Usted está aquí: martes 27 de febrero de 2007 Opinión Nueva medicina

Javier Flores

Nueva medicina

Estamos ante una mirada nueva sobre la salud de los mexicanos. Para enfrentar los retos que tenemos en este campo se requiere un nuevo tipo de médicos. El mundo ha cambiado y a velocidad asombrosa. Basta recordar lo que nos preocupaba hace algunos años, como fue la transición epidemiológica que significaba que en las naciones en desarrollo nos morimos más o menos de las mismas causas que los habitantes de los países más avanzados -enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes o los accidentes.

Seguimos siendo una nación pobre, en desarrollo. En el caso del cáncer, por ejemplo, el cérvico-uterino es la mayor causa de muerte en mujeres de México, mientras que en los países avanzados ya no es un problema grave. Tenemos nuestras especificidades. Necesitamos, por tanto, profesionales de la medicina con sensibilidad social y atentos a nuestras particularidades.

Hay otras cosas, como pueden ser las repercusiones del cambio climático, que se expresan (y se expresarán) de manera diferente en distintas regiones del planeta con la remergencia de enfermedades infecciosas. Pero no es todo. ¿Qué vamos a hacer ante la amenaza de epidemias, como la influenza aviar? Y dada nuestra ubicación geopolítica, ¿qué hacer frente a la amenaza del bioterrorismo?

Ingresé hace 35 años en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En ese entonces las generaciones eran de 5 mil alumnos. Mis clases de fisiología -la disciplina que más amo, pues trata de explicar las funciones normales de todas nuestras células, tejidos y órganos- las compartí con más de 60 condiscípulos en un salón entrañable del segundo piso. El laboratorio cambió mi vida. Se trataba de hacer preguntas y responderlas mediante experimentos. Conocí así a José Puche, Alberto Guevara Rojas, Carlos Alcocer, Roberto Folch, Hugo Aréchiga y Beatriz Fuentes Pardo, grandes maestros y maestra, que no han recibido aún el reconocimiento que merecen. Mi maestro de patología, otra disciplina central en la medicina, era Luis Benítez Bibriesca, quien impartía clases geniales en el aula frente a un cadáver y ante un microscopio. Una manera privilegiada de entender los conceptos de salud y enfermedad.

Ahora los grupos de estudiantes son mucho más pequeños. Para estudiar medicina se requieren los mayores promedios, por lo menos 9 o 10 en la preparatoria, y los resultados más altos en el examen de admisión. Entrar a la Facultad de Medicina de la UNAM es de lo más difícil, un privilegio. Está bien, la salud de los mexicanos debe partir de lo mejor, debe estar basada en la más alta calidad.

La formación de médicos se enfrenta a retos novedosos. Además de los que ya he enumerado, los estudiantes deben estar al tanto de los incesantes avances científicos y tecnológicos. Su formación en la UNAM se basa en criterios racionales, no en dogmatismos. Se trata de un entrenamiento largo que la mayoría de las veces no termina en la licenciatura. Se prolonga en una especialidad, como la cardiología, la pediatría o la ginecología, entre muchas otras, y no pocas veces en una subespecialidad, como ginecología pediátrica por poner un ejemplo. Un médico egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional es un cuadro confiable, del más alto nivel, útil para garantizar la salud de los mexicanos, es una joya.

Pero en la educación de los médicos no solamente intervienen los criterios científicos y técnicos. Las escuelas de medicina deben incorporar en la formación de sus estudiantes la discusión de los temas actuales. En la medicina no se pueden omitir los aspectos humanísticos y éticos. La consideración de la decisión de los pacientes en el tratamiento de sus enfermedades. Los debates en torno a la medicina genómica, la clonación terapéutica o la eutanasia. No hay nada que no pueda ser examinado y discutido en la Facultad de Medicina de la UNAM.

La difusión de la ciencia y la medicina para hacer llegar el conocimiento a toda la población. El enfoque de género que posibilita enfrentar y modificar la visión masculina predominante sobre las enfermedades de las mujeres. Son temas que se discuten por medio de programas y acciones que se apoyan en la Facultad de Medicina de la UNAM, que sigue siendo punto de referencia para la educación médica en todo el país.

Por todo lo anterior, creo que la decisión de la Junta de Gobierno de la UNAM es correcta en la ratificación de José Narro Robles como director de esa facultad, lo que apunta a consolidar la formación de médicos del más alto nivel y permite avanzar con solidez hacia una nueva medicina.

 
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