Usted está aquí: viernes 2 de febrero de 2007 Opinión Economía: números inquietantes

Editorial

Economía: números inquietantes

Ante la crisis de representatividad política que vive el país, con el telón de fondo de crecientes inconformidades políticas y sociales, ante la descomposición evidente en sus propias filas y con indicios acumulados de un manejo político y diplomático inexperto y errático, las cifras macroeconómicas heredadas del foxismo constituyen, por hoy, la única carta fuerte del grupo gobernante. Dudosas hasta el punto de conformar un escenario de ficción, tales cifras presentan sin embargo la virtud, sobrexplotada en la propaganda oficial, de la estabilidad: baja inflación, tipo de cambio con pocas fluctuaciones y tasas de interés con tendencia a la baja son la cara amable de lo que constituye, en su vertiente menos presentable, un entorno de estancamiento.

Pero los incrementos de precios en los combustibles y la leche, decretados como despedida de la administración anterior, tuvieron, en éste, una continuidad amarga con los aumentos a la tortilla, el huevo, los peajes carreteros y otros, y la acumulación de alzas ha incidido ya en un repunte inflacionario que el Banco de México calificó como preocupante. En contraste, el crecimiento económico proyectado para este año ha sido revisado a la baja: 3.5 por ciento, es decir, menor que el que se estima para 2006 (4.22 por ciento). Al mismo tiempo, los expertos esperan un retroceso del peso frente al dólar y en el mundo se pronostica un descenso sostenido de las cotizaciones petroleras. Como corolario, la creación de plazas laborales en el periodo quedará por debajo de las previsiones y será insuficiente no sólo para abatir el desempleo, sino incluso para superar la contracción real de las fuentes de trabajo registrada en los últimos meses de Foxilandia.

La continuación a rajatabla del modelo económico vigente se ha traducido, en la transición del foxismo al calderonismo, en un golpeteo incesante a la economía popular, caracterizado no sólo por las alzas a productos y servicios básicos, sino también por la exasperante política de contención salarial, la cual pone de manifiesto la miseria moral del neoliberalismo: en esta economía de libre mercado ­por la cual habría votado la mayoría de los mexicanos, según un decir reciente del titular del Ejecutivo federal­ el trabajo es la única mercancía que está sujeta a un estricto control de precios.

Tan consistente ha sido la ofensiva contra los bolsillos de los asalariados y de quienes se encuentran por debajo de los umbrales de pobreza que resulta inevitable suponer que el enriquecimiento continuado de los ricos y la depauperación de clases medias y bajas son objetivos reales ­aunque tal vez inconfesables­ de gobierno; de hecho, a juzgar por los resultados, esos han sido los propósitos de los gobernantes. Por ello, junto con el insatisfactorio crecimiento económico y el repunte de la inflación, ha de incluirse en los pronósticos un crecimiento de las inconformidades populares. Ante la conciencia de esta perspectiva, resulta claramente explicable la insistencia de la actual administración en las fuerzas del orden como instrumento de gobierno y en el fortalecimiento, expansión y trato de privilegio a los cuerpos de seguridad.

Pero las turbulencias ­moderadas, por ahora­ que empiezan a apreciarse en las variables macroeconómicas, y los indicios de que esa estabilidad estancada heredada del foxismo podría estar llegando a su fin, tendrían que significar, en la lógica del grupo gobernante, un motivo de alarma adicional, porque un hipotético desarreglo de la economía haría crecer de manera exponencial las inconformidades y las exasperaciones, y colocaría de inmediato en el bando de los inconformes a quienes constituyen el sostén principal del gobierno: los sectores empresariales y financieros, del país y del extranjero, que vieron en la llegada de Felipe Calderón al gobierno, y en su promesa de continuismo neoliberal, la oportunidad de enriquecerse por otros seis años.

Cabe esperar que el equipo gubernamental tenga clara esta perspectiva, que haga conciencia de su propia fragilidad en un escenario de crisis económica y que revise las estrategias que podrían estar generando el caldo de cultivo para una situación tan indeseable como la mencionada.

 
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