Usted está aquí: lunes 5 de febrero de 2007 Cultura "Los artistas e intelectuales no son cafres": José Luis Martínez

Elena Poniatowska/ II

"Los artistas e intelectuales no son cafres": José Luis Martínez

Muchos años más tarde, el domingo 27 de marzo de 1966, entrevisté de nuevo a José Luis Martínez, esta vez en su casa de Rousseau, amplia y apropiada para sus libros. Su esposa Lydia cuidaba también los libros y lo cuidaba a él con mayor esmero aún. Los encontré en París cuando él era diplomático y siempre se mostraron cariñosos y alentadores. "¿Qué haces? Enseñanos lo que escribes".

Es bonito que un funcionario importante venga él mismo a abrir la puerta de su casa y que con pasos jóvenes, y una voz joven también, diga con mucho entusiasmo: "¡Vengan, vengan, primero les voy a enseñar la casa!" Como un niño alborotado nos muestra a Hector García y a mí sus libreros. "¡Aquí la literatura francesa!" "¡Aquí sociología!" "¡Aquí historia!". La casa es un solo libro repetido en miles de ejemplares. No hay muros, hay libros.

"¡Miren, éste es un cuarto secreto donde tengo todas mis postales de arte! Aquí están mis pipas, aquí mi archivo, aquí mis diplomas (para que nadie los vea); aquí mis aparatos de fotografía". Recorremos biblioteca tras biblioteca. Tengo miedo de que se aparezca algún iracundo miembro de Confrontación 66 detrás de cualquier anaquel, pero sólo la voz gozosa de José Luis Martínez rompe el silencio. "¡Elenita, fíjate, estos cuadros son de la mejor época de Juan Soriano!" Las piezas precortesianas han sido colocadas alrededor de la chimenea. Algunas ­preciosas­ son de Perú, donde José Luis Martínez fue nuestro embajador. La colección íntegra de libros de La Pléyade rinde testimonio de su larga estancia en Francia, en la UNESCO.

­¿Quieren café? ¡Nada más café!, porque ahora sólo está Daniel, el mozo, y él sólo sabe hacer café.

­Bueno.

­Oye, José Luis, dicen que en México, dos puestos son horripilantes: uno, director del Hospital General, porque ahí cuentan que se roban hasta los bolillos de los enfermos, y ya cuando llegan a los pabellones ha desaparecido la mitad; cada pabellón tiene su cocina privada que vende comida, los sindicatos de afanadoras son una pesadilla; todo el mundo se pelea entre sí, los papeles son interminables, las quejas, los chismes, el odio y el desorden hacen que los directores del Hospital General salgan, o corridos, disparados, o moribundos, porque los han medio matado a corajes. ¡Recuerdo que una vez me contó Clemente Robles que él había entrado con mucha fibra, pero que era muy triste ser director del Hospital General! ¡Desaparecen hasta las plumas atómicas que se dejan encima de los escritorios! ¡Las de a cinco pesos!

"El segundo puesto que es también espeluznante y que pocos codician es el de director de Bellas Artes, porque los intelectuales, los artistas en general, tienen toda clase de enfermedades: vanidad, histeria, egocentrismo, complejos de genio, complejos de inferioridad. Así es que es un cargo 'al que todos le sacan' y le tiene miedo, ¿o no crees?"

­¡No exageres! Creo realmente que hay otros puestos mucho más difíciles: el de director de la penitenciaría, el de jefe del rastro, el de director de la Castañeda. ¡Pero el de Bellas Artes no es absolutamente de los más problemáticos! Yo le tenía miedo, cuando estaba en París en la pacífica UNESCO, y sabía más o menos lo que me esperaba... ¡Pero la verdad es que ahora después de poco más de un año de estar aquí me gusta mucho mi trabajo! Sé que voy a tener dificultades permanentemente, pero sé que a pesar de todos los obstáculos, sobre todo económicos, es posible hacer algo.

­Pero, ¿qué has hecho?

­"Hemos hecho", porque en realidad esta es una labor de equipo. Tenemos nueve departamentos, tres museos, la Pinacoteca Virreinal, el Salón de la Plástica Mexicana y las galerías Chapultepec y José María Velasco, y las Escuelas del INBA, que son 12, además de los centros regionales de Bellas Artes en los estados, que son 31... En realidad, muchas de las cosas que hemos hecho son la continuación de lo que existía; otras son tareas nuevas, pero puedo decirte que todos los departamentos de Bellas Artes están trabajando en su máxima intensidad.

Confrontación 66

­¡El departamento del que más se habla, José Luis, es el de artes plásticas! Tal parece que desde que llegaste has tenido encima como una espada de Damocles a los pintores. ¡Según supe, el día que tomaste posesión y te hicieron director se armó un mitote de todos los diablos! ¿No?

