Usted está aquí: miércoles 29 de noviembre de 2006 Política Benedicto XVI en Turquía, prueba de fuego

Bernardo Barranco V.

Benedicto XVI en Turquía, prueba de fuego

Benedicto XVI tiene todo para ganar en este crítico viaje a Turquía. La visita es, sin duda, un compromiso de los más riesgosos que pontífice alguno haya afrontado desde esta modalidad moderna de las visitas pastorales que instauró Paulo VI en los años 60 del siglo pasado.

Joseph Ratzinger es un Papa impopular en el mundo musulmán, ya que ha sido estigmatizado por los núcleos radicales islamistas como un Papa "cruzado", aliado de los intereses de Occidente, en particular de Estados Unidos. A raíz de su ponencia en Ratisbona, pasa como un personaje crítico de un supuesto Islam que realiza proselitismo mediante la violencia. Por las posturas contrarias del entonces cardenal Ratzinger al ingreso de Turquía a la Unión Europea, hoy llegará a ese país bajo muchas presiones y con impresionantes medidas de seguridad.

Los ojos de mundo están puestos ahora en Turquía, país de poco menos de 800 mil kilómetros cuadrados con más de 70 millones de habitantes y ubicado en una zona geopolíticamente estratégica, pues es la frontera entre Occidente y Oriente. Turquía tiene una historia compleja, multiétnica y multirreligiosa. Cuando se desmoró el imperio otomano en la Primera Guerra Mundial, aún había varios millones de cristianos; hoy son poco menos de 500 mil que constituyen una pequeña minoría cristiana con diferentes expresiones rituales: latina, armenia católica, sirio-católica y caldea, que junto a los ortodoxos griegos forman parte de los rumis (romanos), según se les llama aún recordando que son descendientes del imperio romano de Oriente, donde se quedaron sometidos al dominio turco desde 1453. Tal vez por este motivo, Turquía ha sido un lugar de peregrinaje recurrente de los papas: Paulo VI (1967) y Juan Pablo II (1979).

El motivo inicial del viaje de Benedicto XVI fue entrevistarse con el patriarca de Constantinopla, Bartolomeo I, representante espiritual de los ortodoxos, rama del cristianismo separada hace un milenio. Sin embargo, busca afianzar el diálogo ecuménico y fortalecer a las minorías cristianas amenazadas en el presente momento histórico que ha visto surgir y afirmarse formas de intolerancia religiosa, es decir, el Papa va en apoyo de la comunidad católica de Turquía. Por tal motivo el diálogo con el Islam se vuelve fundamental, ya que constituye la religión mayoritaria en aquel país: 98 por ciento. No obstante, el viaje se ha complicado en extremo; no sólo la conferencia del Papa en Alemania, en septiembre pasado, tensó las relaciones con el Islam, sino que la propia coyuntura política interna de Turquía ha enredado aún más la visita del pontífice.

En efecto, en mayo próximo habrá elecciones y las autoridades turcas están entrampadas. Según los expertos, por un lado quieren mostrar al mundo, en el marco de la gira papal, una Turquía moderna con instituciones democráticas consolidadas que favorezcan su entrada a la Unión Europea, pero, por otro lado, manifestar demasiada condescendencia con el pontífice romano podría tener un alto costo electoral en las próximas elecciones, dadas las ambiciones políticas del actual primer ministro Necmettin Erbakan. De ahí el bajo perfil y la actitud escurridiza de las autoridades frente a la gira pontifical que rayan en la descortesía diplomática.

Otro rasgo importante a observar es el carácter laico del Estado, establecido desde fines de los años 30 por la Constitución turca y reconocido ampliamente 15 años después por las reformas constitucionales. Aquí será interesante observar e interrogarse si la laicidad en el mundo musulmán no es sinónimo de mayor libertad.

En Turquía o en Siria, y aun en Irak bajo Hussein, la laicidad era una política de imposición a veces antirreligiosa, de no religión ni libertad. Así se instaló la percepción en el mundo musulmán de que la laicidad se oponía a la religión. Lo que resulta contrario si observamos a los millones de europeos musulmanes que viven en las sociedades laicas, donde la inmensa mayoría no tiene problemas. Sin duda, y sin menospreciar los objetivos pastorales del viaje, en el centro de la atención mundial se sitúan las relaciones entre el católico pontífice intelectual Joseph Ratzinger y el Islam lastimado. Está en juego la posibilidad del inicio de un diálogo fructífero interreligioso que perfile entendimientos, tolerancias y aceptaciones que vayan más allá de las diferencias.

El fracaso significaría el triunfo de la siniestra tesis del choque de civilizaciones y la reactivación de los duros ultrconservadores tanto islamistas como cristianos renacidos. Por ello el Papa tiene ante sí una delicada misión, y cada palabra, cada gesto, serán mirados bajo la lupa de los más diversos intereses y pasiones.

Es cierto que el Papa carece del carisma y la capacidad histriónica de Juan Pablo II, por ello creemos que se centrará en los contenidos y en los mensajes que emitirá. Ankara, Estambul y Efeso son los tres puntos vitales para la agenda de la visita: diálogo interreligioso con el Islam, unidad de los cristianos y la defensa de la libertad religiosa.

Tras el discurso dirigido a los embajadores de países de mayoría musulmana, después de la crisis de septiembre, Benedicto XVI abonó el terreno para un nuevo diálogo de la Iglesia católica con el Islam, por lo que este viaje será la primera oportunidad de profundizar en los contenidos.

Pensamos que el Papa no abandonará sus posturas sobre la relación entre fe y razón, el rechazo absoluto de la violencia, el respeto a la minorías religiosas en la región, así como el respeto recíproco como base para aumentar la estima y la confianza.

El Papa se sabrá mirado por el mundo y creemos que asumirá una actitud humilde que ayude a romper los chocantes estereotipos del Islam, sinónimo de violencia, terrorismo y amenaza. Esperamos también que ayude a comprender la presencia de musulmanes en Occidente no solamente como un problema, sino como una posible riqueza. A lo que los musulmanes pueden contribuir, si ellos mismos se reconcilian con la profundidad de su mensaje, es sentido ético: en el comportamiento social, del respeto de la naturaleza, del servicio porque, antes que nada, posee un mensaje de espiritualidad plena donde lo esencial es la búsqueda de sentido y la búsqueda de paz. Ojalá este viaje sea una oportunidad e ir más lejos.

 
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