Usted está aquí: domingo 19 de noviembre de 2006 Cultura "Villa me vino persiguiendo durante muchos años": Paco Ignacio Taibo II

Descreo del mundo académico, porque "encubre el fraude institucional", señala

"Villa me vino persiguiendo durante muchos años": Paco Ignacio Taibo II

"La derecha está militando al hacer su propia revisión de la historia de México"

Si el líder hubiera puesto en la Presidencia a Felipe Angeles este país sería otro

LUIS HERNANDEZ NAVARRO

Ampliar la imagen Esta fotografía se atribuye a John Davison, fotógrafo de la Mutual, y se publicó después del triunfo en Ojinaga, en 1913

Ampliar la imagen El general Felipe Angeles, a quien Villa pensaba apoyar para llegar a la Presidencia

Ampliar la imagen Además de contar con una fuerza aérea de tres aviones, Pancho Villa recibió la oferta de Enrique Llorente para adquirir un submarino, a un costo de 340 mil pesos, pero faltaba dinero para continuar la lucha y derrotar a las fuerzas de Alvaro Obregón. Santos Chocano le propuso comprar un destructor y un cañonero

Ampliar la imagen Villa es el único que ha invadido Estados Unidos. Derrotado por Obregón en Celaya, decidió atacar Columbus. En respuesta, el gobierno estadunidense aprobó que una fuerza militar ingresara a México para perseguirlo. Mientras lo buscaban, Villa se ocultó, herido en una pierna, dentro de una cueva

Paco Ignacio Taibo II, historiador y novelista, acaba de publicar Pancho Villa: una biografía narrativa en la editorial Planeta. El libro se volvió un bestseller. Durante las primeras tres semanas vendió más de 70 mil ejemplares.

¿Qué tiene Pancho Villa que suscita hoy en día tanto interés? ¿Qué fuerza posee la pluma de Taibo II para atraer tantos lectores? En entrevista exclusiva con La Jornada, el también biógrafo del Che, ofrece una respuesta: Villa representa el reto al poder, vivo en nuestro pueblo bajo la forma de una revuelta subterránea. En el nunca olvidado "¡Viva Villa, cabrones!" hay una amenaza latente: "si le siguen tocando los tompiates al pueblo de este país nos vamos a levantar y les vamos a dar en la madre".

Polémico, Taibo II debate contra la pretensión conservadora de rehacer la historia de México, y reivindica una revisión historiográfica desde la izquierda y el movimiento social. Es, dice, una batalla más del "Mexicanos al grito de guerra" en el terreno del combate de las ideas.

A continuación, la versión completa de la entrevista.

­¿Por qué ahora una biografía de Villa? ¿Es su manera de saldar cuentas con la Revolución Mexicana de 1910-17?

­Sí, son varias cosas. Por un lado, la vinculación de Paco Ignacio Taibo a una corriente subterránea que está recorriendo este país, que tiene que ver con revisar el pasado para relanzar el presente. Al mismo tiempo es responder al reto de un personaje que resulta tan atractivo desde el punto de vista literario, y al que no puedes tratar con las armas de la literatura sino con la sobriedad de la biografía.

"Por último, está su pinche carisma. Villa me ha venido persiguiendo durante muchísimos años. Durante ese tiempo conté una pequeña historia aquí, narré una anécdota allá, pero el miedo me impedía escribir una historia como ésta. Desde que escribí la biografía del Che ya sabía lo que era hacer una biografía de un personaje tan complejo y tan rico. Sabía que me iba a encontrar con el pantano, como me lo encontré, y que le iba a tener que dedicar muchos años de mi vida para salir de él. De hecho me tomó cuatro años terminar el libro, desde que empecé a trabajar la biografía como tal hasta que lo entregué a la editorial.

"Cuando empecé me di cuenta de que tenía que perderle el miedo, que Villa estaba sin contar desde una perspectiva como en la que yo quería contarlo; que el personaje, a fuerza de tantas historias acumuladas, tantos mitos, tantas leyendas negras, tanta historia oficial, se había perdido. Había un cúmulo de información contradictoria sobre él, de leyendas confrontadas, de anécdotas sueltas, de folclor, que no amarraban la historia del personaje. Fue así como tuve la seguridad para clavarme en el experimento y meterme en esta historia tan peculiar."

Una parte muy importante de la historiografía mexicana ha sido escrita por extranjeros. Allí está el libro de Ralph Roeder sobre Benito Juárez, las obras sobre la Revolución Mexicana y sus personajes de Friedrich Katz, John Womack y Alan Knight ­con quien polemizas en tu libro virulentamente­ ¿Es su texto una reivindicación de la historia de México hecha por mexicanos?

