Usted está aquí: domingo 14 de enero de 2007 Opinión Precios, aguinaldo y tarjetas

Antonio Gershenson

Precios, aguinaldo y tarjetas

El aumento en los precios de la leche Liconsa, de la gasolina, del gas LP y de varios artículos y servicios más afectó el poder de compra de muchos mexicanos, pero también le quitó solidez a la economía del país al reducir el mercado interno. El problema, sin embargo, venía de antes. Ya había aumentado de manera considerable el número de tarjetas de crédito sobrendeudadas. De modo que en un momento dado puede haber una especie de quiebra colectiva de tarjetahabientes.

Viene entonces el periodo de fin de año, con los pagos del aguinaldo y en muchos casos otros conceptos de pago: bono sexenal, prima de vacaciones, entre otros. Y los vendedores, especialmente el gran comercio que tiene más medios de publicidad a su alcance, lanzan una campaña especialmente agresiva para quedarse con la mayor parte posible de estos cobros adicionales de muchos compradores.

Incluso se llega, en algún caso, a hacer propaganda al hecho mismo de comprar. Los vendedores en menor escala, incluidos los comerciantes ambulantes, usan también sus propios recursos para vender lo más posible. No sólo se trataba de presionar a quienes cobraban estos pagos, sino también a sus hijos. Había juguetes caros "de moda" que si algún niño no los tenía podría ser objeto de burla en la escuela o algo así.

Entonces, hay quienes toman por lo menos una parte del aguinaldo o de sus otros ingresos para reducir la carga de su tarjeta de crédito, que además paga elevados intereses. Tal vez algunos hasta pagaron toda su deuda. Pero muchos asalariados se gastaban su aguinaldo y, en sus casos, las otras prestaciones de temporada y dejaban la tarjeta igual de cargada.

Es más, hubo quienes pagaron parte de los gastos de fin de año con la tarjeta de crédito y la "endrogaban" todavía más. No digamos las familias que se fueron a Acapulco u otros sitios de recreo, pagando costos más inflados como nunca. Cuando llega la "cuesta de enero", además de que siguen los incrementos en los precios, que afectan ahora hasta las tortillas, aumenta también la actividad de, por ejemplo, el Monte de Piedad, con sus grandes colas. El endeudamiento de muchos se hace incluso mayor que antes y la economía se hace más endeble.

Los dos pesos de aumento al salario mínimo no alcanzan, obviamente, para nada. Distan mucho de poder comprar lo que supuestamente podían los dos pesos de Bartola hace muchísimos años. Y entramos en un periodo en el que se hace todavía más difícil conseguir trabajo.

La política de beneficiar a como dé lugar a banqueros privilegiados se revierte. En el corto plazo pueden enriquecerse aún más, cobrando hipotecas, decomisando coches u otros bienes de valor a personas que están endeudadas y que no pueden pagar. Pero al mismo tiempo están matando a una parte de su propia clientela. La inestabilidad del conjunto no se compensa con el enriquecimiento de unos cuantos.

Esta inestabilidad económica y social no va a traer estabilidad política. Todo el descrédito derivado del fraude electoral y de la falta de solución a múltiples problemas por el anterior gobierno ­del mismo partido­ desemboca en una situación que para muchos, antes satisfechos con las compras con tarjeta de crédito, ahora representa el riesgo de perder hasta las garantías por el endeudamiento.

A los actuales funcionarios se les ocurre la idea genial de importar enormes cantidades de maíz de Estados Unidos. En ese país la mayor parte del grano no es para consumo humano, sino para cerdos y otros animales de cría. Buena parte de ese maíz es resultado del tratamiento químico o bioquímico de las semillas. Sus especificaciones no prevén el consumo humano y los riesgos de semejante compra, y de su consumo por la población mexicana, son difíciles de evaluar.

Como vemos, esta cuesta de enero ha sido difícil. Sobre todo cuando la quiere sortear el gobierno de un partido que ya mostró en el sexenio casi recién terminado que es incapaz de resolver los problemas del país.

 
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