DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 29 DE ENERO 2007 
NUMERO ESPECIAL


Portada
Introducción
La bioseguridad en México: del trabajo legislativo al Manifiesto por la Protección del Maíz
YOLANDA MASSIEU
Bioseguridad y seguridad alimentaria
HILDA IRENE COTA
La soya transgénica en América
LILIAN MARTÍNNEZ ACOSTA
¿Qué pasó con la contaminación transgénica de maíces mexicanos?
LIZA COVANTES TORRRES
Actores sociales y controversias en la ingeniería genética agrícola: el caso del maíz transgénico en México
MARÍA DE LOURDES SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
Protegiendo al maíz, protegemos a México
YOLANDA CASTAÑEDA ZAVALA

Correo electrónico:

[email protected]

  

La soya transgénica en América

Lilian Martínez Acosta

Doctorante en Sociología, UAM-Azcapotzalco,

Correo electrónico: [email protected]

El hombre, desde hace miles de años, ha buscado modificar y transformar la naturaleza con la finalidad de satisfacer sus necesidades. En la actualidad, esta búsqueda ha llegado a niveles nunca imaginados, pues ahora realiza estas modificaciones desde el interior de las plantas, desde sus genes.

Esto lo ha logrado con el avance de la biotecnología, en general, y de la ingeniería genética, en particular. Las tecnologías que se han logrado y se renuevan día con día en las últimas décadas marcan no sólo el avance de las innovaciones y la forma de vida de los hombres, sino la línea a seguir en cuanto a transformaciones agrícolas.

Se llevan a cabo en las plantas modificaciones genéticas. A los organismos que se manipulan desde sus genes se les da el nombre de organismos transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGM). Se comenzaron a desarrollar tanto en instituciones públicas como en laboratorios privados.

En 1982, los científicos de la multinacional Monsanto lograron por primera vez alterar genéticamente las plantas, pero fue hasta 1996 que se comienzan a introducir comercialmente este tipo de cultivos, llamados popularmente transgénicos. Para el 2002, dicha empresa había vendido más del 90 por ciento de las semillas transgénicas comercializadas en el mercado mundial.

Entre las plantas modificadas comerciales más importantes, encontramos cuatro: la soya, el algodón, el maíz y la colza-canola. Entre las principales empresas comercializadoras de OGM o de semillas transgénicas encontramos apenas cuatro: Syngenta, Aventis, Dupont y la mencionada Monsanto. Pero además de controlar la cuarta parte de semillas que se venden en el planeta, dominan el 60 por ciento del mercado mundial de plaguicidas.

No hay duda entonces que esta tecnología no responde a las necesidades de la mayoría de los productores, a pesar de que uno de los argumentos para su desarrollo sea reducir la pobreza y producir el alimento suficiente para todo el mundo.

En realidad se trata de una tecnología al servicio de gigantes y poderosas compañías transnacionales que buscan obtener ganancias por la explotación de la diversidad genética del mundo, poniendo en riesgo la soberanía alimentaría y la biodiversidad de los países menos desarrollados.

Estas modificaciones generan riesgos para la sociedad y para el país que va a consumir estas nuevas plantas, alimentos y, próximamente, productos farmacéuticos o industriales. Por eso, la sociedad debe plantearse estrategias que le ayuden a minimizar los riesgos.

Si bien la investigación genética aplicada a la agricultura augura resultados prometedores, actualmente no está comprobado que el consumo humano de OGM sea inocuo para la salud de los consumidores y hay escenarios de posibles daños a la biodiversidad.

La comunidad científica internacional está dividida al respecto, como lo demuestra la disputa entre la Unión Europea (UE) y las empresas de Estados Unidos, la cual ha llegado inclusive a la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Se han tenido que crear leyes y normas que intenten regular y establecer mecanismos de control, seguimiento y prevención de los posibles riesgos que trae consigo la utilización de OGM para la sociedad y el medio ambiente.

A nivel internacional se han dado cambios significativos en cuanto a la producción de soya, que se acentuaron a partir de 1997, cuando por recomendaciones de Estados Unidos y de la empresa biotecnológica Monsanto se comienza a utilizar la planta de soya modificada resistente a herbicidas Roundup Ready, con la finalidad de sembrarla y que los productores vieran las “ventajas” que esta nueva semilla les podría proporcionar.

