Usted está aquí: sábado 3 de febrero de 2007 Cultura Recorrido por un universo de formas, colores y texturas con sabor a nostalgia

LA OFERTA CULTURAL PARA LOS NIÑOS

Presentan en el Museo de Culturas Populares la muestra El juguete popular mexicano

Recorrido por un universo de formas, colores y texturas con sabor a nostalgia

Baleros y trompos se extinguen en mercados, ferias y calles para refugiarse en espacios museísticos

Preocupante repliegue de esos objetos frente a la impetuosa industria global

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Yoyos, muñecas y trenecitos de madera, entre otros juguetes, que se exhiben en el museo ubicado en el centro de Coyoacán Foto: Yazmín Ortega Cortés

Ingresar por estos días a la sala María Sabina del Museo Nacional de Culturas Populares es como irrumpir en un tiempo pasado para disfrutar de un universo de formas, colores y texturas que poco a poco se extingue de mercados, ferias y calles para refugiarse en los museos, debido a la crisis de la industria tradicional del juguete mexicano.

Frente a la impetuosa industria global del juguete occidental contemporáneo, el juguete popular mexicano de baleros y trompos, de trenes y coches de madera, de soldaditos de plomo, de carretillas de latón, muñecas de trapo o pequeños utensilios de barro, invade de nostalgia a las almas sensibles con su repliegue y su llamado de auxilio a la promoción institucional para poder ser valorado.

Ese es el contexto de la exposición El juguete popular mexicano, que puede apreciarse hasta el 30 de abril, Día del Niño, en dicho museo del centro de Coyoacán y que ofrece una variedad de piezas que van desde las miniaturas escondidas en sorprendentes cajitas, hasta los tamaños más convencionales, todos hechos de madera, barro, fibras vegetales, latón, papel, cartón, cera, alambre, piel, granos, chicle, azúcar, plástico, esmalte y otros muchos materiales.

A la entrada, un soldado de latón de medio metro de altura da pauta a una serie de bellas cajitas de madera con una amplia diversidad de temas de la vida cotidiana, como un árbol de la vida titulado ¡Viva el arte popular!, con elaboradas miniaturas, como canastos, máscaras, vasijas y jarros.

Enseguida, el visitante es abrumado por todo un mundo miniaturizado: una cantina, un puesto de herbolaria, una zapatería, un merendero, un altar de muertos, los santos sacramentos, un puesto de feria, una refresquería, una jarciería, un puesto de utensilios de Santa Clara del Cobre, una cocina mexicana, una tienda de objetos de palma mixteca, una vecindad, un estanquillo, un altar de la virgen de la Soledad, una alfarería de Tonalá, una abarrotera, una sombrerería.

Y además, una abigarrada juguetería con minúsculas piezas, como trompos, baleros, yoyos, papalotes, muñecas de trapo, matracas, pelotas, globos y tambores. O una maravilla en sí misma: un circo con decenas de piezas hechas sobre todo en palma: leones, elefantes, payasos, trapecistas, domadores, jirafas, rinocerontes, changos, equilibristas. Todos a la vista de un público pintado en último plano, presa de un asombro parecido al de quien observa esa cajita.

La colección de pequeños retablos y nichos fue creada por María Teresa Romero y José Valdés, quienes se dieron a la tarea de recopilar las miniaturas creadas por artesanos de diversas regiones culturales del país para luego agruparlas en las pequeñas cajas temáticas.

Moverse sin pilas

Las miniaturas se intercalan con vitrinas que agrupan juguetes menos pequeños, como una colección de soldaditos de plomo, cuyos antecedentes se remontan al siglo XVIII en Alemania y que llegaron a México durante la revolución de Independencia, donde se popularizaron bajo las formas de ejércitos de caballeros medievales, napoleónicos o, ya en el XX, tropas de la Segunda Guerra Mundial, con todo y aviones.

Junto, en latón, un tren, una rueda de la fortuna, una avioneta y una carretilla que hace girar un dos veces simulado cohete de juego mecánico. Más allá, baleros y trompos de madera, perros y palomas de barro, jícaras y sonajas laqueadas.

Muchos juguetes de barro, latón y madera poseen mecanismos y engranes que los hacen moverse sin necesidad de las actuales baterías, como un trapecista, un vaquero montado sobre un potro rojo o una carretilla con una mariposa de grandes alas.

Un grupo de juguetes muestra flautas de madera, tamborcillos de piel, panderos y trompetas de latón. Otro lo conforman muchísimas muñecas de trapo. En uno más predominan utensilios de hojalata: tinas, cubetas, anafres, regaderas, cajitas como alhajeros.

Mientras una vitrina resguarda media docena de violincitos de madera, con todo y sus arcos, una pared muestra un caballito con cabeza de trapo y cuerpo de palo de escoba.

En una esquina cuelgan pequeños morrales de yute y en un mueble descansa una variedad de juguetes de cartón: muñecas, caballos con sus jinetes, toros, calaveras y máscaras para niños de lobos verdes, diablos tricolores y monos amarillos con tocado lila.

Son, pues, los juguetes que le agregan (o agregaban) vida y sentido a los juegos con que los niños crean, a golpe de imaginación, mundos más allá o más acá de la vida real. Juegos y juguetes para la pura diversión, con fines pedagógicos o para la inexorable socialización.

En el recorrido se ofrece información sobre los materiales y técnicas más utilizados (madera, barro, hojalata, fibras vegetales y plomo), así como los lugares donde se crean los juguetes y las temporadas en que más se fabrican (o fabricaban).

La madera, por ejemplo, es el material más socorrido para los artesanos jugueteros, y mediante el taraceado, el tallado, el relieve y el esculpido se hacen matracas y espadas durante la Semana Santa o el Día de San Juan.

En Chiapas se usa el cucapé, el cedro y la caoba; en Michoacán, el encino, el pepino y el copalillo; en Guerrero, el cuáramo, el granadillo, el ébano y el palo de rosa.

Y así, mientras el barro es más requerido en lugares como Puebla y Oaxaca, la hojalata lo es en estados como este último, además de Guanajuato, Michoacán y Yucatán. O las fibras vegetales como la palma, en el estado de México, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Querétaro y otros.

Sí conocían la rueda

Los juguetes en México existían desde la época antigua, sobre todo en barro y madera, aunque de estos últimos no se conservan muestras por la poca durabilidad del material.

Se hacían muñecas de barro con articulaciones y perritos con ruedas, aunque algunos investigadores consideran que no eran para el entretenimiento sino con fines rituales. También se fabricaban en barro pequeños monos, armadillos, silbatos y sonajas.

Durante la Colonia se dieron varias hibridaciones a partir de la llegada de juguetes de España y Europa, así como de Asia. Varios juguetes como las matracas se siguieron asociando a festividades, pero a partir del calendario cristiano.

En el siglo XIX predominaron juguetes de diversos materiales y tipos, mexicanos o extranjeros, como casas de muñecas, juegos de té, caballos de madera, títeres, piezas de cuerda o trenecitos.

Pero el juguete popular de influencia mesoamericana o colonial no desapareció, sino que más bien se adaptó a los nuevos tiempos. Por eso, como se afirma en una cédula de la exposición, el juguete mexicano conserva características esenciales, como el diseño, el colorido, las texturas y los materiales originales, derivados de un conocimiento ancestral transmitido por generaciones. De ahí la nostalgia de muchos.

 
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