Usted está aquí: miércoles 6 de diciembre de 2006 Cultura Gabriel Orozco guía a La Jornada ''por el vaciamiento de su ego''

Amplia exposición del artista en el Museo Nacional del Palacio de Bellas Artes

Gabriel Orozco guía a La Jornada ''por el vaciamiento de su ego''

Reúne cerca de 140 creaciones, entre escultura, dibujo, fotografía, pintura e instalación

Ocupa ocho salas de ese recinto cultural y el visitante es recibido por su obra Estela

MERRY MACMASTERS

Ampliar la imagen Gabriel Orozco, con algunas de sus obras, durante la visita guiada para La Jornada en el Museo del Palacio de Bellas Artes Foto: Marco Peláez

Armado de un carboncillo en cada mano, Gabriel Orozco extendió sus brazos y dibujó dos semicírculos sobre la gran pared blanca de la Sala Nacional del Museo del Palacio de Bellas Artes.

El dibujo Estela, que se alza sobre la pieza Piedra que cede, recibe al visitante de la exposición Gabriel Orozco, que reúne alrededor de 140 obras, entre escultura, dibujo, fotografía, pintura e instalación, montada en las ocho salas del máximo recinto cultural del país.

¿Qué es lo que el artista quiere manifestar al espectador? La Sala Nacional, expresa Orozco, tiene ''ese peso de un lugar donde se define culturalmente un país. Entonces, tal vez plantear esa cosa como la idea de un ser nacional y qué es en este momento, es interesante. Esta sala de algún modo trata de reflexionar al respecto. Por eso es tan importante este centro en mi exposición".

Al final del recorrido por la muestra, Orozco retoma le pregunta inicial. El binomio central de la Sala Nacional, Estela y Piedra que cede, encierra ''mucho de lo que para mí puede ser una definición del ser. Ya si es el ser nacional o internacional es secundario. Pero sí, la idea de un ser o un individuo, su escala, su interacción con el paisaje, el mundo que lo rodea, a su propio cuerpo, y tal vez esa noción de vacío allí es importante, en el sentido de vaciarse para poder tener una experiencia más intensa y desprejuiciada con la realidad".

Multiplicidad de técnicas

Orozco procura ''ese vaciamiento del ego, del prejuicio para que el momento de contacto con lo real sea más iluminador, más intenso, que se vea enriquecido por una relación dialéctica entre el individuo y lo que lo rodea, en mi caso yo haciendo mi trabajo. Eso es lo que va definiendo no sé si llamarlo un estilo artístico, pero sí una manera de ver el mundo, de actuar, donde uso muchas técnicas diferentes.

''Pero siempre está ese individuo definiéndose en su vaciamento en relación con sus encuentros con la realidad, tratando además de que ellos sean siempre de algún modo nuevos, porque no tienen prejuicios, no tienen una noción de territorialidad o de conquista o de represión hacia lo real, sino al revés: tratar de dialogar con ello. Así uno se va definiendo, construyéndose cotidianamente como individuo.

''La suma de todo eso es lo que construye finalmente las naciones. Por eso espero que esa pieza en la Sala Nacional tenga ese peso, ese sentido, que se entienda el gesto que está allí.''

De acuerdo con la curaduría de Patrick Charpenel, la Sala Nacional alberga obras que tienen que ver con el cuerpo humano y la geometría. Con ese propósito se logró que el Museo de Arte de Filadelfia prestara la obra tal vez más emblemática de Orozco: Papalotes negros (1997), que es un cráneo con dibujos geométricos.

Para Mercedes Iturbe, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes, será díficil que la pieza vuelva a venir a México, por ser la que más se solicita en préstamo al museo estadunidense.

También está otra creación de Orozco muy conocida: Mis manos son mi corazón (1991), realizada por el artista al presionar terracota entre sus manos. No podrían faltar sus mesas de trabajo, con una heterogeneidad de objetos, desde sus escudos del Partido Comunista, muy ordenados, eso sí, amén de dibujos y fotografías.

La Sala Diego Rivera parece haberse encogido con la colocación del pabellón de madera Sombras entre aros de aire, presentado en la Bienal de Venecia de 2003. Esta pieza arquitectónica, al hacerse en madera, aparte de tratarse como una escultura, también se convierte en maqueta, pero a escala de 1:1.

Entonces, la pieza concebida originalmente por el arquitecto Carlos Carpa como un pabellón para escultura, sigue funcionando como tal, porque el cuarto también contiene objetos de Orozco, así como fotografías que tienen que ver con la arquitectura, es decir, de intervenciones o de espacios encontrados por el artista.

Las salas del piso superior muestran sus cuadernos de trabajo, y las distintas vertientes que ha seguido su obra sobre papel; su rencuentro con la pintura, después de negar ser pintor; la obra Mi mano es la memoria del espacio (1991), un abanico de miles de cucharitas de madera para comer helado, y un espacio que combina esculturas en terracota con fotografías.

Espumas colgantes

Para Gabriel Orozco la idea de considerarse escultor queda ''muy clara" en la Sala José Clemente Orozco. El artista suele decir que, como fotógrafo, ''actúo como escultor". Aunque emplea la fotografía, siente que es ''una investigación escultórica en fotografía".

En la planta baja la Sala Justino Fernández se redujo y se neutralizó para alojar sus ''espumas" colgantes, hechas con poliuretano expansivo del que se usa en construcciones para sellar. Al mezclarse, explica el expositor, empieza a expandirse como una burbuja hasta que muy rápidamente se seca y se detiene la reacción química. Son piezas que Orozco vació sobre látex, hamacas, entre otros ''recipientes", lo que hace ''estos escurrimientos que, luego, uno sobre otro, generan conexiones muy raras".

También ha colocado tres dibujos hechos en 1983, cuyas formas se relacionan con las espumas.

La última sala, la Paul Westheim, tiene que ver en gran medida con un proyecto personal de Gabriel Orozco, la construcción de una casa en la costa de Oaxaca, cuyo punto de partida es el observatorio de Jantar Mantar, en Nueva Delhi, caído en desuso, que el artista conoció en 1997.

Gabriel Orozco se abrió el pasado 29 de noviembre y concluirá el próximo 25 de febrero.

 
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