Usted está aquí: domingo 31 de diciembre de 2006 Política Un país para imitar

Ana María Aragonés

Un país para imitar

Plantear siquiera que otros países deberían imitar el modelo social sueco, a decir de un autor, es "tan útil como decirle a una persona de aspecto promedio que debe tener la belleza de una supermodelo sueca debido a que, la posibilidad de imitar enfrenta limitaciones tales como la genética, en el caso de la supermodelo, y en cuanto a sistemas económicos y políticos se trata de antecedentes históricos y culturales". Lo cual puede ser cierto, pero hablando del fenómeno migratorio, se puede decir que prácticamente todos los países del mundo están viviendo un fenómeno bastante similar, pero lo que hace la diferencia es la voluntad política que tengan las autoridades para abordarlo. Tal es el caso del rey Carlos Gustavo de Suecia, quien en su discurso a la nación, con el objetivo de desear Feliz Navidad y próspero Año Nuevo a los habitantes de ese país enfatizó dos temas en particular, uno fue el liderazgo y el otro la migración. En relación con este último, señaló que "si bien las distancias se han acortado a través de los adelantos tecnológicos, entre ellos el correo electrónico, nada puede igualar la unión física de las personas, pues esta es la forma en la que los contactos se desarrollan en forma verdadera y sostenible". Se dirigió en forma importante a todos los migrantes del mundo, pero destacó sobre todo a aquellos que viven en Suecia, resaltando el alcance que su valiosa participación ha tenido, pues "gracias a ellos se ha creado una mejor sociedad, tanto en el aspecto material y en forma muy especial han enriquecido culturalmente al país". Para el monarca, la migración es de dos vías y recordó que cuando él y la reina fueron en noviembre a inaugurar la nueva embajada en Washington pudo ver con sus propios ojos la trascendencia que la migración sueca en Estados Unidos había tenido, al favorecer el acercamiento entre los dos países.

Habría que tener presente que desde mediados del siglo XIX hasta 1930 Suecia fue un país de emigración pues 1.5 millones de suecos se desplazaron hacia Estados Unidos, la mayor proporción de la población de un país, después de Irlanda y Noruega. A partir de esa fecha, y en la medida en que inició un importante desarrollo industrial y agrícola, cambió su patrón y a partir de la segunda posguerra empezó a recibir importantes oleadas de migrantes provenientes primero de sus vecinos nórdicos y más adelante empezaron a llegar grandes flujos de migrantes laborales procedentes de Italia, Grecia, Yugoslavia y Turquía.

Para la década de los años 70, Olof Palme, entonces primer ministro sueco, llevó a esa nación a la moderna arena internacional y, como el gran estadista internacional que fue, condenó a las dictaduras latinoamericanas tomando una posición muy clara también en contra de la guerra de Vietnam y luchando por la liberación de los pueblos del tercer mundo. Llevó a cabo una muy generosa política de asilo y como consecuencia de ello llegaron una gran cantidad de refugiados del cono Sur, en particular chilenos. El brutal asesinato de este "gigante de la justicia", el 28 de febrero de 1986, que por cierto sigue sin aclararse y que muchos relacionan con su clara lucha por la liberación de los oprimidos, no sólo golpeó a Suecia sino al mundo entero.

Se calcula que hoy en día Suecia cuenta con 9 millones de habitantes y de éstos un 18 por ciento son inmigrantes o tienen por lo menos uno de los padres nacido en otro país, incluidos los nórdicos. Cerca de 700 mil inmigrantes de la primera o segunda generación se han naturalizado suecos, una cifra que da a Suecia una de las densidades de inmigrantes más elevadas de Europa.

En pocas décadas el país pasó de ser una sociedad étnicamente homogénea a una comunidad múltiple con muchas minorías étnicas. La migración ha convertido a Suecia en un país más internacional y multicultural, pero también ha dado lugar a diversas dificultades, como la segregación cultural y de vivienda, el desempleo entre ciertos grupos de inmigrantes, así como fricciones culturales. La xenofobia es un serio problema en Suecia al igual que en otros países europeos, pero ésta no recurre a la violencia étnica ni se han presentado partidos xenófobos a escala nacional.

El rey, conociendo todas estas dificultades y sabiendo que este es uno de los temas más candentes del debate político en Suecia, pronuncia un discurso enraizado en una clara tradición de los derechos humanos, recordemos que la figura del ombudsman o "defensor del pueblo" viene precisamente de Escandinavia, y Suecia fue el primer país que adoptó esta figura en 1809. De esta forma el monarca marca su posición ante la sociedad para que al migrante no se le vea en forma negativa y que se favorezca a la tolerancia por ser la mejor arma contra los prejuicios raciales que son contrarios a los valores de una sociedad humanista, pluralista y multicultural, principio elemental de la democracia y lo que afianza la seguridad ciudadana.

Esta posición no sólo podría sino que debería ser imitada por todas la autoridades de países receptores de migrantes siempre y cuando tuvieran como marco mínimo de convivencia a los derechos humanos.

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