Usted está aquí: martes 12 de diciembre de 2006 Cultura Museo Cuevas: Irma Palacios

Teresa del Conde

Museo Cuevas: Irma Palacios

Una selección de 29 pinturas recientes integran la exposición Horizontes de arena, de Irma Palacios. Comparada con la titulada Sobre papel y presentada hará un par de años en la Casa de la Primera Imprenta de América (UAM) aquélla representa un nuevo viraje de la autora dirigido a enaltecer el óleo sobre tela. Sugiere un abandono, aunque parcial, de ciertos pattern que en aquella prevalecieron, destinados a ofrecer protagonismo al uso principal que tiene el papel: la escritura. Los signos que entonces deambulaban, con frecuencia combinados, aludían al remoto origen del papel y de la escritura.

La muestra actual de algún modo es también temática, lo es medinate la idea inicial que la animó: una visita al Museo del Desierto, en Saltillo, que mucho es lo que impresiona a cualquiera, si se conocen las alboradas o los atardeceres desérticos, cuando el aire forma dunas, remolinos o hace caer porciones de organismos que antes fueron hojas, ramitas secas o simplemente basura. Los títulos de los cuadros aluden a estas cuestiones.

En la pintura de formato cuadrado con la que se inicia el recorrido, los remolinos se forman en un ambiente rojizo y el que le está adjunto, de tono predominantemente verde amarillento, introduce a una de las gamas que la pintora ha preferido en esta ocasión, en contraste complementario con los colores cobrizos que hacen evocar las Batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Asidua lectora de poesía, esta artista parece seguir una famosa frase de José Clemente Orozco: ''una pintura es un poema y nada más" .

Su reconocimiento y contiguo paladeo de la pintura de todos los tiempos: desde Altamira o Bonampak hasta la Frankenthaler, Mark Tobey o Morris Louis, pasando por Turner y por el último Monet, ha provocado, creo, que retome procedimientos esencialmente pictóricos poniendo en entredicho un reciente decir de Gabriel Orozco: que la pintura se estancó o se esterilizó. Cada artista mediante su trabajo tiene derecho a perseguir lo que sus aspiraciones le indiquen y Palacios, como en otras ocasiones, pero de manera distinta, vuelve a esos elementos y fenómenos de la naturaleza que otrora ha perseguido, actualmente no es el fuego o la lava, es algo tan delicado o prístino como un aire que acciona sobre lo que encuentra.

Los trazos lineales, en ángulo o ligeramente curvos en varias piezas danzan al ritmo que les impone una imaginaria ventolera, por ejemplo en Escritura de viento. En este y otros cuadros el espectador se percata de la ausencia del negro, que pudo haberse convertido en una tentación al aglomerar líneas ligerísimas que pueden descender en diagonal, incluso siguiendo una línea de fuga que se encuentra más allá de los límites del cuadro, provocando efecto de perspectiva que resulta inédito en su quehacer. Así sucede en Viento rojo. El rojo aquí es una ilusión, dista de ser el rojo o el bermellón que se utilizaría para aludir a los geranios en flor, con la sutileza que le es propia, ella se vale de sienas y tonos naranjas para crear una atmósfera rojiza agitada por viento en picada.

No ha rehuido la definición neta. En el vestíbulo de techo alto que antecede a la tercer sala, se exhibe el único cuadro que evita tonos luminosos o claros: Arenas oscuras. Allí plantó en la parte inferior una piedra casi realizada en trompé l'oeil.

Intriga al espectador la variedad de recursos, utilizados con sabiduría, que dan como resultado varias opciones. Tormenta de arenas ofrece distribución de elementos a partir, me parece, de plantillas, desleídos en sus bordes en los que usó tonos ultramarinos que contrastan de manera drástica con el trabajado fondo en ocres rosados. Sucede exactamente lo contrario con Paseos de arenas, trabajado exclusivamente en tonalidades claras, sin llegar al blanco puro. Aquí es la arremolinada dirección de la pincelada la que hace el efecto de tránsito.

Hay también ''puntillismo" (no a la manera de Seurat) en algunas composiciones, como en Perlas de arena, con dejo de acento gráfico que también se deja sentir en Espejismo matinal. En Silencios de arena hay tres formas circunscritas, firmemente delineadas y texturadas que juegan con el efecto velado, amarillento del resto de la composición.

Espejismo mineral guarda pocos nexos con una del mismo título de época precedente: aquí nueve ovoides descienden y se estrellan en un fondo de trazos de sugerencia dorada. En ninguna pieza empleó color metálico y, sin embargo, la idea de la plata (por medio de grises realzados), del cobre o del oro es patente mediante dosificaciones aplicadas a zonas minúsculas. Si el lector gusta de la pintura, visite la exposición, verá que goza de cabal salud, por lo menos en ciertos casos, lo que no quiere decir que vaya a eludir el ocuparme de Gabriel Orozco.

 
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