Usted está aquí: miércoles 20 de diciembre de 2006 Política "Nos golpearon y encerraron, pero nunca nos callaron; la cárcel ya no me da miedo"

Una de las mujeres detenidas en Oaxaca y enviadas a Nayarit narra el maltrato de policías

"Nos golpearon y encerraron, pero nunca nos callaron; la cárcel ya no me da miedo"

JAIME AVILES

Ampliar la imagen El ex palacio de gobierno de Oaxaca fue cercado para que el gobernador tomara la protesta a los integrantes de la comisión especial para la reforma del estado, de la cual el ex senador perredista Héctor Sánchez será el secretario técnico Foto: Ezequiel Leyva

Edith Coca Soriano, bióloga y estudiante de posgrado de 30 años de edad, es una víctima más de las razias que la Policía Federal Preventiva (PFP) y otras corporaciones efectuaron el sábado 25 de noviembre en el centro histórico de Oaxaca. A ella no la capturó la PFP y, sin embargo, también fue golpeada y torturada sicológicamente, pero lo que más le dolió, como se puede leer en su testimonio, es que la hayan rapado porque tenía 12 años sin cortarse el pelo y estaba orgullosa de su larguísima cabellera que le colgaba hasta las piernas.

El día de los hechos, que marca un antes y un después en la lucha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), ella se encontraba en un lugar llamado El Pochote cuando, alrededor de las 20:30 horas, la rodeó un grupo de "policías vestidos de azul; uno me golpeó la cabeza y me tiró al suelo y me dio muchas patadas; luego me arrastró hasta la camioneta" donde había otras mujeres, a quienes, agrega, también "les pegaban a la cabeza".

De ese sitio, las mujeres fueron conducidas al parque El Llano, "donde nos bajaron a todas, nos tomaron muchas fotos, nos pidieron nombre, dirección y edad, y les dimos esos datos como 10 veces o más a personas diferentes". Luego, "nos subieron a otras camionetas y nos llevaron a un lugar que no conocía, pero me dijeron que eran 'los hangares', nos preguntaron de nuevo nombre y dirección, y nos dijeron muchas cosas ofensivas y que nos iban a violar". Pero, entonces, Edith descubrió que esos policías "eran unos incultos porque nos decían que para qué queríamos que el Che (Guevara) fuera presidente".

Más tarde, la comitiva llegó a un cuartel. Edith reconoce que sintió "mucho miedo, pensé que ahí sí nos iban a violar o a torturar", pero sólo cambiaron de custodios y los nuevos abordaron las camionetas y las insultaron con renovados bríos mientras las escoltaban hasta la cárcel de Miahuatlán.

Durante el viaje, "uno de los policías trató de tocarme los senos, pero yo pegué los brazos a mi cuerpo y no insistió mucho. Cuando llegamos a Miahuatlán supe que no nos iban a torturar, porque nos trataron bien; me dejaron sacar mi suéter de la mochila porque hacía mucho frío y ahí fue donde me di cuenta que no estaba mi cámara fotográfica."

En su testimonio, entregado en el penal de San José del Rincón, el pasado miércoles 5 de diciembre a Yésica Sánchez, presidenta de la sección Oaxaca de la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), Edith Coca Soriano se identifica como una mujer casada, sin hijos, nacida en el Distrito Federal, bióloga de profesión que estudia actualmente una maestría en ciencias con especialización en "productividad de agrosistemas".

Luego de declararse inocente de todos los delitos que se le imputan ­"me acusan de sedición y daño a moteles de Oaxaca y a la (línea de autobuses) ADO"­, reivindica su condición de luchadora en contra de la injusticia que está padeciendo, ahora que está próxima a cumplir un mes detrás de las rejas.

Relata que luego de pasar casi 48 horas, sin comer ni beber, excepto un poco de agua, en el penal de Miahuatlán, la mañana del lunes 27 de noviembre "llegó la PFP a recogernos: nos subieron a un helicóptero y nos torturaron sicológicamente diciéndonos que íbamos a Veracruz y que nos iban a tirar al mar". Obviamente no fue así. El aparato aterrizó en el aeropuerto de Oaxaca y los presos fueron introducidos en un avión que tardó mucho tiempo en despegar.

Cuando esto ocurrió, ella se quedó dormida pensando que volaban rumbo a la ciudad de México y cuando despertó era ya de noche y vio un edificio con un letrero que decía "Universidad California" (sic). "No supe dónde estábamos y no nos querían decir. Nos trajeron (a la cárcel en) un autobús y nos dijeron que a todo teníamos que contestar sí, señor, no, señor, y que estábamos en un penal de máxima seguridad", lo que no era cierto.

Al amanecer del martes 28, sin mediar explicación alguna, fue rapada. Eso, lo acepta, fue lo que más le dolió. "Nos bajaron de dos en dos y nos cortaron nuestro cabello; nos lo mutilaron", denuncia. El suyo era tan largo que le colgaba hasta las piernas. "Doce años me tardó en crecer; lo tenía hasta debajo de las asentaderas y sin más me lo cortaron".

Pero fue hasta el día siguiente, miércoles 29, cuando "nos pasaron a juzgados y nos dijeron dónde estábamos": o sea, en la cárcel de mediana seguridad de San José del Rincón, Nayarit, donde no le habían permitido cambiarse de ropa, al menos hasta el pasado viernes 15 de diciembre, cuando 45 de los 141 integrantes de ese grupo de presos quedaron en libertad por "desvanecimiento de datos".

Presa hoy todavía, Edith Coca Soriano había señalado semanas atrás en sus declaraciones a la representante de la Limeddh: "No me han dejado hablar con ningún abogado, pero le quiero decir a la gente de afuera que nos golpearon y nos encerraron, pero nunca nos callaron, y que si hay injusticias alzaré mi voz; la cárcel ya no me da miedo, ya sé cómo es y saldré muy fortalecida porque sé que de aquí nos van a sacar las acciones que organicen nuestros familiares y amigos".

 
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