memorables en las que Jaime Humberto Hermosillo exponía frente a un espejo las incontinencias y crudas morales de la clase media capitalina en Intimidades en un cuarto de baño (1989). Gerardo Naranjo tiene hoy el oído justo y la mirada atenta para captar no sólo el habla juvenil que desconoce barreras de clase en su sometimiento a la imposición mediática, sino también la inocultable derrota del conservadurismo moral en los asuntos de la carne.

En Drama/Mex primero es el Verbo, luego el Faje, y por último una desazón que se resuelve felizmente en la serenidad contemplativa del goce propio y ajeno. Más allá de una publicidad que a primera vista sugiere la presencia de otra comedia light en cartelera, con frases llamativas y provocadoras, lo que Gerardo Naranjo propone en realidad es una modernización del lenguaje fílmico mexicano. La contribución de este cineasta puede ser tan dispareja y nerviosa como la conducta de sus propios personajes; no por ello deja de ser, en el clima actual de petulancia satisfecha, una buena promesa de renovación creadora.

 
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