Usted está aquí: miércoles 7 de febrero de 2007 Opinión Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

Dislecturas

SENTADO A LA mesa con Andrés Ruiz no hace tantas semanas que me tocó escuchar su exposición de una experiencia ­a la vez experimento­ relativa a la objetividad periodística (algún amigo mío ya fallecido, Marco Antonio Nava, prefería al respecto hablar de imparcialidad). En alguna aula de clase, puesto de acuerdo con algunos actores, produjeron algún tipo de escena violenta, no perjudicial, desde luego, para nadie. La fugaz teatralización, sobre la cual por supuesto no se previno al grupo, tuvo su efecto. Ya convenientemente informados, los ánimos en vías de tranquilización, se solicitó a los que imagino educandos redactaran el suceso que los sorprendió. Ninguna de las versiones coincidió con otra. Cada visión difería.

ME HAN PLATICADO películas de modo mejor que como a sí mismas se cuentan ellas, unas antes (el poeta Jorge Souza narrando en Guadalajara El nombre de la rosa) y otras después de haberlas visto (Mónica Luna, dueña ­no sé si todavía­ de un salón de baile en Hermosillo, haciéndome ver de nuevo y no pocas veces por primera vez detalles y detalles de After Hours). Y yo he platicado mal algunas que, luego, cuando las vuelvo a ver, resultan otras. No en la intensidad, no en el contenido simbólico, no en el sentido, pero en efecto otras. El objeto teñido de ­de alguna manera mitificado por­ el sujeto.

ALGO DE TODO esto tendrá que ver con lo que Harold Bloom llama misreading, y que alguno o algunos traducen como dislectura, honduras en que no nos meteremos. Pero claro está, aparte eso, que no hay sujeto que no suponga un sistema de lectura, y ya instalados en el arte, asunto de imaginación, no hay sujeto que no, expuesto ante una obra artística, se vea impelido a imaginar. La obra constituiría no sólo un repertorio más o menos cerrado de imágenes sino más bien un detonador, a partir de ciertas imágenes, de otras, las del sujeto receptor, que gracias a las primeras emergen, se manifiestan, cobran vida.

IMAGINA CONMIGO, parecería proponer toda obra de arte (cuadro, sonata, poema, coreografía...), estás en libertad de imaginar. Y más a fondo: deja que tu historia, en imágenes, te sea a partir de las mías por ella misma contada. No es pues que recordemos mal un relato, sino que recordamos lo que nos relató, de nosotros, a nosotros (sólo a nosotros) ese de todos modos preciso relato.

YA SE SABE, es lugar común de la sicología, que los errores no siempre son errores. Pero suele acaso olvidarse que no sólo no siempre lo son, sino que en determinadas circunstancias resultan más bien aciertos. En los talleres que de vez en vez imparto, la lectura (por el propio autor o no) de algún texto suele por error encontrar un mejor camino para el mismo, algo que también ocurre en las creaciones que con el tiempo terminan llamándose colectivas, como las canciones, que de tanto cantarse terminan siendo otras, las que de veras eran, son.

QUE LA IMAGINACION (a la que no adjetivo de creadora por evitar el riesgo del pleonasmo) es un modo de efectivo conocimiento y autoconocimiento es algo sobre lo que habremos de volver. Mientras, ¿''el agua o la danza, el libro o la salud"? ¿Será?

 
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