­Nunca lo había pensado así, pero evidentemente sí, hay que contar desde adentro. Y mira que le tengo un enorme cariño y respeto a Katz. No es la extranjería la que te da distancia, es la superficialidad o el conservadurismo. Me disgusta la versión de la Batalla de Puente de Calderón de Jean Meyer, no porque sea extranjero, sino porque es reaccionario. Me preocupa Womack por la frivolidad con la que asienta algunas tesis. No es un problema de extranjería sino de responsabilidad al asumir la redacción de un texto a profundidad. El libro de Katz me gustó mucho. Le hice un reconocimiento explícito, así como a otros autores mexicanos a los que acabé queriendo un montón. Está, por ejemplo, un maravilloso trabajo de Jorge Aguilar Mora que ha pasado desapercibido, y que cito frecuentemente. Es una de las obras más imaginativas sobre la Revolución Mexicana: Mexicanos al grito de guerra. Yo andaba muy caliente.

­Lo dice en su texto: no es un académico profesional. No tiene becas, ni ayudantes, ni chalanes, pero su producción historiográfica es vasta, y, a diferencia de otras, se lee. ¿Es el libro su venganza contra quienes provienen de una formación escolarizada rígida?

­No, es mi llamado de alerta. El mundo académico mexicano encubre un fraude institucional. En el centro está la lógica de que somos historiadores profesionales que forman historiadores para que formen historiadores. Una lógica que ha pervertido el oficio y que evade uno de los problemas centrales definidos en las universidades de este país después de los años 20: una de las funciones sustantivas de la universidad es la divulgación. Divulgar significa proporcionarnos a nosotros, que somos el vulgo, o sea, las amplias mayorías de este país, lo que los investigadores investigan. La academia no lo hace porque sus integrantes entran en un circuito de obtener puntos, de publicar artículos en revistas que nadie lee pero donde hacen carrera, de involucrarse en debates internos sobre asuntos absolutamente secundarios.

"Mira: en un momento en el que este país está clamando por revisar su historia, está de moda la microhistoria. No puedes encontrar una buena historia de la Guerra de Texas. No puedes encontrar una buena historia de la guerra de 1847. Ni siquiera puedes encontrar una buena historia de la Independencia. Los grandes temas nacionales tratados a profundidad y con originalidad están abandonados.

"Se necesitan libros para divulgar y no sólo para demostrar que estudiaste el tema y que manejas las fuentes. Libros para contar esas fuentes a los ciudadanos que no las van a manejar ni van a ir a los archivos. Hoy, las universidades mexicanas que enseñan historia tienen tres cursos de paleografía y no tienen un solo curso de narrativa.

"Pero además de eso, los centros de investigación están repletos de trabajo esclavo. Ponen a los alumnos a investigar en lugar de investigar ellos directamente. Eso tiene consecuencias obvias: un investigador que trabaja por encargo un tema que no le interesa no sabe qué investigar, no sabe qué es sustantivo y qué no lo es. No se va a enterar de la nota esencial cuando pasa por encima de ella en un periódico. Las investigaciones que se producen están repletas de trampa académica, de trabajito de superficie. No van a los archivos, no ahondan en las fuentes directas, no interrelacionan. Por supuesto, han habido sanísimas excepciones en los pasados 50 años, pero, en general, el panorama es de inmensa pobreza."

Historia light

­¿Es la biografía de Pancho Villa un intento de enfrentar a quienes han emprendido esta acometida para construir una visión light de la historia de México?

­Sí, evidentemente. Pero yo diría que no sólo se trata de una visión light. Es cierto, hay una tentación light, pero hay otra todavía peor: la absolutamente conservadora. Hoy, el personaje éste que se atribuye la Presidencia de la República, Felipe Calderón, habla sobre Morelos con un maravilloso desconocimiento de causa. Si reviviera y escuchara Morelos se muere de un paro cardiaco. Paralelamente, Catón, editorialista y personero de la derecha, hace la antiversión de Juárez, en su libro sobre él y Maximiliano. Hay una biografía de Villalpando sobre Calleja, reivindicativa de su figura. O sea, la derecha está militando al hacer la revisión de la historia de México.

