Usted está aquí: domingo 31 de diciembre de 2006 Opinión Monopolios y televisión

Antonio Gershenson

Monopolios y televisión

Los monopolios, tradicionalmente, no eran entendidos sólo como empresas o grupos de empresas que acaparan el total, o la parte fundamental, de una rama de la actividad económica, lo cual les permite aumentar los precios por la falta de competencia real. No sólo eso, normalmente se ha tratado de las empresas con mayor tamaño, especialmente en lo económico.

Lo que sucede en el caso de la llamada televisión abierta (o sea, a la que tiene acceso todo el que tiene una televisión, a diferencia de los casos en que el acceso es para usuarios que pagan una cuota por su membresía en la red de que se trate), en nuestro país, y en especial lo que ha pasado recientemente, muestra que en México puede haber, y hay, elementos que resultan más importantes que el tamaño o la fuerza económica. Resulta que el que quiere entrar a competir como el tercer proveedor del servicio de televisión abierta, incluye entre sus socios a la General Electric (GE). Esta corporación es la mayor en su rama (o su rama original, pues abarca ya varias) en Estados Unidos.

Entre las ramas de actividad en las que ahora actúa esta gran empresa, están: turbinas y motores para avión; locomotoras; generadores de electricidad, incluyendo nucleares, termoeléctricas y de viento; plantas desalinizadoras de agua de mar, y purificadoras de agua; electrodomésticos; focos, lámparas y otros artículos para el alumbrado y productos para la industria petrolera.

El recientemente nombrado encargado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, anunció que no se estaba considerando una tercera empresa para la televisión abierta. ¿Por qué los dos consorcios mexicanos de este ramo, ya afianzados como monopolio, ganan tan fácil y tan rápido a otra empresa, mayor que ellas? Este es el tema de este artículo, y es un rasgo muy importante de varios monopolios privados mexicanos. Recordamos que el monopolio puede incluir a una o varias empresas, sobre todo si éstas se ponen de acuerdo entre sí. Por ejemplo, las siete hermanas (de las cuales ahora sólo quedan cuatro) ejercieron durante décadas un monopolio, fijando precios y políticas petroleras.

Es sabido que la televisión abierta apoyó a la derecha durante la pasada campaña electoral y fue instrumento de la guerra sucia contra la izquierda. Cuando se le requirió, cerró sus puertas y sus cámaras a la izquierda. Ya había recibido en premio una reforma a la ley del ramo. Ahora, a las primeras de cambio, recibe el aval a su posición monopólica, incluso frente a una gran empresa trasnacional.

Esta situación, esta relación entre algunas empresas y altos funcionarios públicos, no es sólo de ahora o de estos años. En los pasados dos años adoptó formas muy notorias, pero el fenómeno viene de muy atrás. Sin esta relación especial no se explican, por ejemplo, el rescate bancario y el Fobraproa­IPAB.

El enriquecimiento de unas cuantas empresas e incluso personas beneficiadas es tal que les alcanza para mostrar ampliamente su agradecimiento a los funcionarios que los beneficiaron. Es frecuente que dentro de este medio privilegiado de funcionarios y multimillonarios, se den favores o incluso intercambios de favores.

Hasta el momento, y con la declaración del mencionado secretario, el monopolio televisivo mexicano va ganando. Va conservando su monopolio, sin restricción alguna. La GE ha declarado que seguirá insistiendo en su propia red de televisión abierta. Y, claro, cuenta con sus propios mecanismos y sus propias fuerzas. Pero en este caso, estamos viendo las peculiaridades de estos monopolios que, en nuestro país, deben buena parte de su fuerza a que están íntimamente ligados a funcionarios del más alto nivel.

 
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