Usted está aquí: viernes 26 de enero de 2007 Economía Economía Moral

Economía Moral

Julio Boltvinik

Los límites de la satisfacción/ IV

Rechazo necesidades vistas como impulsos vueltos deseos conscientes

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

En la parte 2 del libro que da título a esta serie de entregas1, William Leiss (WL) presenta la crítica de las teorías sobre necesidades y "los fundamentos de una teoría más adecuada" en la materia porque, a diferencia de las existentes, analiza "el proceso de las necesidades en relación con modos específicos, socialmente organizados de satisfacción" (p. 51). Advierte que su argumentación parte de un supuesto central: "que el ideal de alto consumo tiende a orientar todos los aspectos del esfuerzo personal en busca de la satisfacción hacia el ámbito de las mercancías" (p. 50).2 Repite la afirmación ­que ya he analizado en las entregas previas de esta serie­ de que "la percepción de nuestras necesidades se vuelve cada vez más confusa bajo las circunstancias actuales" (p. 51). El meollo del ensayo, dice WL, es la interacción entre necesidades y mercancías en un mercado de alta intensidad, pero es necesario antes explorar el horizonte del problema para identificar aspectos de las necesidades y atributos de las mercancías asociados con el carácter problemático de la satisfacción. Así, empieza señalando que:

"En la interacción social intensiva que siempre ha caracterizado a las sociedades humanas, los hombres y las mujeres interpretan colectivamente, reflexionan e integran los impulsos, que de otra manera serían espontáneos, a los que nos referimos como la lucha por la auto-preservación de la especie. Los impulsos son mediados o transformados por formas culturales en necesidades, esto es, expresiones conscientes de deseos que se congelan en patrones de socialización transmitidos de una generación a otra. La transformación cultural, simbólica o reflexiva de los impulsos rompe la interacción directa entre los impulsos instintivos y los medios de su gratificación... El desarrollo de herramientas es una de las expresiones más comunes de la transformación reflexiva de los impulsos a la gratificación...[que] son controlados y conscientemente dirigidos a un campo ampliado de satisfacción." (p. 51)

Se trata de un texto denso, lleno de ideas importantes, pero también de problemas. Contiene implícita la siguiente definición de necesidades: "impulsos instintivos, relativos a la auto-preservación de la especie, transformados a través de la interpretación, reflexión e integración colectiva, en expresiones conscientes de deseos y transmitidos de una a otra generación". Nótese que WL reduce las necesidades a las relacionadas con la preservación de la especie, a las de sobrevivencia. Una rápida revisión de las concepciones de los estudiosos de las necesidades humanas muestra que prevalecería entre ellos un desacuerdo con esta definición. El filósofo David Wiggins, muy influyente en este campo, ha sostenido que una de las diferencias entre necesitar y querer (o desear) es que necesitar no es un verbo intencional (mientras querer y desear sí lo son) y, por tanto, puede ser inconsciente. Doyal y Gough (autores de la más importante teoría contemporánea de necesidades humanas) coinciden e ilustran con el diabético que quiere azúcar, pero necesita (sin saberlo) insulina, y al adicto que quiere un cigarrillo, pero que necesita dejar de fumar. Maslow (el autor de la teoría de necesidades más influyente, escrita en 1943) pensaba que en la persona media las necesidades suelen ser inconscientes. La idea de una reflexión colectiva que lleva a interpretar, reflexionar e integrar los impulsos, si fuese verdadera, haría de todos los pueblos círculos de filósofos.

