Usted está aquí: miércoles 29 de noviembre de 2006 Cultura Carlos Monsiváis, sucesor de la Academia de Letrán

Javier Aranda Luna

Carlos Monsiváis, sucesor de la Academia de Letrán

Si la forma es fondo, las rosas de plástico Made in China son flores y cualquier soneto, poesía. Las formas importan, claro, pero el fondo, el contenido, es un poco más que eso. La literatura es como las flores de plástico fabricadas en China, coloridas, fáciles de adquirir e inertes. La literatura (con minúscula), como el diente de león que desafía al concreto y crece en cualquier acera. No todos los poemas son poesía. No toda la poesía tiene forma de exámetro, silva, soneto, haikai, verso blanco.

Muchos años, demasiados, diría yo, algunos escritores dedicaron su tiempo a descalificar a aquellos que no practicaban las formas básicas de la literatura. Recuerdo con nitidez las voces de quienes a finales de los años 80 me alertaban: ''Monsiváis y Poniatowska no son escritores, son periodistas. La literatura no es periodismo". Capote, por supuesto, tampoco era escritor. Sólo los que escribían novelas, cuentos, poemas eran escritores aunque su voz fuera inaudible y sus emociones de utilería. Pero cuántos ''escritores formales", o mejor aún, ¿cuántos de los críticos de Poniatowska y Monsiváis habrán de sobrevivir en el ánimo de los lectores?

Esa horda de churumbeles literarios (sonoros y vistosos y reconocibles a lo lejos) que durante años se sintieron El Juicio Final, ¿qué pensarán de la Academia Sueca? Lo pregunto porque hace unos meses un vocero de esa institución mencionó que podrían haberle otorgado el Premio Nobel de Literatura a un periodista: a Ryszard Kapuscinski. Sí, al mismo que considera que sólo las buenas personas pueden hacer periodismo y quien dedicó varios años de su vida para armar esa no novela titulada Ebano, donde palpita la tragedia de los pueblos africanos.

Me gustaría que los jóvenes lectores ya no tuvieran esos prejuicios literarios. Me corrijo: me gustaría que los jóvenes leyeran literatura más que plantillas literarias y no aceptaran que cualquier churumbel que sólo entiende la literatura a partir de sus formas les dijera que un poetastro está más cerca de la poesía que algunas crónicas de Robert Fisk.

Escribo esto para decir, de nuevo, que el periodista Carlos Monsiváis es un gran escritor. Que sus personajes, como ya he escrito en otras ocasiones, son de carne y hueso y sus historias reales. E incluso que algunos de sus personajes son legión, multitud, público, masa o el respetable que se electriza en un concierto o que toma las calles para decirnos ''no", ''basta", ''nunca más sin nosotros".

Una de las ramas más vivas de nuestra tradición literaria arranca con un grupo de escritores periodistas que además de expresarse literariamente quisieron incidir, como críticos, en su sociedad. Me refiero, ya lo habrá adivinado, al círculo que formó la Academia de Letrán, la academia más productiva en nuestra historia literaria y la más barata para el erario. A esa tradición literaria fundada por Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano pertenecen Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco y el propio Carlos Monsiváis.

Monsiváis es el sucesor corregido y aumentado de esa academia. Al tono lapidario de las sentencias de El Nigromante les ha agregado el humor ácido, a la militancia de don Andrés Quintana Roo la ética Quaker de la no violencia, a la trivia escandalosa de Guillermo Prieto, un fichero pletórico de referencias de actores, películas, cómics, amén de las inverosímiles biografías de nuestros políticos.

Un amigo de Carlos me decía que debe ser muy complicado ser Monsiváis. ''Tiene que ser inteligente todo el tiempo, brillante las 24 horas y nunca olvidar nada". Es cierto.

Además, debe dormir poco, redactar todo el tiempo y todo el tiempo corregirse como si estuviera escribiendo y ver todas las películas, incluidas las del Santo, escuchar ópera, himnos luteranos, narcocorridos, saber de memoria los 150 Salmos (Todo lo que respire alabe a Jehová, Aleluya) y los poemas de los principales y no tan principales poetas mexicanos, y diálogos de teatro y canciones infantiles en varios idiomas, e improvisar canciones satíricas sobre nuestros políticos y vivir al menos con una docena de gatos y asistir a todos los cocteles importantes sin beber un solo trago, y coleccionar fotos color sepia o en blanco y negro y libros con polilla y esculturas hechas con cáscaras de pistache, y no perder el juicio y conservar el sentido del humor.

Tal vez por todo eso Kapuscinsky ha escrito que Monsiváis nos ha hecho ver el mundo de otra manera y Octavio Paz nos habló desde hace tiempo del género literario Carlos Monsiváis que tiene un solo expositor y muchísimos lectores. Es un honor que el premio de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara se estrene con un escritor que no necesita de géneros ni marcas registradas ni accesorios para hacer literatura.

 
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