Usted está aquí: viernes 22 de diciembre de 2006 Opinión Tensiones navideñas

Gabriela Rodríguez

Tensiones navideñas

Esta Navidad las tensiones alcanzan un punto máximo: vemos frente a nuestros ojos que los poderes fácticos del dinero y la fuerza se han impuesto. El Estado ya no puede ser mediador, el sistema no puede soportar las resistencias no institucionalizadas que engendró. Las contradicciones vulneran la armonía social, el sistema admite menos posibilidades de resolver problemas que las requeridas para mantenerse en el poder: fraude electoral, represión, corrupción y pago ilegítimo de favores. Brillan por su ausencia los funcionarios públicos de la Federacion a quienes les interese la calidad salarial, la educación o la salud del pueblo.

La política ha dejado de ser un terreno exclusivo del poder y del Estado; los movimientos emergentes recuperan el espacio entre la sociedad y el complejo institucional. Movilizaciones sociales abren nuevas rutas para compensar la falta de respuesta institucional a las necesidades, se reafirman expresiones de libertad a través de expresiones plurales, diversas. La movilización solidaria se ha expresado en marchas de protesta como la ocurrida contra el recorte del presupuesto a educacion y cultura, así como en actos de resistencia civil pacífica contra el fraude electoral y las imposiciones en Oaxaca. La represión de Estado ha sido la reacción a los últimos, a los caminos que buscan el verdadero cambio.

Se está en un punto de inflexión frente a un mal incierto; como un organismo viviente, la sociedad se ha enfermado y nadie sabe si las fuerzas de recuperación conseguirán nuevamente la salud: o sucumben las células o se activan los anticuerpos, pero mientras tanto hay que sostener la vida soportando dolores insuprimibles. Entre lo que más duele está la pobreza y la impotencia para reconquistar las libertades. El estado de desamparo y de necesidades de protección frente a un futuro con condiciones de vida limitantes y complejas marañas nos exige tomar distancia.

La libertad festeja la capacidad de elegir según los propios deseos y ha sido deificada dentro de una gran Trinidad Secular, forma una sola unidad inseparable con la igualdad y la solidaridad, tres ideales que en tres siglos dieron sentido a los procesos de modernización y racionalización de las sociedades.

Son ciertas formas de libertad las que perdimos con el empoderamiento de la nueva derecha, con la internacional y la local, con el PAN. La libertad de elegir y de expresión, libertades que dieron contenido a los principios democráticos y a la conformación institucional de la voluntad colectiva. Procesos que explican actualmente la identidad como parte de la pertenencia a grupos definidos: los que niegan la imposicion, los que creen que pueden influir en los poderosos y los que han asumido el camino de la resistencia civil; hoy chocan, como nunca, estas posiciones polarizadas.

Al concepto de libertad se le impone actualmente el de "exceso", exploración que refleja esa sensación de insatisfacción y constante búsqueda de cosas nuevas, de experimentación política con el cuerpo y con la cabeza. Los códigos no necesariamente responden a creencias o valores ideológicos, sino a gustos.

La resistencia es el camino más esperanzador, sólo los ingenuos discuten proyectos para mejorar las estructuras, quien no asume la inautenticidad de las instituciones abona a la continuidad. Hay quienes tenemos pretensiones de autonomía y expectativas de autenticidad, no tanto a través de mecanismos de interlocución gubernamental o del diálogo formal con la familia, la Iglesia o las instituciones estatales, sino mediante actos de resistencia, de desobediencia civil y de estilos de vida contemporánea que se reconstruyen cada día. La vida como experimentación permanente es lo que algunos entendemos como ejercicio de las libertades.

El ideal de la solidaridad puede montarse sobre redes, organizaciones de la sociedad civil y movilizaciones de resistencia. Porque la igualdad cobra sentido de identidad, y no tanto de no discriminación. Pero en el reconocimiento de los otros como "uno mismo" también aumenta la aceptación de lo diferente: el que reconoce a otro presidente, el que habla una lengua indígena, el que viste distinto, el de otras preferencias sexuales, el que tiene otro código moral. La diversidad podría aparecer como un ideal de vanguardia política, un insumo del siglo XXI que puede acompañar a los de libertad, igualdad y solidaridad, si hubiera necesidad de profanar lo sagrado y configurar una Santísima Cuadridad.

Pero el descrédito a las instituciones y la indiferencia a las normas han convertido a la movilizacion social y a la desobediencia civil en puertas privilegiadas de la libertad y de la realización de los deseos, ilusiones para el año nuevo: que lo ideal se vuelva real y la mentira, verdad.

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