En 1997, en Brasil se desarrollaron las primeras pruebas en pequeña escala. Fueron solicitadas por Monsanto y al año siguiente la empresa obtuvo la autorización para vender esta soya resistente al herbicida glifosato, fabricado por la misma Monsanto.

Para “liberar” la soya de Monsanto, la Ley de Bioseguridad brasileña prevé varios controles sucesivos, como el del Ministerio de Salud Pública y del Ministerio del Medio Ambiente, que habían sido obviados. Por su parte, el Ministerio de Agricultura consideró que las pruebas realizadas al cultivo fueron suficientes, pero no se realizaron estudios de impacto ambiental ni de las posibles consecuencias en la salud humana.

Esta situación desencadenó varias protestas encabezadas por organizaciones no gubernamentales, Greenpeace y agrupaciones de consumidores y agricultores, que presionaron a las autoridades para prohibir la siembra de la soya transgénica. Finalmente, a mediados del año 2000, el Tribunal de Primera Instancia Federal dictaminó que no solamente la soya, sino cualquier transgénico, podría ser liberado en Brasil sólo cuando fuesen establecidos los procedimientos más adecuados para proteger al ambiente y la salud humana.

A partir de esta situación, Brasil tuvo que repensar su decisión sobre la siembra de soya transgénica, buscar la generación de controles más estrictos y evaluar, a través de estudios rigurosos, las consecuencias que puede traer la siembra de este producto en la salud humana y el medio ambiente.

A partir del 2004 y hasta el 2006, Brasil ha tenido que regular el proceso clandestino de producción de soya transgénica. El gobierno brasileño ha generado normas y leyes que permiten no sólo que los productores siembren de manera legal dicha soya, sino que además responde a las necesidades internacionales que se han desarrollado con la utilización de los productos y cultivos transgénicos.

Argentina es otro de los países que han incursionado en la producción de cultivos transgénicos. Es el segundo productor mundial de ellos, después de Estados Unidos. En este país se producen 10.3 millones de toneladas de alimentos modificados, de los cuales 7 millones son de soya modificada. Durante el periodo 2002-2003 se estimó una superficie de unos 12 millones de hectáreas, de las cuales entre el 95 al 98 por ciento era transgénica. Del 2003-2004 se sembraron con soya transgénica en Argentina casi 14 millones de hectáreas.

Desde que se comenzó a cultivar la soya modificada se logró aumentar la producción y el área cultivada de soya en detrimento de otros cultivos, como es el caso del girasol y del maíz. Se redujo la utilización de ciertos herbicidas y aumentó la utilización de un solo herbicida (el Roundup Ready de Monsanto), convirtiendo a los productores en dependientes de este producto.

Los productores consideran que hay ventajas al utilizar esta semilla, ya que sus costos de producción se reducen y además no tienen que realizar algunas labores en el cultivo continuamente.

En el ámbito de la comercialización de este producto, Monsanto monopoliza el mercado. Tanto Chile como Costa Rica están incursionando en la producción de soya transgénica, pero fundamentalmente en la producción de semillas.

Los riesgos que existen en torno al cultivo de soya transgénica van desde el flujo de genes de las variedades modificadas hacia las plantas silvestres o criollas, la posibilidad de generar resistencia a los herbicidas, la de generar daños a la biodiversidad y a la salud humana. Por ello es necesario realizar estudios y evaluaciones detalladas que permitan analizar los cambios que se dan al introducir tales cultivos y darlos a conocer a la sociedad, para que ésta ejerza su derecho a decidir sobre su consumo.

Históricamente, la soya ha sido un cultivo muy importante a nivel mundial, por sus múltiples uso tanto en la industria como en la alimentación humana y animal. Por tal motivo, a raíz del desarrollo de variedades transgénicas dicho producto toma mayor relevancia, no sólo por las “ventajas o beneficios” que traen consigo las nuevas variedades, sino por las “desventajas o riesgos” que pudieran representar para la sociedad en todos los ámbitos.

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