Usted está aquí: domingo 21 de enero de 2007 Opinión Más extraño que la ficción

Carlos Bonfil

Más extraño que la ficción

Ampliar la imagen El actor Will Ferrell en un fotograma de la cinta de Marc Foster

Un reconocimiento, primero, a los distribuidores que respetan los títulos originales de las cintas, respetando así la inteligencia de los espectadores y, de paso, la propia. Difícilmente podría mejorarse, de cualquier modo, el título de este estupendo largometraje de Marc Forster, Más extraño que la ficción (Stranger than fiction), incursión temeraria en las fobias y obsesiones de Harold Crick (Will Ferrell), un recaudador de impuestos en Chicago, que de pronto ve trastornada su impresionante rutina diaria al descubrirse personaje central de una novela. Su vida metódica, tan matemáticamente diseñada día a día, su vida solitaria (12 años sin mujer, sin amigos, sin mascota; entregado de lleno a su trabajo y a sus habilidades mnemotécnicas), depende a fin de cuentas de una voluntad ajena. Una voluntad femenina, la de la célebre escritora Kay Eiffel (Emma Thompson), presa desde hace años de un bloqueo artístico, incapaz de concluir la novela de la que Harold es personaje, de la manera en que mejor sabe hacerlo: matando al protagonista. ¿Pero cómo deshacerse de un personaje convertido en un lastre, para darle su sentido final, su existencia literaria? ¿Y cómo podrá Harold impedir, en tanto protagonista consciente de su triste suerte, evitar un desenlace tan inconveniente?

Desde las primeras escenas la inventiva visual es imparable. Sobre la pantalla aparecen gráficas de las rutinas cronometradas de Harold, a la manera de un programa de computadora, reduciendo su existencia a un rápido croquis en el cuaderno de apuntes de un escritor. Poco después vendrá el retrato de la propia Kay Eiffel, manojo de nervios sobrexcitados, a quien la editorial tendrá que enviar una asistente (Queen Latifa) para ayudarle a recobrar algo de inspiración. Cuando a mitad de la calle Harold comienza a oír la voz de la novelista, dictando en tercera persona su siguiente paso, anticipándole lo que habrá de ver, sentir o hacer, haciéndolo partícipe directo de sus propias vacilaciones narrativas, el pánico se apodera de él y ya no lo abandona. Inicia entonces la carrera contra el tiempo, la búsqueda de una sicoanalista (Linda Hunt, genial) y de un maestro de literatura (Dustin Hoffman, atinado), como asesores para conjurar la amenaza que todo personaje de ficción debe sentir ante el arbitrio caprichoso de su creador omnipotente. Más extraño que la ficción es una suerte de versión cómica de Con las horas contadas (D.O.A., Rudolph Maté, 1949), film noir en el que Edmond O'Brien busca desesperadamente por las calles de San Francisco a la persona que le administró un veneno de acción lenta.

Por fantástica que parezca la nueva propuesta de Marc Forster ­director también de El pasado nos condena (Monster's ball)­ y de su guionista Zech Helm, la cinta no recurre a artificios narrativos ni a efecto especial alguno para sugerir un clima particular de rareza. El registro es esencialmente cómico, y la notable actuación de un Will Ferrell insospechadamente camaleónico hace que este relato sea también profundamente emotivo. Hay una historia de amor, por supuesto, y un convencional rencuentro con el apetito de vivir apasionadamente cada nuevo minuto concedido o conquistado, pero el director va más lejos y pulveriza los clichés a la vista con buenas dosis de ironía y desparpajo. El personaje parece decir: "Preferiría no morir en lo inmediato", y la autora preguntarse entre una y otra línea qué sentido tiene una victoria artística a costa del dolor ajeno. Entre la angustia del apenas sobreviviente y el desasosiego de la casi homicida involuntaria, la comedia en tono de fábula maneja con agilidad las propuestas más contrastadas: el despertar sentimental en medio de una catástrofe anunciada y una reflexión sobre la responsabilidad moral en el terreno de la creación artística. Añádase a esto una dirección firme, un guión justamente favorito para el Oscar y un conjunto de muy buenas actuaciones, y será mucho más de lo que suele ofrecer la comedia romántica en boga.

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