La idea de la ruptura de la interacción directa entre los impulsos instintivos y los medios de su gratificación está asociada a la idea de Marx ­sistematizada por György Markus­ de que el ser humano se distingue del animal porque su actividad vital, el trabajo, se orienta de manera mediada a la satisfacción de necesidades (ser que fabrica herramientas), lo cual produce la ruptura de la fusión animal de sujeto (necesidades) y objeto (satisfactor), dando lugar a la conciencia y la autoconciencia humanas. Tanto Maslow como Fromm han sostenido como elemento esencial del ser humano la ruptura del dominio total del instinto. El primero concibió las necesidades humanas como instintoides, ya que de los tres elementos del instinto (impulso, actividad, objeto) el hombre sólo hereda el primero y debe aprender los otros dos. El segundo argumentó que, en un cierto punto de la evolución, la vida adquirió conciencia de sí misma y la vida dejó de estar determinada por instintos. En mi tesis doctoral sostuve que hay una coincidencia entre esta ruptura del dominio total del instinto y la definida por Marx, ya que la "fabricación de herramientas" es una actividad no instintiva y que en las tres visiones la ruptura (esencialmente la misma) supone un gran salto en términos de libertad y resulta clave para entender la esencia humana. La ruptura de la que habla WL es, me parece, la misma ruptura planteada por Marx, pero WL ha remplazado el trabajo por la transformación cultural, simbólica y reflexiva de los impulsos, como causa central de la ruptura, y ha convertido la fabricación de herramientas en expresión de tal transformación reflexiva. Al círculo de filósofos que ha decidido transformar sus impulsos instintivos en deseos conscientes, les parece buena idea expresar tal transformación mediante la fabricación de herramientas. No es, como sostienen los paleoantropólogos, que los homínidos que precedieron al ser humano, cuando fueron forzados a cambiar de hábitat (y bajar de los árboles) hayan tenido que desarrollar las herramientas so pena de extinguirse.

Mal comienzo para quien aspira a formular una nueva teoría de las necesidades humanas. Continuando con su planteamiento, e introduciendo una definición explícita de necesidades, WL señala que "una de las características destacadas del desarrollo humano es la reducción de la dependencia, para la satisfacción de necesidades, de la provisión espontánea de la naturaleza... [mediante] una creciente intervención y administración de los procesos ambientales, inaugurando una interacción recíproca entre los impulsos simbólicamente mediados (necesidades) y las técnicas organizadas para aprovisionarlas". Aunque este autor no explicita lo que entiende por impulsos simbólicamente mediados (en una frase previa había señalado: "Somos animales sociales con una gran capacidad para desarrollar aquellas representaciones simbólicas que se sintetizan en el término cultura"), por el contexto parece referirse a la misma "interpretación, reflexión e integración colectiva" ya referida. En el área del consumo, una corriente de pensamiento que Terrail llama enfoque diferencialista de los hechos de consumo, entiende por simbólico los signos de distinción o estatus de clase.3

Para sorpresa del lector, que pensaba que habiendo definido necesidades, el autor dejaría de identificarlas con apetencias o deseos, ello no es así:

"En lo precedente he usado los términos apetencias, necesidades y deseos de manera intercambiable de manera deliberada para mantenerme fiel a las diferencias terminológicas en las fuentes que he estado examinando.4 Al poner juntas contribuciones a la teoría de las necesidades de campos como la antropología, la economía, y la sicología, uno puede percibir el papel que las diferencias terminológicas desempeñan en inhibir un estudio crítico del problema de la satisfacción. Aunque las diferencias no pueden clasificarse de manera estricta en líneas disciplinarias, hay algunos patrones generales... La sociología y la sicología social humanista usan con frecuencia la palabra necesidades; la economía apetencias, elecciones y deseos. Y algunos filósofos las distinguen todas de preferencias... la variación en los conceptos usados hacen muy difícil desarrollar una perspectiva integrada sobre la situación social en el mercado de alta intensidad. Aún más, en la mayor parte de los estudios se establece una dicotomía básica. El conjunto completo de necesidades y apetencias (o cualquier otra designación) se agrupa de acuerdo con las categorías opuestas de natural vs. cultivada, inmediata vs. derivada,... físicas vs. simbólicas, verdaderas vs. falsas, objetivas vs. subjetivas, básicas vs. discrecionales, e inferiores vs. superiores. Y entonces (para completar la confusión)... las necesidades y las apetencias se ordenan de acuerdo a un esquema de importancia relativa. (pp.52-53)

Aquí expresa WL su confusión ante tal variedad de enfoques. Alguna vez me ocurrió algo similar en un universo ¡de un autor! Al leer La teoría de las necesidades en Marx, de Agnes Heller (Península, Barcelona, 1978), quedé abrumado por los diferentes términos (y sus contradicciones) que dentro de la obra de Marx va develando la autora.

