Usted está aquí: jueves 4 de enero de 2007 Opinión Antrobiótica

Antrobiótica

Alonso Ruvalcaba

Zócalo

Ampliar la imagen Juego de luces y piñata en el Zócalo de la ciudad Foto: Gabriel Lara

1554

ZUAZO: "ESTAMOS YA en la plaza. Examina bien si has visto otra que le iguale en grandeza y majestad". Alfaro: "Ciertamente que no recuerdo ninguna, ni creo que en ambos mundos pueda encontrarse igual. ¡Dios mío! ¡Cuán plana y extensa! ¡Qué alegre! ¡Qué adornada de altos y soberbios edificios! ¡Qué regularidad! ¡Qué belleza! ¡Qué disposición y asiento! En verdad que si se quitasen aquellos portales de enfrente, podría caber en ella un ejército entero..."

1946

NOVO: "EL SENSATO deseo de Alfaro se ha visto satisfecho. Junto a las viejas casas de Cabildo, el antiquísimo Portal de las Flores amplió el pasaje de la diputación para abrir, con la magnífica avenida del 20 de Noviembre, la perspectiva señorial que merece la más hermosa, la singular, la única Plaza de Armas de todo el Nuevo Mundo. Allí donde el Volador asombró a los conquistadores, yérguese ahora, por obra de gobiernos juiciosos (sic del querido Novo, quién sabe si en plan irónico o genuinamente rascaespaldas), un moderno y austero Palacio de Temis. Allá donde la Colmena tantos años decayó su pesada grandeza mercantil, herencia de los tiempos en que todo comercio cumplíase en la Plaza Mayor (¿el mercado del Baratillo, reunión cotidiana para vender y traficar con prendas robadas y ropas de muertos, sería parte de la Colmena? Ajofrín apuntó del Baratillo en el siglo XVIII, deleitándose en la música de los insultos: "Es el concurso célebre de todos los léperos y zarangates de Méjico; es la universidad de los zánganos y zaramullos, donde, siendo su catedrático de Prima el bien conocido Pancho Moco (jeje), aprenden cuantos ardides y sutilezas hay para hurtar sin ser acusados ni conocidos... Vea el que pueda sus constituciones, que por ahí andan manuscritas, y se divertirá con su método y su salado estilo; allí se descifran todas las habilidades de los zarangates, léperos, zaramullos, pelagatos, zánganos y leperuscos, con los demás insignes profesores de esta famosa escuela..." ¿De veras habrá habido un moreno Villon del Zócalo que escribiera las reglas de la transa en el Baratillo? ¡Qué ganas de leerlas!), se acaba a toda prisa el edificio que armonizará con el noble asiento de un gobierno del distrito que hereda el señorío del ayuntamiento". ¿Y la historia de la plaza, mi buen Salvador? "No seré yo, pobre de mí, quien aspire a la jactancia de referírtela. Sólo he de decirte que es la suya la historia toda de México: la de nuestra fe, divina y humana, desde que en esa plaza se erguían vecinos el Gran Teocalli y la residencia de los reyes aztecas; desde que empezó la fábrica laboriosa, lenta labor de siglos, de su Catedral incomparable, y la más premiosa y cauta de su palacio virreinal; desde que su palacio miró al pueblo en el 'Zócalo' amotinarse o exaltarse, manifestar su vida, protestar o aplaudir, reunirse jubiloso o aguardar entre vendimias y llovizna el grito de la noche patriótica del 15 y el alborear lleno de cohetes del Año Nuevo".

2006/2007

Y AHORA NI los cuetes de Año Nuevo van a aligerar nuestro letargo. Quién sabe por qué insistimos en venir al Zócalo el 31 de diciembre, liados como estamos al inútil combate, atados como estamos al potro de los celos, sentados como estamos ante la mesa del rutinario pan de cada día. (En algún lugar leí una verdad total: "Sólo hay algo peor que el fin de año: el principio del año, y sólo hay algo más tedioso que el principio del año: el resto del año".) Para distraernos de nosotros mismos nos ponemos a recordar películas zocalinas. Ya en enero de 1895 se pudo ver, en el kinetoscopio de Edison instalado en la vieja calle de San Francisco, la Catedral, la plaza de armas, la plaza de toros; en 1896, cuando los Lumière se dieron la vuelta por acá filmaron El traslado de la campana de Dolores a México, en el cachito que arranca en Plateros y rodea la plaza y termina en Palacio... Recuerdas entonces que en el epílogo de la malhadada ¡Que viva México!, de Eisenstein, hay también Zócalo y palacio; que las callecitas de atrás están en la Virgen de medianoche, de Alejandro Galindo; que Joaquín Pardavé se deja ver por el Zócalo en México de mis recuerdos ("¡Tenemos que volver a verla!", decimos, y casi parece que es en serio)... Y Río escondido, donde María Félix va a visitar al presidente (?) a Palacio, y llega tarde, y se clava en los murales; y el pobre de Arturo de Córdoba, enfermo de celos, alucina en la Catedral en El, del gran Buñuel... (¿Dónde se roba la torta El Jaibo en Los olvidados? ¿Pasa por el Zócalo el tranvía de La ilusión viaja en tranvía? Ninguno de los dos lo recordamos.) Y bebemos un poco, resignados al Nivel, algo caro, pero al que salva ese reloj que va en sentido contrario al del universo; y comemos también: hay puestos de jochos conmovedoramente baratos, hay esas grandes tortillas duras que se cubren de salsa y nopales, y son como volver a comer en 1554; y leyéndole el culo a la Catedral (benditas sean las nalgas de María), asomados en la terraza del Centro Cultural de España, comemos tapas y bebemos vino blanco, y bajamos otra vez a la gran plancha del Zócalo, y hay taquitos de canasta a 5 por dos pesos, y los cuetes odiosos (Lula debe estar asustada, metida bajo las sábanas) indican que ya empieza 2007, y entonces recuerdo el principio de aquel brindis que tanto nos ha hecho reír: "Las 12, compañeros; / digamos el recquiescat por el año / que ha pasado a formar entre los muertos", pero volteo a decírtelo y tú, con una sonrisa en que rechinan los dientes, harta como estás de películas y de títulos y de la cabeza convertida en casa de citas, me dices: "Oye, ¿y si mejor nos regresamos?"

http://antrobiotics.blogspot.com [email protected]

 
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