Usted está aquí: domingo 10 de diciembre de 2006 Economía ¿Cómo financiar el desarrollo energético?

José Antonio Rojas Nieto

¿Cómo financiar el desarrollo energético?

Sí, al menos cinco líneas de trabajo se imponen ­de manera urgente­ en el área energética: 1) Recuperación del volumen de reservas y de producción de petróleo, pues ya vivimos una fase de costo creciente y descenso en la producción, que pone en riesgo el abasto e implica la caída de la renta petrolera, por lo que pronto podríamos vivir no sólo desabasto sino una aguda crisis fiscal.

2) Ampliación sostenida de reservas y de capacidad de producción de gas natural, frente a una demanda creciente que se puede convertir en un severo problema no sólo financiero sino de seguridad energética

3) Fortalecimiento de las capacidades de refinación y petroquímica frente a una dinámica insostenible de importación de petrolíferos

4) Expansión de un sector eléctrico que vive una delicada sobre-inversión, a pesar de importantes ritmos de consumo y urgente exigencia de mayor calidad y seguridad en el abasto de sus combustibles, pero también de acceso a formas alternativas, renovables y limpias de generación.

5) Freno y reversión virtuosa del altamente dispendioso patrón de consumo de energía fósil en el sector transporte, que trae aparejado no sólo el desperdicio de combustibles, sino el creciente deterioro ambiental.

Y ­en descargo de mi omisión en la nota anterior­ menciono tres más: 1) Urgente superación del aparente y formal respeto a las comunidades afectadas por las obras de los sectores petrolero y eléctrico, y apertura ­anticipada y oportuna, cargada de paciencia, sinceridad y auténtico respeto a las comunidades y al medio ambiente­ de procesos transparentes de negociación y búsqueda de consenso que permitan ­inclusive con modificaciones de los proyectos originales­ alentar la realización de obras de interés colectivo, como pozos de exploración y explotación de petróleo y gas, refinerías, poliductos, centrales generadoras, líneas de transmisión, entre otras.

2) Similarmente urgente revisión del esquema de precios y tarifas de los bienes y servicios de los sectores petrolero y eléctrico, que suponen una nueva base fiscal tanto para el sector petrolero como el eléctrico, en orden a permitir que estas empresas sostengan su capacidad de inversión para ampliar su base productiva, como lo dictan las leyes reglamentarias del 27 constitucional en materia petrolera y eléctrica.

3) Finalmente, pero no menos importante (como se usa hoy decir), el delicadísimo problema de las pensiones de los trabajadores petroleros y electricistas, cuyos fondos deben ser ­como se ha mostrado desde hace algunos años­ no sólo recuperados sino restructurados y fortalecidos.

Estas líneas de urgencia sobresalen por el panorama que dejó el anterior sexenio en el terreno de las formas, mecanismos y procesos de financiamiento del desarrollo energético nacional. Nunca olvidemos que en el mismísimo Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide), de junio de 2002 ­presentado en Los Pinos por Vicente Fox y Francisco Gil, y elaborado por Agustín Carstens, entonces subsecretario del ramo­, ofreció formas de financiamiento que garantizarían, al menos, un crecimiento económico anual de 2.5 por ciento para los años 2001 a 2006, el del escenario inercial, para no hablar del de cambio estructural que prometía 3.95 por ciento, con 7.0 por ciento en 2006.

Esto era posible ­se aseguraba­ inclusive con moderadísimo precio internacional de nuestro petróleo: sólo 17 dólares por barril en promedio para el sexenio, lo que permitiría captar cerca de 103 mil millones de dólares corrientes por concepto de derechos de extracción de hidrocarburos, renta petrolera suficiente para soportar un gasto gubernamental capaz de apoyar la obtención de ese crecimiento inercial de la economía. La realidad fue distinta. Muy distinta.

En el sexenio, el precio del petróleo mexicano promedió 32 dólares corrientes por barril (15 más de lo señalado en Pronafide). Y la renta petrolera captada por Hacienda en todo el sexenio llegó a los 185 mil millones de dólares también corrientes. La pregunta inmediata es la siguiente: ¿Por qué si se captaron 85 mil millones de dólares más por la comercialización de estos recursos nacionales estratégicos, el esquema de financiamiento del desarrollo energético falló (los indicadores lo muestran) y el crecimiento económico apenas alcanzó 1.99 por ciento en promedio en el sexenio? ¿Por qué, alternativamente, se accedió a fondos Pidiregas, con tasa de descuento (costo financiero) superior, no menor a 10 por ciento y a veces de 12 y hasta 15, cuando la tasa de descuento de nuestros vecinos registró los niveles más bajos ­inclusive negativos­ de su historia? ¿Por qué? Nuestro crecimiento anual real del sexenio fue medio punto inferior al del escenario base supuesto, el llamado inercial. Y casi dos puntos anuales por debajo del optimista, el que suponía ­como todos sabemos­ las tan llevadas y traídas reformas estructurales. Claro que ese escenario inercial, planteado por Pronafide como el más probable, el más seguro, el ineludible si no había reforma laboral y reforma energética, suponía que la capacidad de ahorro interno se conservaría en 18 por ciento. Bueno, pues esta registró un promedio sexenal de casi 20 por ciento y, sin embargo, las metas de crecimiento fallaron...y nuestro sector energético se deterioró aún más.

Aquí, entonces, la pregunta central del momento: ¿en qué orden se seguirán las obras prioritarias del sector energético y cómo se van a financiar, para fortalecerlo? Tres preguntas: 1) ¿de nuevo con Pidiregas, que han demostrado tener costos financieros muy superiores a los del mercado y que ya cargan severamente la deuda pública?; 2) ¿compartiendo el uso, goce y disfrute de nuestros cada vez más limitados y caros recursos nacionales?; 3) ¿con financiamiento propio derivado de una renta petrolera que no se comparta ni con privados, ni con gobiernos estatales ambiciosos, como se hizo este sexenio en el que las participaciones a los gobiernos de los estados llegaron a niveles históricos, sobre todo en los dos últimos años, los de las elecciones? La pregunta está en el aire. Nada, absolutamente nada de lo prioritario en el terreno energético se podrá impulsar a fondo si no hay respuesta nítida al problema del financiamiento del desarrollo energético. De verdad que nada.

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