Usted está aquí: martes 19 de diciembre de 2006 Cultura En la apoteosis por Mozart, Shostakovich y Beethoven una goya cimbró el ambiente

Atrilistas, trabajadores de la cultura y universitarios celebraron tres aniversarios

En la apoteosis por Mozart, Shostakovich y Beethoven una goya cimbró el ambiente

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Atrilistas de la Filarmónica de la UNAM, con el público, corean un goya universitario luego de apagar las velas del pastel por el cumpleaños 70 de esa orquesta, el trigésimo aniversario de la Sala Nezahualcóyotl, casa de ellos y de los melómanos universitarios, y un cuarto de siglo de su hermana, la Sala Carlos Chávez. El humo de las velas del pastel todavía contenían el eco de Las Mañanitas, que los atrilistas hicieron sonar luego de dar vida a una sinfonía de Beethoven Foto: Lorena Alcaraz

La Sala de Conciertos Nezahualcóyotl tuvo su pastel y sus Mañanitas en su cumpleaños.

Eran las 14:15 horas de este domingo 16 cuando los aplausos, alaridos, vítores del público que abarrotaban las localidades de una de las mejores salas de conciertos del planeta, llovían sobre el director, Daniel Boico y sobre los atrilistas de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) que por cierto festejaba así también sus primeros 70 años de edad.

El momento no podía ser más apoteósico. Y sin embargo lo fue. El encore, bis o pieza de regalo, esa ñapa que suelen ofrecer las orquestas cuando el concierto terminó más que satisfactoriamente y el público quiere más, fue el momento del desbordamiento emotivo más reciente en esta Sala bellísima, tan preñada de emociones y apoteosis emotivas en los pasados 30 años. Este instrumento musical, pues una buena sala de conciertos es un instrumento que suena y debe cuidarse y tratarse con el esmero con el que se trata a un violín, un violonchelo, un piano, ha logrado una afinación espléndida en su todavía joven vida de conciertos.

Como una sorpresa digna de la mejor fiesta de cumpleaños, los músicos interpretaron con los mismos instrumentos con los que habían dado vida a la Séptima Sinfonía de Beethoven, las tradicionales Mañanitas mexicanas y en ese momento algunos de los trabajadores que han hecho posible las recientes tres décadas de la Sala Nezahualcóyotl aparecieron por la puerta de donde suelen emerger los músicos y en lugar de instrumentos, en lugar de un piano, arrastraban sobre ruedas un enorme pastel con sus velas encendidas y el velamen lucía las tres postales conmemorativas, en versión comestible, postales impresas que venían inteligentemente alojadas como en vientre de canguro en las segundas y terceras de forros del exquisito programa de mano conmemorativo, diseños e impresos todos que serán atesorados como documentos de cuando México celebró el primer cuarto de siglo de la Sala Carlos Chávez, el trigésimo cumpleaños de la Sala Nezahualcóyotl y el día en que la OFUNAM se hizo septuagenaria.

El programa del domingo fue, además, el de clausura de temporada de la OFUNAM. Las mismas obras se habían escuchado unas horas antes, la noche del sábado, con un público embelesado y entre quienes figuró el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente.

Cierre del Año Mozart

Inició el concierto con Recordare, partitura plena de colorido, percusión e ideas de cuño corriente en Europa, escrita por la compositora mexicana Hilda Paredes. Obra encargada por la Dirección de Música de la UNAM para cerrar el Año Mozart, en ocasión de los dos siglos y medio de existencia espiritual de Volfi. Siguió con el prodigioso Concierto 1 para piano, trompeta y cuerdas de Dmitri Shostakovich, en la celebración de sus primeros cien años. Y culminó con alaridos de júbilo entre el público con la Séptima Sinfonía de Beethoven.

En el concierto del domingo la dosis de emoción aumentó considerablemente. Las obras sonaron con mayor intensidad, las butacas lucían pletóricas y al final del intermedio se realizó una ceremonia plena de significados. Entre otras cosas, se reconoció el trabajo de quienes han laborado 30 y 25 años en esas salas, tanto músicos de fila como trabajadores anónimos.

Este tipo de reconocimientos enaltece a los premiadores.

En el brindis con los músicos y trabajadores de cultura de la máxima casa de estudios hizo uso de la palabra la gran escritora Margarita Castillo, quien es la voz de la OFUNAM y de las actividades de la Dirección de Música de la UNAM, y de todos conocida porque también es la voz de Radio UNAM, además de una trabajadora cultural admirable y plena de talento y honestidad.

Dio nuevamente en el blanco Margarita: ''Los cimientos de estos recintos los abonó la naturaleza; pero, la construcción de las paredes y techos fue ejecutada por albañiles, las notas que se interpretan en estas salas las hacen sonar los músicos y el buen trabajo de su personal lo decide la conciencia que tengan ellos del mismo. Es esperanzador saber que el cambio verdadero en el devenir de la historia lo produce fundamentalmente la suma del esfuerzo cotidiano de las personas sencillas".

Y en efecto, la hazaña titánica, admirable, amorosa y dedicada del equipo de trabajo, igualmente anónimo pero precisamente por eso el que mayor reconocimiento merece, por el acto de amor que implica, y que hizo posible este festejo tan significativo, consistió además del diseño de la imagen institucional, su difusión y consolidación, y una suma de detalles inumerables pero todos cumplidos con fervor y profesionalismo ejemplares, también incluyó el montaje de una exposición en el vestíbulo de la Sala Nezahualcóyotl, donde destacan las fotografías de Lorena Alcaraz, quien plasmó el alma y los retratos de todos estos trabajadores de la cultura. Algunos de ellos, entre quienes figura el arquitecto Arcadio Artis, quien proyectó la Sala Nezahualcóyotl, recibieron diplomas de manos del doctor Gerardo Estrada, titular de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, quien hizo honor al mencionar a Eduardo Mata, artífice de esta orquesta y esta Sala y a la felicidad que nos inunda a todos los melómanos por estas celebraciones tan hermosas, tanto que al final, algunos de nosotros con lágrimas de felicidad en las mejillas, con la doble y noble condición de melómanos y universitarios entonamos con los músicos una rotunda gooooooyá, goooooyá, cachúncachún rá rá, cachúncachún rá rá, gooooooyá, Universidáááádddd.

 
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