Usted está aquí: viernes 24 de noviembre de 2006 Política Amedrentados, pescadores de playa Bagdad callan ante el delegado Zero

Aquí no pasa nada, se les advirtió un día antes de la llegada de la otra campaña

Amedrentados, pescadores de playa Bagdad callan ante el delegado Zero

Tienda de raya, amenazas de desalojo y un patrón dueño de todo, las condiciones de vida

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Ampliar la imagen Trabajadoras sexuales se reunieron con Marcos en Matamoros. En el encuentro denunciaron abusos del presidente municipal, Baltazar Hinojosa, y de la policía Foto: Víctor Camacho

Bagdad, Tamps. 23 de noviembre. Cerca de su confín nororiental, México termina en playa Bagdad. En una nada de desiertos y playas que se pierden en los pantanos de Texas y el delta donde el río Bravo vacía al Golfo de México sus aguas y el cochinero que le fueron cargando las industrias incontroladas del "desarrollo". Cerca de la esquina donde la larguísima isla del Padre le da la vuelta al aire. También aquí el capital ya planea desarrollos residenciales y turísticos.

Todo es propiedad de un tal Alejandro Gómez: las lanchas, los avíos, las casas, la tienda, las vidas de los pescadores y sus familias. Para él, dicen que dice, "vale más mi equipo que la vida de mis pescadores". Al llegar esta mañana el delegado Zero, la karavana, la prensa y las corporaciones policiacas que vigilan el recorrido de la otra campaña, la gente se encuentra laborando en mar y tierra. Miembros de la otra campaña en Matamoros vocean desde un carro invitándolos a aproximarse.

En el último de los 32 estados del país que ha recorrido, la otra campaña alcanzó hoy el extremo opuesto a las playas de Tijuana. Entre ellas y Bagdad corre nuestra frontera terrible. Pero si bien en algunas partes la "línea" aún ofrece o finge la esperanza del sueño americano, acá de eso no queda ni rastro. Y por primera ocasión en todo este tiempo lo que encontró la otra campaña fue el silencio de la población. Algunos pescadores y sus familias se aproximan, lentos y recelosos. Muchos ni siquiera lo intentan.

Algunos oradores, incluido el delegado Zero, intentan animarlos a tomar el micrófono y hablar de sus problemas. Tanto Marcos como el abogado Luis Alfonso Vargas Silva, quien litiga en Baja California defendiendo colonos y trabajadores y ha participado en buena parte del recorrido, hacen un recuento de las experiencias de pescadores que ha encontrado la otra campaña, desde Joaquín Amaro (Chiapas) e Isla Mujeres (Quintana Roo) hasta Sinaloa y los cucapá del golfo de California. Ni con eso se anima la gente. Reina el temor. Los orejas del cacique están presentes.

Aquí no pasa nada, advertencia

Días antes, los pescadores fueron amenazados. Que ni se les fuera a ocurrir. Aquí, se les advirtió, no pasa nada. Por fin un hombre mayor se anima, y pide apoyo al subcomandante Marcos para que las autoridades abran la laguna vecina y llegue el agua dulce. Eso es todo. Pero no hay energía eléctrica. Pero los trabajadores del mar son mal pagados, y además con cupones que gastan en la tienda, que también pertenece al patrón. Pero no hay escuelas ni un consultorio médico (¿quién dijo clínica?). Pero por estas playas desoladas se mueve el narcotráfico a sus anchas. Pero.

Lo dicho: no pasa nada. Por fin una mujer se arriesga. Sube al palafito de madera que sirve de estrado para el delegado Zero y un modesto equipo de sonido. Se dirige a sus compañeros: "Ustedes saben que el gobierno nos quiere sacar. Que no tenemos agua. Yo no estoy a favor ni en contra de nada, pero éstos que vinieron nos quieren oír. No tenemos nada que perder. Ya sé que tenemos miedo. Pero les propongo que hablen".

En corto, algunos pescadores intercambian comentarios. Un hombre de pelo blanco dice a sus compañeros: "Hace 20 años nos están sacando. Pero ahora sí lo van a hacer. Necesitamos hablar de eso". Los demás niegan con la cabeza. Se limitan a escuchar el peculiar mitin. Otros pescadores asienten imperceptiblemente mientras escuchan al abogado Vargas y el subcomandante Marcos. Liliana, una muchacha que vino de Houston, Texas, para encontrarse con la otra campaña, habla con elocuente ira y porfía en invitar a los pescadores:

"Ustedes tienen miedo. Yo también. Pero piensen en qué va a pasar. Si los echan de aquí, ¿qué van a hacer? ¿Irse al otro lado? ¿Se van a llevar a sus hijos de tres y cuatro años, como me llevaron mis padres? Allá nos tratan de abajo. No somos de allá ni de acá. Al otro lado vamos a sufrir." Les insiste en que se defiendan, que empiecen por hablar. Si dramáticas son sus palabras, más dramático resulta el mutismo de la gente.

Estas playas son el paseo de fin de semana para las familias de Matamoros. Hacia el norte de este poblado de pescadores se encuentran algunas fondas y marisquerías. En el estacionamiento, un Cristóbal Colón fuera de lugar, y al parecer de bronce, levanta su cruz hacia el mar.

Desde el siglo XIX estas costas tamaulipecas han servido para el trasiego de armas. Cuando la Guerra de Secesión, de Estados Unidos, de sur a norte. Cuando la Revolución Mexicana, de norte a sur. Hoy resulta ideal para el paso de drogas, de sur a norte otra vez. Con la corrupción dominante en Matamoros, donde no se sabe realmente quién gobierna (el Estado o las mafias, en caso de que sean diferenciables), Bagdad es un traspatio ideal.

Los pescadores se aferran al silencio. Algunos se atreven a mencionar, en privado, que al que se defiende del omnipresente patrón lo "levantan" y lo llevan a "pasear" para que escarmiente. Que están cansados de trabajar para alguien más, quieren hacerlo para ellos mismos. A una mujer que se atrevió a protestar la echaron. Anhelantes pero desconfiados, los pescadores y sus mujeres escuchan a Marcos, se miran entre sí. Callan. No hay motivo de queja. ¿Libertad? ¿Justicia? No, gracias. Aquí todo es perfecto. Hasta tienda de raya tenemos. Deudas interminables. Quién quiere más.

 
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