Usted está aquí: domingo 31 de diciembre de 2006 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

Determinismo histriónico

Doce campanadas, 12 uvas y una multitud de adocenados embriagados por el cambio que nunca fue o, si acaso, resultó de piel, como la de las serpientes. Ni siquiera como la del leopardo, porque no hacían falta el Príncipe y el Gatopardo para entender que esas manchas no se borran, esa piel no cambia. Fox vino y se fue como el burbujear de los refrescos que vendía en su juventud, antes de topar con El Maquío en su camino de Damasco, que resultó camino de Guanajuato: "la vida no vale nada".

Llegó la democracia, dirán quienes se deslumbraron con la presunta originalidad de la Presidencia Imperial, y ha de ser sin adjetivos. Pero al concluir el sobresalto de la ineficacia supina, el mismísimo Enrique Krauze se asomó al abismo y dudó. Digamos que confirmó su desconfianza en el mesianismo tropical, pero al otro lado del espejo en el que la derecha vio el reflejo del Mesías que echaría del templo a los mercaderes del autoritarismo. O al menos a los autoritarios de Los Pinos que habían dado paso a los mercaderes con el Acuerdo de Washington. O el del Espíritu de Houston, o el alegre convite al win-win aperturista, o el desplome del presidencialismo ilustrado en la agonía del priato tardío.

(Una obligada digresión. Breve, dolorosa, puestos ante la patética paradoja, ante el dilema de aprobar o condenar la ejecución de Saddam Hussein, ahorcado al amparo de las armas de un ejército de ocupación. Nadie lo expresará mejor que Robert Fisk del The Independent (La Jornada, sábado 30 de diciembre de 2006): "Dentro de unas horas nuestros amos nos dirán que este es un "gran día" para los iraquíes y que esperan que el mundo musulmán olvide que la sentencia de muerte fue firmada por "el gobierno iraquí", pero claramente por órdenes de los estadunidenses, el mismo día del Eid al Adha, la fiesta del sacrificio, en que se celebra el perdón en todo el mundo árabe".)

Fin del pasado y Roberto Madrazo, en la soledad del corredor de largas distancias, implacable sino de los derrotados. El tan temido Mesías, Andrés Manuel López Obrador, persigue las quimeras de la desmesura tropical. Tema que irrita a sus seguidores, ajenos al valor de la pasión en la marcha de los tontos que tan brillantemente narra Bárbara Tuchhman. Estamos en plena marcha de sonámbulos. Y el presidente peripatético recién designó delegada en Campeche, misma que anunció expedición punitiva a Cozumel para hacerle la vida imposible a Felipe de Jesús Calderón, titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión, empeñado en la obsesión de gobernar por espots televisivos y cambiar de rumbo sin alterar la brújula; ejercer las facultades que la ley le señala y postular la quimera de un gobierno colectivo donde el poder se deposita en un solo individuo.

Ah, quizá ya no esté ahí el dinosaurio de Tito Monterroso cuando amanezca el día primero de 2007, año primo del sexenio de la alternancia que no alternó, de la pluralidad partidista que resultó juego de abalorios. Fuego fatuo en los destellos del Macabeo abajeño y el desprendimiento de Baja California, brazo peninsular amputado, no por haber fracasado el argumento torpe y turbio del "voto patriótico", sino por la mala pasta de la que resultaron hechos los Rufo y Elorduy; los Cota y los Montaño. En Yucatán, la casta divina se retrató en la sumisión de un anciano maya que besa la mano del gobernador Patricio Patrón Laviada. A lo mejor ya no está ahí cuando despierte el 1º de enero, pero la democracia, tal como la practicamos y padecemos, proyecta la sombra del dinosaurio. Nuestra democracia es tamañita así. Le queda grande la ironía de Tito Monterroso: "Desde pequeño era yo muy pequeño", dice el gran escritor.

Eduardo Bours gobierna Sonora como legado del matrimonio morganático de la tecnocracia en el poder con el poder del dinero. Uno de los 17 con dominio sobre espacios de poder real, dinero y contingentes para buscar el voto de consejeros que elegirán nuevo líder del viejo partido que también cambió, como cambió el Ejecutivo que nada cambió en la economía, ni siquiera de aprendices de brujos surgidos del Banco de México, de Harvard, de Yale, del MIT y, desde luego, del FMI y del Banco Mundial: Ave Carstens, los que aprobaron el presupuesto te saludan. De la frontera vienen y no son los bárbaros del norte: estos vistieron azul y se acomodaron en el inexistente centro-derecha de Aznar el exiguo; están adentro, en el poder al que pensaron haber arribado los del gobierno de empresarios.

A pesar de los arrebatos del señor Espino, versión panista del enano de tapanco, Felipe Calderón es jefe de Gobierno, jefe de Estado y jefe del partido. La misma trilogía del cesarismo sexenal. Ni modo, del poder se trata. A pesar de espinos y abrojos, de que en Aguascalientes la fiebre del infantilismo democrático adquiere visos de rebelión y los diputados proponen defenestrar al gobernador Luis Armando Reynoso Femat por las deudas contraídas, el hoy senador Felipe González se agacha y se va de lado.

Los que vienen de la frontera norte son del PRI: Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. De Bours, lo dicho. De José Reyes Baeza, el sorpresivo equilibrio. De Humberto Moreira, conciencia de clase y federalismo, haber puesto en evidencia la miserable servidumbre del que simuló ser secretario del Trabajo. Quien todavía dude del oficio de tinieblas del potosino, vea los avatares jurídicos y las atinadas respuestas iniciales de Javier Lozano al dilema heredado. Los mineros pagaron su cuota de sangre en Pasta de Conchos a la irresponsabilidad oficial y la soberbia patronal; en Lázaro Cárdenas siguieron las muertes violentas por el torneo de incompetencias. Cuentas pendientes. Aquí hablábamos de la hegemonía del PRI en el norte.

Los del muerto que camina gobiernan, a nombre propio, 17 entidades de la Federación. Y por giro hereditario o vulgar cambio de chaqueta, Baja California Sur con Narciso Agúndez Montaño; Chiapas con Juan Sabines; Guerrero con Zeferino Torreblanca; Michoacán con Lázaro Cárdenas Batel, y Tlaxcala con Héctor Ortiz Ortiz. El que tuvo, retuvo. En Nuevo León, Natividad González Parás, con visión y ambición necesarias para ser factor decisorio; en Tamaulipas, Eugenio Hernández, atento al son de la maestra milagrosa; tanto como algunos que tocan en sordina, como Miguel Osorio Chong en Hidalgo: lo que ve el que vive. Otros hay más allá de la Sierra Gorda: en Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla recibió maquinaria bien aceitada de manos de Juan S. Millán. Ni para dónde hacerse, porque Enrique Jackson es de Sinaloa y apuesta al "acuerdo esencial" sin confundirlo con la unidad por temor a la fractura.

No sería unidad de los opuestos si se redujera a compartir planilla con Beatriz Paredes. Pero hay diferencias de fondo, visiones opuestas de la realidad y de lo que hay que hacer para enfrentar los problemas nacionales, la pobreza, la inequidad, el desempleo, la falta de una política social de estado, concertada y respaldada con el reconocimiento de los nuevos equilibrios de poder. De la terca realidad.

Total, divagaciones, divertimentos de fin de año. Desechado el poder hegemónico, repudiado el determinismo histórico, los que hacen como que hacen política cedieron a la tentación del espectáculo electrónico y optaron por el determinismo histriónico.

Dicen que año de nones, año de dones. Vamos a ver, dijo un ciego.

 
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