Usted está aquí: sábado 3 de febrero de 2007 Opinión La leyenda de una imagen

Leonardo García Tsao

La leyenda de una imagen

Además de sus otras cualidades como cineasta, hay que admirar la increíble capacidad de renovación de Clint Eastwood (sobre todo, a una edad ya cercana al ochentón). Con su nueva realización ha conseguido no sólo su primer filme bélico de tono épico, sino también algo inusual en el panorama de la producción actual: un verdadero díptico. La conquista del honor y su complemento, Cartas desde Iwo Jima, fueron concebidas así, como la descripción de una de las batallas más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista de los correspondientes ejércitos en contienda: el estadunidense y el japonés.

Aunque aún no se ha estrenado Cartas desde Iwo Jima, la primera parte de la obra confirma el interés de Eastwood por la desmitificación, antes expresada con brillantez en su western Los imperdonables (1992). La referencia a ese género no es gratuita, pues el tema de La conquista del honor podría resumirse en aquella máxima inmortalizada en Un tiro en la noche (1962), obra maestra crepuscular de John Ford: "entre la leyenda y la verdad, publica la leyenda".

Intentando, también por vez primera, una narración de varios saltos cronológicos, Eastwood nos sitúa en el atormentado recuerdo de John Doc Bradley, un sobreviviente de Iwo Jima, quien, por pura casualidad, fue considerado un héroe de dicha batalla por un fenómeno de los medios, hoy conocido como photo op (o sea, una oportunidad para una foto publicitaria): una bandera de barras y estrellas fue izada sobre el monte Suribachi y luego remplazada por otra. Esta fue la acción captada por el fotógrafo de agencia Joe Rosenthal, y la imagen que ha pasado a la historia como el emblema del esfuerzo aliado en la segunda guerra: seis soldados, de espalda a la cámara, cuyo simple levantamiento de una bandera expresa una proeza de heroísmo y entrega.

Tres de los soldados murieron en los siguientes días de combate, pero los otros tres ­el propio Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jess Bradford) e Ira Hayes (Adam Beach)­ fueron utilizados por el departamento de propaganda del ejército como ganchos publicitarios para obtener donaciones a los fondos de guerra. Eastwood y sus guionistas han enfocado el dilema de los tres hombres, quienes se sienten poco merecedores de los homenajes de que son objeto; su frase recurrente es "los verdaderos héroes son quienes murieron en Iwo Jima". El más perturbado emocionalmente es Hayes, un indio pima que trata de diluir con alcohol la culpa de haber sobrevivido, sumada a la carga de padecer el racismo cotidiano de ese entonces.

El enfoque del cineasta es ajeno a la mayoría de las convenciones del género bélico. No es una elegía nostálgica al valor patriótico como lo fue Rescatando al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) ni el tradicional alegato antibélico sobre soldados masacrados inútilmente como carne de cañón. Nuevamente, como en Los imperdonables, a Eastwood le preocupa la dimensión moral del acto de matar a otro ser humano, así como el horror indeleble de atestiguar la muerte violenta de propios y ajenos (la imagen más espeluznante se reserva para mostrar los restos de los soldados nipones que se han suicidado con granadas de mano).

En consecuencia, el realizador se cuida de no hacer un contradictorio espectáculo de la violencia. Las secuencias de combate denotan la influencia de otro clásico, Samuel Fuller, en su brutal eficacia y emoción despojada de efectismos. Nada más elocuente que alternar esos momentos con la humillante farsa en la cual los tres héroes son obligados a recrear su hazaña sobre un monte de papier maché, en medio de un campo de futbol.

La conquista del honor flaquea en su última parte, porque Eastwood siente la necesidad de rematar el destino poco heroico de cada uno de sus personajes y subrayar el tema de la película con una narración en off de James Bradley (Tom McCarthy), el hijo de John, cuyas entrevistas a veteranos de Iwo Jima ­para escribir el libro que ha servido de inspiración, precisamente­ vertebran el relato. Pero, en realidad, no se trata del final. Porque aún falta por ver Cartas desde Iwo Jima, elogiada por la crítica de su país como la obra maestra del binomio. Ya queremos verla.

La conquita del honor

(Flags of our fathers)

D: Clint Eastwood/ G: William Broyles Jr., Paul Haggis, basado en el libro de James Bradley y Ron Powers/ F. en C: Tom Stern/ M: Clint Eastwood/ Ed: Joel Cox/ I: Ryan Phillippe, Jesse Bradford, Adam Beach, Barry Pepper, Jamie Bell/ P: DreamWorks, Warner Bros. Pictures, Amblin Entertainment, Malpaso Productions. EU, 2006.

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