WL utiliza el término dicotomía para referirse a los pares de conceptos que enuncia. Como hemos visto en las entregas anteriores de esta serie, él ha atacado las distinciones necesidades/apetencias y necesidades/satisfactores, pero no las ha llamado dicotomías. Parece conveniente aclarar ambos conceptos. Hilary Putnam (The Collapse of the Fact/Value Dichotomy and other Essays, Harvard University Press, 2002) en su formidable ataque a la dicotomía hechos/valores ha considerado necesario "explicar las diferencias entre una distinción ordinaria y una dicotomía metafísica" (p. 60). Añade: "Cuando la distinción se vuelve una dicotomía típicamente se hace acompañar por un conjunto altamente contencioso de aseveraciones metafísicas..." (p. 61). Relata así una de sus líneas de ataque a la dicotomía hechos/valores: "... argumenté que la imagen de nuestro lenguaje en el que nada puede ser un hecho y estar cargado de valores es totalmente inadecuado y que gran cantidad de nuestro vocabulario descriptivo es y tiene que estar "embrollado" (pp. 61-62). Algunos de los ataques de Leiss tendrían sentido si se refirieran a dicotomías (si dijeran: "la dicotomía necesidades/apetencias es inapropiada"), pero en mi opinión no lo tienen al estar formuladas en términos de distinciones. Una de las características de las dicotomías (cuyos términos se conciben como agudamente distintos y casi siempre como opuestos) es que no pueden tolerar la existencia de términos que compartan rasgos de ambos opuestos o que no se puedan clasificar en ellos. Una de las diferencias entre una distinción ordinaria y una dicotomía metafísica es que las primeras tienen rangos de aplicación y uno no se sorprende si descubre que no siempre son aplicables. Putnam sostiene que es válido distinguir entre hechos y valores, pero es inválido postularlos como una dicotomía. Aplicando esta lección al campo que nos ocupa, podemos afirmar que los autores que respaldamos la validez de las diferencias entre necesidades y apetencias, y entre necesidades y satisfactores, las concebimos como distinciones simples y no como dicotomías metafísicas. Es decir, aceptamos que puede haber casos difíciles que, sin embargo, no pondrían en duda el valor de la distinción que se seguiría aplicando en general.

1 William Leiss, The Limits to Satisfaction. An Essay on the Problem of Needs and Commodities, Mc Gill Queens University Press, Kingston y Montreal, 1976/1979/1988.

2 Mientras Leiss plantea esto como una tendencia real, los teóricos de la pobreza, como he mostrado en "Elementos para la crítica de la economía política de la pobreza", Desacatos, N° 23 (en prensa), y en mi tesis doctoral, el enfoque convencional de la pobreza reduce el bienestar al que se deriva del consumo de mercancías, mostrando su carácter de conocimiento enajenado.

3 Para Jean Baudrillard, dice J.P. Terrail, "No se puede captar su racionalidad [del consumo] en la relación del consumidor 'con el objeto de consumo', sino a través de la relación del sistema (estructurado) de los consumidores (las relaciones de clases) con el sistema estructurado de los objetos. El objeto no es consumido en su materialidad, sino en su diferencia; al convertirse en signo (de la diferencia de clase) se convierte en objeto de consumo... La emergencia y generalización de la 'forma-objeto' sobre la cual, explica el autor, vienen a converger valor de uso, valor de cambio y valor-signo, reclama la elaboración de una nueva teoría, la 'economía política del signo'..." ("Necesidades, consumo y ocultación de las relaciones de producción", en J.P. Terrail y otros, Necesidades y consumo en la sociedad capitalista actual, Grijalbo, México, 1977, p. 276.) Leiss dice deslindarse de Baudrillard cuando señala que "el sistema humano de necesidades en todas las culturas es una unidad indisoluble de elementos materiales y simbólicos" (p. 64).

4 Si el lector lee la definición de necesidades (implícita) en WL como si fuese la de apetencias verá que el resultado es un sinsentido.

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