Usted está aquí: jueves 8 de marzo de 2007 Opinión Bush: viaje con penas y sin gloria

Angel Guerra Cabrera

Bush: viaje con penas y sin gloria

Derrotado en Irak, empantanado en Afganistán, repudiado en casa y en el mundo como ningún otro presidente de Estados Unidos, George W. Bush inicia hoy una gira por varios países de América Latina, donde actualmente se escribe el epitafio de la doctrina Monroe. Su repentina preocupación por la "justicia social" en las tierras al sur del río Bravo es un tácito reconocimiento de que los "grandes avances" democráticos que en ellas elogia no se han traducido en satisfacción de las aspiraciones de las grandes mayorías, y revela la enorme inquietud de la elite estadunidense ante la potente rebelión del que fuera su traspatio.

Los espacios políticos democráticos existentes en América Latina se han conseguido, por cierto, a pesar de Washington, como resultado de grandes luchas, armadas y de masas, contra las dictaduras o regímenes represivos alentados por aquél, o de los más recientes combates populares contra el neoliberalismo.

Analfabetos en historia y enfermos de desprecio por los pueblos, la cúpula imperial y sus plumíferos de alquiler culpan a Hugo Chávez de la creciente ola latinoamericana de rechazo al modelo de libre mercado-democracia para los ricos-recolonización imperialista. Ignoran, o fingen ignorar, que líderes como Chávez o Fidel Castro son precisamente encarnación y producto de las luchas populares contra ese orden intolerable, y no al revés. Fueron justamente la aplicación a rajatabla de los dictados del consenso de Washington y el ejemplo de la resistencia cubana al coloso del norte los que hicieron renacer la rebeldía en nuestra región, unida como ninguna otra en el mundo por una cultura e historia común de profundas tradiciones libertarias, patrióticas, antimperialistas y revolucionarias.

No es casual que el emperador se verá impedido, como ya le ocurre también en su propio país, de asomarse a un solo sitio latinoamericano donde haya pueblo, recluido en selectos espacios cerrados, fortificados y cercados por miles de soldados, policías y agentes de su guardia pretoriana. ¿Por qué el emisario de "la más grande democracia occidental" será repudiado en las calles por los mismos muchos que aclamarán al "autoritario" Chávez?

Bush delira, como cuando declaró pomposamente "misión cumplida" en Irak, si imagina que con las piedrecitas de colores que trae en el portafolio va a apagar el incendio que el mismo imperio desató en la pradera de nuestra América. Esta, la indoafrolatinoamericana, revive hoy los sueños inconclusos de Bolívar y se niega a ser por más tiempo esclava de Estados Unidos, que el venezolano definiera hace casi dos siglos como "llamados por la Providencia a plagar a América de miserias en nombre de la libertad".

El cinismo del genocida que ha institucionalizado la tortura y suprimido el derecho de habeas corpus en la legislación de Estados Unidos no conoce límites cuando invoca impúdicamente al libertador y a George Washington, y llega al extremo de afirmar que hay que "completar" las revoluciones que éstos iniciaron. No le falta razón. De eso se encargan ya los pueblos latinoamericanos, y acaso en algún momento no lejano lo haga el estadunidense.

Las plumas rentadas proponen que el jefe de Estado de México sea dotado de recursos por Estados Unidos para liderear la campaña contra Chávez, en vista de lo contraproducente de que Washington aparezca dando la cara. No hay político alguno en América Latina que pueda realizar esa función mercenaria sin romperse la crisma contra el muro de pueblos que se identifica con el presidente venezolano. Ningún gobierno latinoamericano que se respete y quiera conservar cierto apoyo popular va a sumarse a la maniobra de aislar a Caracas. No lo hará ciertamente Lula, por muchas facilidades que Bush dé al ingreso de la tecnología brasileña para producir etanol.

Los amigos de Chávez, que incluyen a la abrumadora mayoría de los gobernantes en los países más influyentes de la región, lo seguirán siendo, aunque no deben subestimarse el sesgo contrarrevolucionario de la gira de Bush y sus planes subversivos contra Venezuela y la unidad latinoamericana. Es necesario levantar la guardia y estar muy alerta frente a ellos. Si así se hace no podrán cambiar el rumbo rebelde de América Latina. Surgirán nuevos Evos, Correas, Ortegas, y los únicos finalmente aislados y políticamente sepultados serán quienes se les opongan.

Bush regresará a casa con el rabo entre las piernas, con muchas penas y sin gloria, si es que alguna le quedara.

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