Usted está aquí: martes 21 de noviembre de 2006 Economía Pigou o no Pigou

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Pigou o no Pigou

Arthur Pigou, economista británico de principios del siglo XX, se habría estremecido ante la idea de Facebook.com, sitio de Internet para estudiantes. Académico reservado, incómodo en la compañía de las mujeres, seguramente rechazaría relacionarse por Internet y subir su fotografía. ¿Pero qué habría hecho con el Club Pigou que ha surgido en Facebook y le ha dado una popularidad ­inclusive culto­ sin precedentes?

Su aparición en Internet se debe a un economista contemporáneo que se siente en casa en el ciberespacio: Greg Mankiw, de la Universidad Harvard. Durante meses, Mankiw, ex consejero de George Bush, ha estado blogueando en busca de apoyo para establecer "impuestos pigouvianos" a la gasolina, en la creencia de que gravar con un dólar cada galón no sólo proporcionaría 100 mil mdd de ingresos extras a EU, sino también podría reducir el calentamiento global.

Con su Club Pigou, Mankiw ha despertado entusiasmo por un economista cuyas teorías sobre el desempleo sufrieron el ataque de su colega John Maynard Keynes. Seiscientas personas se han registrado en el Club Pigou, en Facebook. En su mayoría estudiantes, se han unido a otros pigouvianos como Larry Summers, Gary Becker y Kenneth Rogoff.

Pigou consideraba que los impuestos eran una manera de combatir los efectos secundarios asociados a ciertas actividades. Se ha usado para justificar tributos sobre cigarrillos, alcohol e inclusive embotellamientos de tránsito. Sus defensores argumentan que podrían usarse para liberar a los estadunidenses de su dependencia de la gasolina, que degrada el ambiente y congestiona el tránsito.

Arbitros "imperfectos"

Pero los gobiernos no son árbitros perfectos, dicen los opositores del Club Pigou. Amparado en el espíritu de Ronald Coase, intelectual adversario de Pigou, un Club No Pigou ha tomado forma en Internet (aunque sólo tiene 59 partidarios hasta ahora). Coase sostenía que el impuesto pigouviano castigaba a productores y consumidores y podría tener otros efectos secundarios indeseables. Las personas deben ser capaces de resolver los efectos secundarios mediante negociaciones, decía. Terence Corcoran, redactor de Financial Post de Canadá, mantiene un blog No Pigou en el que argumenta que tales impuestos son instrumentos desgastados y que los gobiernos no tienen información suficiente sobre ellos para manejarlos bien.

En efecto, Pigou aceptó ese argumento, aunque bastante tarde, así que no está claro lo que habría pensado de la gasolina y el calentamiento global. Una cosa es segura: el huraño amante de la naturaleza habría encontrado que los efectos de la fama en Internet deben, por supuesto, causar impuestos.

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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