Y no soy sólo yo quien se opone. Somos muchos los que estamos en esta revisión de la historia desde la izquierda, desde el movimiento social. El otro día estábamos sentados en una mesa sobre Villa, Katz, Pedro Salmerón y yo. Y no estaba en la mesa, porque no estábamos en Chihuahua, gente como Jesús Vargas. Hemos estado haciendo una revisión del villismo desde abajo, desde las fuentes originales, absolutamente crítica de la historia blanda

"El debate está abierto. El fenómeno está en marcha. Somos muchos los que estamos comprometidos con esta historia. Queremos una versión de la historia crítica, discutida, sin fantasmas, sin veleidades apologéticas, sin mitificaciones, sin demagogia, sin censura.

­Bertolt Brecht decía que los libros se hacen con muchos otros libros. En la manufactura de su texto parece haber influencia de Hans Magnus Enzensberger y El corto verano de la anarquía; de Norman Mailer y Los ejércitos de la noche; de Riszard Kapuscinski y El emperador, de todos aquellos que han mezclado la novela con la historia.

­En general lo que hay es un culto a las heterodoxias en las que me he formado. Y a esta larga lista de maestros añadiría a Abel Paz y su biografía de Buenaventura Durruti. Me dejó sorprendido cuando la leí.

"A la hora de escribir el Villa había que tomar decisiones. La primera era no censurar nada. Por tanto, explorar las vertientes de la leyenda oficial, ver si tenía o no sustento. Y lo que encontré, que me pareció que tenía sustento, está allí contado.

La segunda intención era no ficciones, no permitirme ni un milímetro de fantasía. El personaje contiene tantísimos elementos literarios que la ficción introducida en el libro lo debilita.

La tercera obsesión era investigar la minucia y no sólo el gran hecho. En la minucia están las claves. Así que, cada vez que había una zona de sombra en el villismo, me iba de cabeza y me concentraba en las fuentes para tratar de encontrar las lógicas del proceso. Ver planos, observar mapas, ir al lugar de los hechos. Así fui desechando un montón de cosas.

"La cuarta intención consistió en que cuando descubría que algo era mentira no lo desechaba, pues a lo mejor esa mentira tenía una lógica que convenía al libro. Esto significó tomar las leyendas villistas e incorporalas a la historia. Villa no sólo es el hecho, sino todo lo que se ha contado sobre él. Era importante que el libro incorporara las versiones falsas, como versiones falsas. Con esas cuatro armas me fui a la investigación y traté de que fuera minuciosa, exhaustiva."

­Comienza el libro contando cómo el personaje duerme, los sombreros que usa, sus métodos de lucha, las mujeres que tuvo, ¿hay en esta forma de narrar una teoría de la historia y de cómo escribirla?

­Lo que me estás preguntando tiene veneno. Me preguntas dónde estoy hoy después de tantos años de autocríticas.

"Estoy con el Engels que dijo ­siguiendo a los budistas­ que la realidad está en un grano de arena porque contiene al universo. No he renunciado a muchos elementos que me dejó el marxismo. Al contrario, tiendo a buscar explicaciones sociales, de clase. Pero me niego a inventar tres clases y luego agarrar un calzador y ponerlas dentro de la invención. El villismo te obliga a hacer neosociologismo, a hacer la descripción de una clase antes de ponerle nombre.

"¿Qué eran las villistas? Cualquier respuesta simple no sirve. Encontré que el cuadro villista es desarraigado, no tiene raíces locales. Fue un superempleado, tuvo 30 oficios a lo largo de su vida. No tiene arraigo campesino a la tierra, sino regional. Fue peón de hacienda, arriero, minero, albañil, carnicero, bandolero. Este personaje, que construye el corazón del villismo, hay que describirlo en términos de clase como una especie de proletariado errabundo, sin arraigo a la fábrica ni al campo. Tiene vivencia proletaria, no de poseedor, pero no tiene vivencia fabril ni campesina.

"Se trata de hacer una mezcla de resabios del marxismo, que te sirven para explicar la realidad con sentido literario. La literatura te dice: nunca construyas un personaje secundario más hasta que tengas los anteriores. No metas en escena a 36 cuates tomados de la mano. Créalos, constrúyelos para que el lector pueda ubicar, vivir, valorar, analizar. Se trata de usar las llaves de la literatura para escribir la historia. No me olvido que la historia es un arte narrativo.

"Hay que evitar el culto al documento. Me enfrenté a lo largo del libro con decenas de cultivadores de documentos. Los documentos mienten con tanta alegría como los narradores orales. Si tú sigues la Batalla de Torreón por la prensa de la ciudad de México, para lo único que te sirve es para saber las fechas en que sucedió, y ni bien... pues según la prensa capitalina esa batalla la ganaron las tropas de Victoriano Huerta tres veces. Se miente con tanta alegría en la palabra impresa como en el testimonio oral. Esto lleva a donde quería llegar: hay que poner en la mesa el sentido común."

