Usted está aquí: viernes 12 de enero de 2007 Opinión La sumisión

Luis Javier Garrido

La sumisión

La simulación, rasgo central de las acciones del gobierno panista de hecho, es también evidente en política exterior, que según todos los indicios se enfila de manera abierta a una sumisión sin precedente ante Estados Unidos y los intereses multinacionales.

1. La llegada de Felipe Calderón como presidente de facto de México ha sido entendida en los países latinoamericanos como un triunfo de las trasnacionales y de la extrema derecha internacional que abre las posibilidades de dar fuerte impulso en el continente al proyecto de globalización neoliberal hegemonizado por Washington, de manera mucho más abierta que con Vicente Fox, de tal suerte que el panista es visto como un peón de la política de Bush para el continente, por lo que sus pretensiones de presentarse como lo que no es, en fallido intento por legitimarse, constituyen un esfuerzo vano que borda en el ridículo.

2. La conferencia de prensa que dio Patricia Espinosa, titular de Relaciones del gobierno de facto, (8/1/07) señalando que la diplomacia de Calderón sería "sin estridencias" ni "promoción personal" e impulsaría "prioritariamente el tema económico y comercial" fue un vano esfuerzo por mostrar que la diplomacia sería independiente de Washington y por desvincular a Calderón de Fox, cuando es evidente que en todos los aspectos, incluyendo política exterior, Calderón no es más que absoluta continuidad, y que en los pocos días que lleva de manera ilegítima en el cargo ha buscado fortalecer la dependencia de México con el exterior.

3. Los miembros del servicio exterior, en vez de actuar en función de los intereses de la nación y conforme a los principios rectores de la política internacional consignados en el artículo 89, fracción X, de defender desde la autodeterminación de los pueblos hasta la no intervención, al igual que en el sexenio foxista están dedicados a servir a los intereses privados del gobernante de facto como a los de los grandes empresarios, y así como se dedicaron en julio y agosto pasados a convalidar el fraude y a hacer propaganda de la supuesta democracia mexicana, hoy están entregados a la tarea de forjarle una imagen a Calderón, y todo ello en pleno alineamiento con las políticas de Washington, pues no en balde en los años de Fox buena parte del personal del servicio diplomático de carrera fue sustituido por panistas y políticos de la derecha.

4. La pretensión de Calderón de tener "un liderazgo" en América Latina es risible si no fuera por su patético significado. En momentos en que los pueblos de todo el continente exigen políticas económicas y sociales distintas a las que impone Washington, y diversos gobiernos reformistas de uno u otro signo buscan salidas a la crítica situación que prevalece en el continente, el gobierno de facto de la extrema derecha mexicana, surgido del fraude y de las tinieblas de la intolerancia y el oscurantismo, acusado desde sus primeros días de represor y de graves violaciones a los derechos humanos, y visto como pelele del proyecto trasnacional, pretende tener un papel, cuando ni siquiera los gobiernos de la derecha latinoamericana lo toman en cuenta.

5. El fugaz viaje de Calderón a Nicaragua pretendiendo fotografiarse con los presidentes Daniel Ortega de Nicaragua y Hugo Chávez de Venezuela es un burdo intento de usar los viajes al exterior con fines personales: la pretensión de alcanzar la legitimidad que no se obtuvo en las urnas y lograr una promoción individual, lo mismo que han hecho los gobernantes de la derecha en todos los países. Fox abusó seis años de estos viajes onerosos en extremo para el país y que tuvieron un saldo desastroso, pues se tornó en el hazmerreír de todos y no logró más que cabildear en favor de una serie de intereses privados. Y Calderón se enfila en el mismo camino, sin importar que pretenda no tener problema con los gobernantes de las izquierdas del continente.

6. Los hechos son los que cuentan, y luego de que durante su campaña, Calderón descalificara con virulencia a Chávez acusándolo de todo ­"autoritario", "déspota", "populista"­, y sobre todo producto del "golpismo" y no de "la democracia" con el objetivo de identificar a Andrés Manuel López Obrador con él, las cosas ahora están en su sitio. Calderón, que se pretendió en su "propaganda negra" como demócrata, no pudo llegar a la silla presidencial más que tras un grosero fraude electoral, considerado por analistas como un "golpe de Estado", y Chávez fue relecto democráticamente en Venezuela con 62 por ciento de los votos.

7. La única política exterior viable para un país como México, devastado por el proyecto neoliberal que ha supuesto la sumisión en todos los órdenes a los intereses de las grandes corporaciones, es la que sustentándose en los principios constitucionales, buscara crear las condiciones para otras políticas internas, actuando con firmeza y en función de los intereses del pueblo mexicano, y no a la inversa, como se está haciendo.

8. El gobierno de Calderón propone que las misiones de México en el extranjero sigan sirviendo como instancias al servicio de los grandes intereses corporativos que financiaron su campaña de vergüenza y del proyecto de los extremistas de derecha que se han apoderado de los enclaves estratégicos del poder financiero. La sumisión hoy se llama diplomacia "sin estridencias", por lo que a nadie extraña que Calderón no condenara la ejecución de Saddam Hussein ni los nuevos bombardeos estadunidenses en Irak y en Somalia.

9. El informe especial de la Secretaría de la Defensa Nacional sobre sus actividades en el rubro "seguridad al territorio nacional" indica que ha ordenado el despliegue de 3 mil 600 elementos del Ejército y de la Fuerza Aérea para vigilar acciones "contra el terrorismo" (Milenio Diario, 8/1/07). No dice "para la lucha contra el narcotráfico", como ha sido hasta ahora la versión dada ante los medios por Calderón y su gente sobre los operativos de Michoacán, Baja California y Sinaloa, sino que utilizando el vocabulario de Bush engloba como "lucha contra el terrorismo" todo operativo de las fuerzas represivas, lo que incluye su utilización política para reprimir movimientos sociales: se alinea con las políticas de la Casa Blanca para la que la inconformidad social o la disidencia política se equiparen al crimen organizado.

10. La diplomacia formal sigue, como en los últimos sexenios, al servicio de intereses privados, por ello se siguen abriendo espacios para la otra diplomacia: la que se hace desde la sociedad, desde donde se busca seguir defendiendo los intereses de la nación.

 
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