­Bueno, más o menos fue cerca de aquellos días, pero la verdad es que Bellas Artes no sólo es el departamento de artes plásticas.

­Pero Artes Plásticas, Pintura es el departamento que más lata da.

­No, no es lata, Elena, y no quisiera abusar de la publicidad que se ha hecho en torno a esta exposición de la que ya se ha hablado lo suficiente. Lo importante es que ahora la exposición muestre una obra de calidad.

­¡Que los jóvenes justifiquen sus gritos con obras! Pero, ¿por qué se eliminó a ciertos pintores?

­La exposición no es para eliminar a nadie. Al contrario, es un salón abierto en el que necesariamente hubo que limitar la invitación. Se invitó a los artistas que tienen cierto prestigio. Son 42 artistas. Todos los demás pueden participar libremente. Claro, están sujetos a la aprobación de un jurado. No hay ningún salón cuyo ingreso sea totalmente libre porque se convierte en el caos y se pierde la calidad.

"En un país tan joven como el nuestro es nefasta la desorientación"

­José Luis, tú me dijiste una vez al regresar del entierro de Ramón Beteta algo muy interesante, ¿te acuerdas? Me dijiste que te daba temor la dolce vita mexicana. Hablamos concretamente de una fiesta en casa de Carlos Fuentes y me hiciste notar que había una desorientación muy grande en los jóvenes. Y en un país tan joven como el nuestro, tan recién llegado a la cultura "moderna" (por llamarla así), ¿no te parece grave esa confusión de valores?

­Bueno, bueno, no quisiera juzgar a ninguno de mis amigos, pero en aquella racha de fiestas beatnicks me di cuenta de que los jóvenes de mi tiempo habíamos sido casi unos retrasados mentales; que no teníamos imaginación; que los jóvenes actuales son mucho menos cándidos. ¡Nosotros éramos unos ingenuos junto a ellos!

­¿Bailar twist y bossa nova es una prueba de imaginación?

­No quiero hacer en lo absoluto un juicio sobre los jóvenes, que en algunos aspectos me llenan de envidia. Simplemente veo peligroso para su formación y después para su equilibrio moral y humano el hecho de llegar a ciertos extremos. ¡No es el caso precisar esos extremos!

­¿Y tú no crees que eso se refleja un poco en la pintura de los jóvenes? Están igualmente exacerbados, desorientados, actúan por espasmos, por impulsos. Un día se quieren, al otro se insultan, todo con una superficialidad asombrosa. ¡A mí se me hace que pintan un cuadro y a cada cuadro pintado le dedican un año de publicidad! ¿No? Como que ellos están antes de su obra: "¿Ahí voy yo y ahí van mis cuadros!"

­Bueno, eso en general es una antigua tradición mexicana. En los años 30, en los años 40 los pintores han sido los mejores propagandistas de su obra a base de escándalos publicitarios, de actos ruidosos, etcétera. Los pintores actuales siguen más o menos en esta línea.

­A mí se me hace José Luis, que tú estas muy conciliador, muy paternalista ­lo cual te sienta de la patada­, porque te ves más joven que muchos de esos melenudos, y en segundo lugar, que quieres quedar bien con todos. ¡Y el que quiere quedar bien con todos y ser muy benévolo, muy cauteloso, queda mal a la postre con todo el mundo.

­Bueno, primero, no soy ningún joven. Tengo ciertos aspectos de joven, pero por desgracia estoy cerca de cumplir 50 años. ¡Tengo 48 años! Y luego, no es que sea paternalista, pero quiero servir simplemente, quiero servir y quiero entender a la gente.

­¡Y ser tolerante, muy buena gente!

­Ser tolerante es una de las virtudes que me gustaría tener.

"Quiero que el pueblo de México cante, baile y chifle"

­Oye, José Luis, cuando tú llegaste a hacerte cargo de la dirección de Bellas Artes dijiste: "Yo quiero que el pueblo de México cante, que baile, que tararee por las calles, que chifle, que dé de brincos".

­Para ser precisos, eso lo dijo el licenciado Agustín Yáñez en sus declaraciones iniciales en que expuso el plan cultural: ¡que él deseaba que el pueblo de México cantara y que cantara en todas las ocasiones posibles, que cantaran los obreros y que cantaran los niños en las escuelas, y cantara la gente en sus casas...

­Este es un aspecto bucólico desconocido del secretario de Educación. ¡Es como Walt Whitman!, ¿verdad?

­Ahora la verdad es que si en otros aspectos de Bellas Artes el licenciado Yáñez ha estado más o menos satisfecho, es en ese aspecto: estoy seguro que no está y no lo está para desesperación mía.

 
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