Usted está aquí: miércoles 21 de febrero de 2007 Política Se está llegando al hartazgo social sobre los políticos

Entrevista a Pedro Lopez Diaz, Autor del Diccionario de la clase politica mexicana

Se está llegando al hartazgo social sobre los políticos

Una sociedad moderna no puede vivir sin partidos

Asegura el escritor que no volverá a ejercer un cargo público, pero define que la sociedad mexicana está descalificando a la clase política. Se empieza a ver, señala, una situación como en Argentina, que soltó a sus gobernantes: "váyanse todos"

ROSA ELVIRA VARGAS

Ampliar la imagen El autor, durante la charla con La Jornada Foto: Roberto García Ortiz

Hace casi dos décadas, el doctor Pedro López Díaz vivió una fugaz aventura política. Fue diputado federal postulado por el extinto Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, cuando esa organización se coaligó con el Frente Democrático Nacional para lanzar la primera candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Pero en cuanto pudo, este hombre dueño de un irrefrenable espíritu juvenil, volvió a su cubículo en la División de Estudios de Posgrado en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Desde allí, López Díaz ha podido enhebrar, con paciencia y rigor, las fichas que componen el Diccionario de la clase política mexicana, parte medular de un proyecto de investigación aún más ambicioso: Las elites del poder en México.

El diccionario, novedad editorial que forma parte de la colección Nuestro Tiempo, es una coedición de La Jornada y la propia Facultad de Economía de la UNAM, y está llamado a convertirse en texto de consulta obligada y referencia constante para legos y estudiosos de la política.

En entrevista, Pedro López Díaz plantea que una condición primordial para incluir a quienes conforman el extenso listado de personajes de este compendio es que cada uno de ellos, en algún momento de la historia reciente del país, haya dejado su impronta y, así -apunta-, conformar "cierta coherencia" de la vida política nacional.

Con trabajo acucioso -aunque él juega al decir que lo hizo en los ratos de ocio que robaba a otro diccionario que espera turno de edición, el de la clase empresarial mexicana- López Díaz fue acumulando las cédulas con la biografía de cada político, en una selección que tomó, como primer elemento para su inclusión, el arribo de cada uno a la cúspide del poder, sea en el Poder Ejecutivo, en alguna fracción parlamentaria, en los gobiernos federal, estatales o locales, e incluso en el Ejército o que hayan sido parte del Poder Judicial.

Figuran también, por decisión del autor, otros muchos políticos que si bien no fueron figuras rutilantes en la vida pública del país, sí han jugado un papel fundamental, sobre todo dentro de sus organizaciones partidistas.

En el ambiente repleto de libros y cuadros que ha construido en su casa, López Díaz conversa con La Jornada:

-¿Dónde ubica, cronológicamente, a la clase política que hoy gobierna a México?

-La mayor parte de ellos inició su carrera a finales de la década de 1960 y, por tanto, se trata de una generación marcada por los sucesos de 1968.

-¿Qué aporta este diccionario para entender a los políticos mexicanos?

-El diccionario adquiere una importancia muy grande en un momento en el que la sociedad mexicana está descalificando a la clase política. Ha emergido, relativamente, una conciencia social de que tenemos una clase política que no funciona, que no puede llegar a arreglos, o que, si acaso los alcanza, son apenas parciales y que, por tanto, el país no logra salir adelante.

-¿Una muestra de tales desacuerdos sería la incapacidad de lograr una reforma del Estado, como muchos la demandan?

-La cantidad de planteamientos para esa reforma que hay en el Congreso es muy grande, y simplemente está ahí.

"Al inicio de su gobierno, Vicente Fox dio una tarea muy importante a Porfirio Muñoz Ledo -al que considero uno de los pocos hombres de Estado que hay en México-, y le pidió un proyecto para transformar la política en el país. Aquél cumplió. Organizó a la gente más lúcida de México y, al final, puso sobre el escritorio de Fox el planteamiento, y éste, en lugar de atenderlo mandó a Muñoz Ledo a Europa, y la reforma quedó trunca.

