Usted está aquí: lunes 5 de febrero de 2007 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

Coahuila taurina

CADA AÑO LOS aficionados de Coahuila radicados en el Distrito Federal se reúnen con los paisanos que devotamente asisten a un aniversario más de la inauguración de la Plaza México, y lo hacen con una cena en la llamada Casa de Coahuila, suntuosa residencia frente al Museo de las Intervenciones, por los rumbos de Churubusco.

ESTA OCASION SE quiso hacer un reconocimiento a los criadores de reses bravas del norteño estado: Santa Elena, fundada en 1947 por don Alberto y don Jesús María Rodríguez, en el municipio de Saltillo; San Francisco, de Francisco Vela Flores, ya fallecido, y que data de 1951, en el municipio de Candela; El Camborio, propiedad de Baldemar Saucedo Galindo, hermano del inolvidable matador Héctor, y hierro que desde 1972 se ubica en el municipio de Ramos Arizpe; Valle de la Gracia, de Fernando Lomelí García, fundada en 1978, también en la capital del estado; Julio Delgado, en el municipio de Guerrero y con antigüedad de 1980; Villa Alegre, de Armando Guadiana Tijerina, fundada en 2002, en Saltillo, y la más reciente, Nuevo Colmenar, de Francisco Miguel Aguirre Farías, en el municipio de Arteaga, a partir de 2005, en que compró su ganadería al ingenieron Gerardo Martínez Ancira, quien había fundado El Colmenar en 1963.

ASIMISMO SE OTORGO una mención honorífica a ganaderos de bravo coahuilenses que sin estar dentro de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, dedican sus esfuerzos, conocimientos y dinero a la crianza de reses bravas, como Raúl Garza Cabello, Arturo Carranza de la Peña, Ignacio García Casillas y Juan Pablo Rodríguez Delgado.

EN EL ACTO expusieron sus obras recientes el fotógrafo de Saltillo Israel Valdés Huerta y el pintor José Antonio Rodríguez, y se sucedieron las ovaciones cuando se hizo mención, entre otros, de doña María Elena Berumen, madre de El Glison, o de la bella lagunera Miriam Saldaña, o de la escritora Gabriela García Padilla, autora de Piedras Negras, bravura con abolengo, o del arquitecto Mario del Olmo, padre del fino torero del mismo nombre, o de Bernarda Muñoz, la joven periodista hija del legendario Ciego, o de los aficionados prácticos Curro de los Reyes y Federico Garmendia, o del doctor Saúl Rivera, emblemático alguacilillo de la Plaza México, o del incansable y entusiasta José Inocencio Rodríguez, o de Armando Rosales El Saltillense, uno de los mejores fotógrafos taurinos del mundo, o de Ismael Fuentes, presidente de la peña taurina Asoleada, de Saltillo, AC, que ha llevado el hoy casi desaparecido sarape por los principales cosos del mundo, y el prolongado y sentido aplauso a la memoria de Marconi Cedillo, presidente de la Casa de Coahuila, apenas antier fallecido.

Y LA PROFUNDA emoción que para Páez significó rencontrarse con el doctor Carlos Saravia, quien le enseñó historia, a cantar y a tocar el tambor en la banda de guerra del Colegio Zaragoza, y con el fino torero de Saltillo Oscar Realme, que le descubrió que el arte del toreo, para serlo, tiene que ser interior.

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