Usted está aquí: domingo 11 de marzo de 2007 Opinión Un amor de Sade

Vilma Fuentes

Un amor de Sade

Es insólito asociar en forma automática el nombre de Sade a una historia de amor. La evocación del marqués motiva más bien, con prontitud e incluso para quienes no han abierto sus libros, escenas eróticas donde yace la crueldad. La fama de sus escritos les ha dado el calificativo de sádicas. Algunos lectores visualizan pirámides de cuerpos desnudos, simulacros de estrangulamiento que aumentan el placer, pudores masoquistas para deleite de imaginaciones perversas, encanallamientos, placeres escatológicos... Hay también, más escasos, quienes ahondan en el pensamiento filosófico expuesto en su obra y que Sade llamó, no sin ironía, la filosofía du boudoir, así como en la moral de orígenes volterianos, según el propio marqués: "Leed el penúltimo capitulo de Zadig y veréis ahí toda la moral desarrollada en el libro que se me atribuye. ¡Ah!, imbéciles que me hacéis sufrir porque creéis que yo hice este libro: o no debía coronarse a quien sentó las bases, o no debía torturarse a quien se sospecha de haberlas desarrollado".

No escapa a la lucidez de Sade el hecho de no ser tanto acosado por sus aventuras sexuales como por su filosofía: "Galileo fue perseguido por haber descubierto los secretos del cielo; unos ignorantes fueron sus verdugos. Yo lo soy por haber revelado los misterios de la conciencia de los hombres: y unos imbéciles me tiranizan. El ingenio, la ciencia y la imaginación serán siempre la desesperación de la gente estúpida".

Espíritu libertino por excelencia, ¿no escribe a su mujer: "puesto que me hacen el camino de la virtud tan difícil (...), será necesario que continúe en el vicio"? ¿Cómo imaginar en tal hombre el deseo de redención y el amor?

Pero, a pesar de filosofía y moral, de todos y todo, Donatien de Sade vivió realmente un amor que conjugó el furor de gozar con la delectación del alma enamorada. Amor a primera vista entre el marqués, de 29 años de edad, y su cuñada, de apenas 17. La joven hermana de su esposa encarna para Sade el ideal de la pureza destinada a la degradación. Por medio de ella se realizan los temas obsesionales de la fantasía sadiana: violación de tabúes, caída del ángel, profanación, blasfemia, sacrilegio, en suma, todo lo que puede conducir a su paroxismo la ensoñación de Donatien.

Pero lo inaudito es la conformidad de Anne-Prospère de Launay con las quimeras sexuales de Sade. Porque no se trata de un amor platónico, sino de una entrega absoluta, espiritual y física. "Juro al marqués de Sade, mi amante, no ser nunca más que de él, jamás casarme, ni darme a otros, de serle fiel, mientras la sangre de la que me sirvo para sellar este juramento corra en mis venas...", comienza la carta escrita por la joven canonesa el 15 de diciembre de 1769 al marqués de Sade. Carta hasta ahora inédita, como las otras tres de la joven, una de Donatien a ella y seis a su mujer, todas descubiertas y ahora publicadas por Maurice Lever, apasionado especialista de la obra y vida del divino marqués.

Por extraordinario que parezca el amor de la joven canonesa, no lo es menos el sentimiento amoroso de Donatien Alphonse François de Sade. Hay quien podría pensar falsas las declaraciones de amor a su cuñada. Suponer un acto más de seducción. Dudar incluso de la sinceridad de las palabras escritas por el marqués a Anne-Prospère: "Quien dice: cuando lean esto ya no existiré, no trata ni de engañar ni de hacer venir. Si hubiese amenazado, sea. Pero, ¿lo hice? Desde el 13, te anuncio: os será imposible llegar a tiempo; así, dormid tranquila y muy tranquila. Ciertamente ejecuté la palabra que te había dado para el 20. He sido bastante desdichado para no hacer más que herirme. Otra vez, seré más dichoso... Estuve ciertamente 10 días entre la vida y la muerte..."

También en las cartas amorosas a su mujer, Sade amenaza con suicidarse... sin pasar al acto. En cambio, a pesar del secreto que encubrió el asunto, hoy se sabe que el marqués trató de darse muerte el 20 de noviembre de 1772. Tentativa de suicidio que sigue siendo un enigma en la vida de un hombre que, en su testamento, pidió ser enterrado en un lugar que ninguna señal indicara pues deseaba ser olvidado para siempre.

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