Usted está aquí: jueves 7 de diciembre de 2006 Política "Se nos persigue nomás por pedir justicia", relata un chinanteco

Relata el trato sufrido por un hermano, preso hace meses

"Se nos persigue nomás por pedir justicia", relata un chinanteco

KARINA AVILES

Gaudencio Torres, indígena chinanteco, es integrante de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Habla mucho de su tierra: es una loma "que sube y que baja", donde él y su hermano Catarino, "nomás por exigir justicia", son perseguidos.

Gaudencio está afuera y su hermano Catarino Torres, uno de los principales líderes de la APPO, ya lleva meses recluido en el penal del Altiplano por cinco presuntos delitos: despojo, robo calificado, robo de vehículo, privación ilegal de la libertad y motín.

Aunque fue dictada su libertad por cuatro de los cargos, la Procuraduría General de la República (PGR) se inconformó para que por uno de ellos, el de motín, no alcanzara fianza y de esa forma siguiera retenido, según Gaudencio.

Cuenta que su hermano y él crecieron en El Cacahuatal, municipio de San Lucas Ojitlán: "Allí se cría pollo, cerdo y guajolote de forma natural. No se les da otra clase de alimentos. También se caza el tejón, el mazate, el mapache y hay dos o tres leones y unas víboras malas".

Allí "nací yo y allí nació mi hermano". En los años setenta el pueblo fue arruinado: 80 mil hectáreas quedaron afectadas para que el gobierno construyera una presa a cambio de darles casa, carreteras, escuelas y luz, "pero nada hubo".

Por eso él y Catarino se pusieron a exigir "justicia" y beneficios comunes para los mil habitantes de El Cacahuatal, porque la única tierra que les quedó "buena" es la de la loma, "donde no llegó el agua".

Gaudencio dice que este gobierno es un "represor y asesino, que con tal de mantener el poder es capaz de todo". Felipe Calderón, considera este chinanteco, es un "chabuche (gente de corazón malo)".

El, como la maestra María, dicen que van a contar a sus pueblos todo sobre este gobierno "represor" que acaba de llegar. El maestro rural, piensa esta mujer de gran melena, tiene la gran responsabilidad de llevar a las aulas la verdad de la historia.

La ventaja del maestro de los pueblos, considera, es "que somos caminantes y podemos llevar a los estudiantes las narraciones de lo que hoy pasa en este país". Ella contará a sus alumnos del movimiento de la convención nacional democrática, encabezada por Andrés Manuel López Obrador; les enseñará con juegos didácticos que "no necesariamente gana el mejor, sino que puede haber trampa", y les dirá "lo que alcancé a ver en todas partes y no mi impresión personal".

Y son ellos, los niños y los jóvenes, los que "van a escribir la historia, porque la están viviendo. Tienen clases vivas". Ellos ven cómo llegan los policías a las escuelas para llevarse a sus maestros; ellos han visto la agresión y son ellos también los que en los homenajes a la bandera no pueden quedarse en silencio y gritan: "¡Ulises ya cayó!..."

No obstante la "cacería de brujas" en su contra, María dice que no pueden seguir callados ni escondidos: "Esta violencia de no ser libres de transitar, de estar atemorizados en las escuelas, el no poder ir a comprar a la tienda de la esquina, es el verdadero mensaje de Felipe Calderón".

Hay otros profesores que desde sus pueblos también manifiestan su solidaridad con los appistas: vinieron de Tepatepec, Hidalgo ­famoso por sus gorditas de chicharrón, de sesos, de quelites y de gualumbos­, a esta capital para reclamar, junto con sus compañeros, "la salida del Ejército, de la policía, así como el cese de las persecuciones, las detenciones y los encarcelamientos de los oaxaqueños".

 
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