Usted está aquí: martes 23 de enero de 2007 Política Sin maíz, más migración

Ana María Aragonés

Sin maíz, más migración

La crisis que se está viviendo en relación con el alza del precios de la tortilla, que afecta gravemente a la población mexicana en general, pero sobre todo a los 20 millones que ya se encuentran en pobreza alimentaria, es una manifestación más de la asimétrica y equivocada relación comercial que vincula a México con Estados Unidos. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), en 1994, gran cantidad de voces llamaron la atención acerca de los problemas que podrían surgir, pues ni se iba a lograr la disminución de la migración ­argumento central de Salinas de Gortari para tratar de convencer de sus virtudes­ ni nos permitiría superar nuestra relación de subordinación, ya que México no estaba en condiciones económicas, productivas ni competitivas para vincularse con su vecino. Lamentablemente el tiempo ha dado la razón a todas esas voces. Por su parte, Estados Unidos visualizó con bastante claridad que una forma de dominio sobre los demás países se logra mediante la supremacía agroalimentaria. Y México entró a ese juego perdiendo autosuficiencia alimentaria con los gravísimos efectos que esto trae.

Para lograr esos objetivos, desde finales de los años 80 Estados Unidos dio inicio a una importante restructuración productiva en sectores tales como la agricultura y la industria de la carne (pollo, cerdo, pavo). Se fueron acaparando y concentrando las tierras que pasaron cada vez a menos manos. Y las industrias de la carne vivieron un proceso similar de fusiones. Se trasladaron de las áreas urbanas hacia regiones mucho más rurales, donde el Estado les ofreció toda una serie de apoyos, despidieron a todos los trabajadores que gozaban de buen salario, estaban sindicalizados y comenzaron la contratación de trabajadores migrantes mexicanos y centroamericanos bajo condiciones laborales precarias y con muy bajos salarios. Se fueron incorporando en forma casi masiva trabajadores indocumentados, quienes alcanzan en estos momentos entre 60 y 70 por ciento de la fuerza de trabajo empleada en la agricultura. Esto permitió a estas industrias ser cada vez más competitivas y enfrentar en el comercio agroalimentario a la Unión Europea, India y a otros países asiáticos.

Algunos datos nos darán una idea del alcance de la estrategia estadunidense y de nuestra respuesta tan pasiva. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en 1994 éste había exportado a México 4 mil 586 millones 861 mil dólares en productos agrícolas; en 2006 sus exportaciones habían alcanzado 9 mil 851 millones 896 mil dólares (114.7 por ciento) .

Nuestro país era hasta principios del año 2000 el cuarto exportador mundial de pollo, pero ha ido perdiendo presencia, pues las exportaciones del vecino a México con pollo y otros productos relacionados como huevo y pavo, aumentaron de 254 millones 659 mil dólares en 1994 a 468 millones 137 mil dólares para el año 2006 (83.8 por ciento).

Y unos datos que hay que poner en la perspectiva de lo que ahora nos está sucediendo con el maíz es que en relación con el sector de granos Estados Unidos exportó a México mil 14 millones 22 mil dólares en 1995, que en 2006 se incrementó a 2 mil 581 millones 484 mil dólares (154.6 por ciento).

Para alcanzar esta posición prácticamente hegemónica ha requerido de los trabajadores extranjeros, y para ello había que convertirlos en ejército industrial de reserva en sus países a fin de que estuvieran en posibilidad de migrar, lo que se logró devastando el campo mexicano. La gran ironía es que ahora importamos los productos alimentarios y exportamos a nuestra fuerza de trabajo, que de esta forma favorece la competitividad de Estados Unidos y nos subordina cada vez más a los vaivenes de su economía.

Dada esta situación, simplemente horroriza que ahora el gobierno mexicano haya decidido importar, "de donde sea", es decir, de Estados Unidos, los granos que supuestamente nos hacen falta y aumentar el precio de la tortilla sin exigir ni penalizar a los grandes acaparadores entre los que se encuentra Cargill, profundizando aún más nuestra dependencia.

Es fundamental que México reoriente su política económica, sobre todo en el rubro alimentario, pues en tanto no se logre la autosuficiencia seguiremos siendo un país subdesarrollado y nuestros migrantes seguirán alimentando el insaciable mercado laboral del vecino del norte.

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