Usted está aquí: miércoles 28 de febrero de 2007 Mundo Ataque mata a 18 jóvenes en un estadio de futbol cerca de Bagdad

La violencia no cede, pese a los operativos conjuntos

Ataque mata a 18 jóvenes en un estadio de futbol cerca de Bagdad

ROBERT FISK

Bagdad, 27 de febrero. Dieciocho adolescentes fueron asesinados este martes en un estadio de futbol en el este de Bagdad. La semana pasada estudiantes igualmente jóvenes de la Universidad Moustansarriyah, la más antigua de Bagdad, fueron hechos pedazos por un atacante suicida.

Se ha convertido en rutina que los hechos más horribles se vuelvan cada día más normales. Hace sólo dos años, un atacante suicida con bomba se estrelló en su vehículo contra un convoy estadunidense en Bagdad, y mató a 27 civiles, de ellos la mitad o más eran niños a quienes los soldados estadunidenses estaban obsequiando dulces. ¿Qué precio tiene la inocencia?

En Irak, como todos sabemos, se ataca justo en la yugular. Los viejos, los jóvenes, mujeres embarazadas, niños pequeños, soldados, hombres armados, asesinos. Todos ellos mueren violentamente; los inocentes junto con los culpables.

Uno de los principales soportes financieros de los insurgentes -a quien conocí en Ammán, no en Bagdad, desde luego- me lo explicó sucintamente: "Se tomó una decisión y tenemos que aceptar que habrá muertes de civiles. Si atacamos a los estadunidenses, morirán inocentes. Lo sabemos. ¿Cómo lo llaman ustedes cuando matan a mujeres y niños? ¿Daño colateral?"

Sigue sin quedar claro cuál es el verdadero objetivo del ataque de hoy. El estadio de futbol en que murieron los 18 jóvenes estaba cerca de la base estadunidense en Ramadi. Pero no hay tropas estadunidenses en el campus de Moustansarriyah, a menos que, en su intento por hacer énfasis en que nada valen los esfuerzos de Estados Unidos para devolver la seguridad a Bagdad, los insurgentes hayan decidido comprobarlo de la forma más cruel y desalmada.

Se dijo este martes que un imán sunita de Ramadi había denunciado a Al Qaeda, que opera en relativa colaboración con los grupos sunitas locales, y que esto pudo haber originado un ataque de venganza por parte de la organización.

A tal grado llega el nivel de violencia y anarquía en Irak en estos días, que todos los acontecimientos de los que se tiene noticia se ven filtrados por los funcionarios iraquíes pro estadunidenses o por el ejército estadunidense, o bien por los sitios de Internet de los insurgentes.

De esta forma, se afirma que las víctimas de los rebeldes en realidad fueron asesinadas por soldados estadunidenses, y se achaca a los insurgentes la muertes ocurridas a manos de los militares.

Como temen por sus vidas, los periodistas occidentales ya no pueden seguir investigando estas atrocidades. A los estadunidenses les agrada que esto sea así, y sospecho que también complace a los insurgentes. La información veraz en Irak es como el agua en el desierto: escasa, preciosa y, muchas veces, contaminada.

Ramadi es zona prohibida para cualquier occidental, incluyendo la mayor parte de las unidades militares estadunidenses. ¿Quién hizo estallar un camión bomba cerca de una mezquita y mató a 52 personas el sábado? ¿O la ambulancia afuera de una estación de policía cerca de Ramadi, que mató a 14 personas el lunes? ¿Son milicianos chiítas que claman por más sangre en su guerra contra los combatientes sunitas? ¿Grupos sunitas tratando de culpar a chiítas? ¿Al Qaeda? ¿O acaso alguno de los oscuros grupos afiliados al gobierno iraquí respaldado por Estados Unidos?

La realidad es que la guerra en Irak ahora está oculta detrás de una niebla que sólo permite ver vagamente algunas figuras. Puede que sean insurgentes o soldados. O para el caso, y para lo que saben los iraquíes, podría tratarse de unidades de 120 mil -sí, 120 mil- mercenarios occidentales que se cree operan en Irak para cualquier cantidad de organizaciones legales e ilegales. Estos pistoleros a sueldo -provenientes de Zimbabwe, Irlanda del Norte, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Sudáfrica y muchos otros países- constituyen actualmente una fuerza equivalente a la de todo el contingente estadunidense en Irak.

¿Para quién trabajan, exactamente? ¿Qué reglas los rigen? La respuesta a la primera pregunta puede ser "para todos". ¿La respuesta a la segunda pregunta? "No tienen reglas". Aparte de estos enormes misterios, ¿qué importancia tienen, para el mundo, las muertes de los 18 adolescentes?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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