"Fox pudo haber encabezado una reforma de cierto gran aliento durante su mandato, pero no lo hizo."

-¿Esa actitud del ex presidente podría servir como ejemplo de la actuación de toda la clase política mexicana?

-Sí. Hay otras cosas que se van amontonando en términos de la no capacidad de los partidos para cumplir sus funciones y esto, evidentemente, nos lleva a la actuación de la clase política. Me da la impresión que estamos a un corto plazo de que se repita aquí lo ocurrido en Argentina con la famosa frase de "váyanse todos", que les dijeron a los políticos: "No pueden arreglar las cosas". Y en este país empieza a verse algo de eso.

"En México, se está llegando a un hartazgo social sobre los políticos, y esto es muy peligroso, porque finalmente una sociedad moderna no puede vivir sin partidos políticos; es la manera por medio de la cual la política se expresa institucionalmente. Y si éstos no están en capacidad de llegar a acuerdos, entonces empieza a expresarse una nulidad de su función social, ellos mismos la vuelven negativa."

-¿Percibe esto como algo irreversible, al menos a mediano plazo?

-El punto muerto en el cual se encuentra el país, de alguna manera obligará a la clase política a pensar más seriamente su misión y que está obligada a dar resultados. Si particularizamos, existen connotaciones más precisas pero, si sólo hablamos de la elite, pues entonces resulta que ésta tiene mayor responsabilidad que toda la clase política, porque tiene los resortes del poder.

-¿El panorama político actual, de clara confrontación, le permite prever que en estos seis años podrían alcanzarse acuerdos importantes?

-Creo que la historia de este sexenio será la del contrapunteo de Felipe Calderón con Andrés Manuel López Obrador. Esa es la pauta y ahorita es impredecible ver por dónde puede ir. Ya en los periódicos circula que algunas de las cosas planteadas por López Obrador las está recogiendo Calderón, aunque más acotadas, menos como las planteaba aquél. Como que quiere plasmar esa famosa frase que algún intelectual de gabinete le dio, de que "a la izquierda hay que rebasarla por la izquierda", y eso quiere decir, arrebatar banderas.

"El problema es si una vez con la bandera arrebatada, puedes con ella. Creo que López Obrador no cejará en su papel opositor radical y de la posibilidad de construir un amplio frente social; estoy pensando en el ejemplo de Uruguay, donde pasó mucho tiempo para que el Frente Amplio (encabezado por el actual presidente, Tabaré Vázquez) tomara el poder, pero se fue construyendo por un largo periodo."

"LO QUE UNO QUIERE NUNCA RESULTA"

El interés de López Díaz por el análisis político se manifiesta en cada apunte que elabora en torno al Diccionario de la clase política mexicana. Pero una cosa tiene clara: no volverá a la actividad política, porque "quedé vacunado; quita mucho tiempo. Crea muchas angustias y lo que uno quiere nunca resulta, hablando en términos intelectuales".

Apunta que el diccionario deberá ser actualizado con periodicidad, por ejemplo, cada vez que haya cambio de poderes, esto es, dos veces en el sexenio, tomando en cuenta la renovación de una parte del Congreso de la Unión.

Y esto tendrá que ser así, porque el académico no pasa por alto que además de esa clase política arraigada, conocida por su trayectoria y diversos cargos públicos y de elección, en México hay otros personajes inéditos, nuevos por llamarlos así, en el panorama público.

También, además, porque están aquellos de larga trayectoria en el Partido Revolucionario Institucional que han sido conservados por los gobiernos del Partido Acción Nacional, pues, según López Díaz, el blanquiazul "como partido, realmente no ha gobernado a México". Y ahí, apunta, el ejemplo más claro es el del pendulante, políticamente hablando, Francisco Gil Díaz.

Ellos son quienes nos gobiernan.

 
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