Usted está aquí: lunes 5 de febrero de 2007 Cultura La violencia es un elemento esencial del hombre: Parra

El escritor presenta su libro Parábolas del silencio

La violencia es un elemento esencial del hombre: Parra

Busco explorar esa tensión mediante la literatura, señala

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen "Todo lo que nos hace reprimir la violencia es cultural, es decir, impuesto", señala el escritor en entrevista con esta diario Foto: Carlos Ramos Mamahua

No sólo vivimos en un país violento, sino en un mundo violento. Mucha gente trata de cerrar los ojos ante la violencia, pero ella se encuentra por todos lados, afuera o adentro de cada casa, e incluso en uno mismo. Hay una violencia interna en cada individuo simplemente por el hecho de tratar de reprimir esa misma violencia, la cual siempre nos quiere brotar por todos lados.

Habla el escritor Eduardo Antonio Parra, quien después de algunos años publica un libro de nueve relatos Parábolas del silencio (Ediciones Era). Autor de otros tres libros de cuentos y una novela, Parra abunda en entrevista sobre la violencia, una de las constantes en su narrativa, junto con la venganza y otros aspectos del "lado oscuro" de la sociedad.

"La violencia es uno de los elementos esenciales del hombre, pues en el fondo somos salvajes. Todo lo que nos hace reprimir la violencia es cultural, es decir, impuesto. Esa cultura hace violencia con los institutos, por eso siempre vamos a estar en tensión interna. Y esa tensión es la que me gusta explorar mediante la literatura", señala.

­Otra constante en su narrativa, que reaparece en Parábolas del silencio, es que tiende a explorar diversos sectores populares.

­Hay una fascinación, desde siempre. Desde la adolescencia estuve muy cerca de ciertos sectores populares, aunque yo venía de la clase media. Cuando viví en Nuevo Laredo, Tamaulipas, entré en una secundaria donde la mayoría era gente muy pobre, y me llamaba mucho la atención su manera de ver el mundo, ciertas cosas descarnadas que yo no había visto en otros sectores en los cuales la educación te imponía algún freno. A partir de ahí traté de quedarme cerca para ver cómo era esa vida, que además es la de la mayoría de la gente en México.

Y precisa: "Uno no escribe para los sectores populares, porque es gente que generalmente no lee, pero quisiera que cuando alguien de ellos se acercara a mis textos se viera reflejado de alguna manera, aunque en este nuevo libro hay algunos cuentos en los que reflejo un poco la vida de la clase media.

"Pero me sigue pareciendo más atractiva la marginalidad, más que los sectores populares en sí. Me atrae más el hombre marginado, donde el freno cultural es más débil. Al estar en una situación límite, ese freno cultural desaparece, y entonces el hombre se muestra como es. Y, así, refleja a los individuos de todos los sectores sociales, porque, en ese sentido, todos somos iguales y portamos los mismos instintos y pulsaciones"

La santidad de los que sufren

Parra comenta que, en principio, el hilo conductor de los nueve relatos del libro era contar vida de santos. "No se trataba de hacer hagiografías a la antigua, sino de encontrar la santidad dentro de los mártires contemporáneos".

Sin embargo, agrega, al irlos escribiendo muchos se salieron de esa línea. "De los nueve cuentos hay varios que se ajustar a esa idea original, pero otros se iban por caminos un tanto diferentes".

Además, Parra siempre ha pensado que la santidad no necesariamente es un asunto de conducta ejemplar, "sino simplemente una vida cotidiana bastante dura y sufrida".

Por ejemplo, se le comenta, en los primeros relatos, como Al acecho y El Laberinto, los protagonistas son enfrentados a situaciones límites, como cometer un crimen o creer que lo cometieron, pero en su voz interna se adivina un arrepentimiento, un no estar conformes con hacer el mal o querer hacer el mal.

"Les pesa muchísimo, aunque también hay una serie de guiños engañosos en todo lo que ocurre a su alrededor. En el caso del personaje Bosco, el relato empieza con él creyendo una historia que, conforme va dándole la vuelta, se da cuenta que todo va por otro lado, que nada es lo que parece, que las causas que lo llevaban al crimen en realidad no son verdaderas.

"El caso de Adrián es alquien que está aplastado por el peso del remordimiento; primero quiere huir y se justifica, aunque luego empieza el sufrimiento, la expiación de un crimen que quizá no ha cometido", añade Parra.

El crimen de los inocentes

Acerca de las "vueltas de tuerca" o finales inesperados de sus relatos, comenta que esa también es una constante de su nuevo libro. "Se trata de extraer de la misma historia cuestiones novedosas, que cambien el rumbo del relato. Eso está como una idea estructural".

Una constante más es que los crímenes son de algún modo azarosos, circunstanciales o sin intención. "Son porque tenía que suceder, porque no se pudo evitar, como muchas veces sucede en la vida real. El cometer o no cometer un crimen está en relación con otra situación: si se tiene o no tiempo de pensar".

­¿Ahí tiene que ver mucho la presión social en la que están inmersos?

­Es la presión de los amigos, de una cultura que, equivocada o no, es la que nos rige. Es la cultura de la venganza, del machismo.

Eduardo Antonio Parra comparte lo que espera del lector con estas Parábolas del silencio. "Que tenga una reacción a la hora de leerlos, que sienta que se le mueve un poco el tapete, que se ponga a pensar en cosas que no ha pensado, sobre todo de la gente, de la sociedad".

 
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