­Hace unos días, Hugo Chávez se declaró villista, dijo que le habría gustado ser un soldado de las filas del divisionario que invadió Columbus. Hoy día casi nadie se reivindica como carrancista o como obregonista, o lo hacen a escondidas. ¿Qué tiene Villa que lo convierte en un personaje tan atractivo?

­Bueno, Héctor Aguilar Camín lo hace... Fui a presentar el libro a Lerdo, Durango, y allí me dicen: ve a platicar con esa señora que hace gorditas. Fui y le dije: 'Seño, soy Paco Taibo, el autor de la biografía de Villa y vengo a hablar con usted'. Ella me respondió: 'Qué gusto joven. Qué bien. Sí, porque nosotros convocamos seguido a Pancho Villa'.

Miré las gorditas que eran un producto terrenal, la miré a ella y me dije: '¿qué pedo?' La señora me insistió: 'Sí, lo convocamos todas las semanas y sí cura. Hay otros que convocamos y no vienen. Madero no viene pero Villa sí'.

"Salí de allí inquieto, viendo sombras detrás de mi espalda y confirmando lo que había visto antes, cuando pasó un camión con un letrero en la salpicadera que decía: ¡Viva Villa, cabrones! Ojo: se dice junto. En el ¡Viva Villa! hay un reto: la revuelta está subterránea. Pero, sobre todo, hay una amenaza: el ¡Viva Villa! es amenazante. Lo que dice es: 'si le siguen tocando los tompiates al pueblo de este país nos vamos a levantar y les vamos a dar en la madre'. Esa amenaza está por todos los lados. Es potente.

"¿Por qué despierta este llamado visceral? Porque es el reto al poder, la terquedad. Durante cuatro años Villa fue guerrillero con la guerra perdida y nunca reconoce que se rinde. ¿Por qué lo matan? Por el pánico que tenían a que se aliara a De la Huerta. Esa es la amenaza implícita de Villa. Es el furor popular, con todo y grandes dosis de arbitrariedad. Aprende a leer básicamente en la cárcel ¿y qué lee? Los tres mosqueteros.¿Qué le gusta? Pues las malteadas de fresa, las palanquetas de cacahuate y los espárragos de lata.

La salvación de Villa

­¿Qué fue para Villa la Revolución?

­Su salvación. Villa era un bandolero que hubiera muerto con un tiro en la espalda, en cualquier esquina, en cualquier momento. Y la Revolución lo tomó en los brazos, lo dignificó, le dio sentido a su vida, le dio un proyecto, le dio un lugar, le permitió que expresara lo mejor que tenía. El maderismo salvó a Villa y luego él intentó salvar al maderismo. No pudo, pero ajustició a los verdugos de Madero. Y luego hizo una revolución cuyo destino era la reivindicación de los parias de este país.

"En la etapa maderista no tenía ni la más remota idea de lo que hacía. Era un humilde soldado de un Madero dispuesto a morir por lo que piensa. Eso a Villa lo mataba. La fidelidad era esencial. Sabía que la vida dependía de cumplir la palabra que dabas. Madero estaba dispuesto a cumplirla y eso lo cautivó.

"La autoconsciencia la adquiere más tarde, durante la primera campaña de Chihuahua contra Huerta. Hace la suma y concluye: 'el viejo sistema vuelve. Va pasando por las haciendas' nacionalizando, despojando, fusilando a los capataces, expropiando vacas por todos lados.

"El proyecto de transformación social profundo había que dejárselo a los licenciados ilustrados. Quería derrocar a las fuerzas negras. Sólo en la derrota comienza a concebir un plan de gobierno. Ahí es cuando dice: 'al que cometa fraude electoral, pena de muerte'. Comienza a desarrollar un proyecto de nación en chiquito en Canutillo. Su modelo es una especie de colonia militar medio socialista.

"A Villa lo derrotaron militarmente, si no, habría colocado en la Presidencia de la República al general Felipe Angeles. Y este país habría sido absolutamente diferente. El villismo no se niega a tomar el poder, pero Villa no se asume como una figura directora de una nación y cede el espacio a aquellos que piensa están más capacitados para hacerlo.

­¿Qué reivindicar hoy del villisimo?

­Varias cosas. Recuperar la figura de Villa en términos emocionales, míticos, éticos. Recuperar la historia del personaje para evitar esta construcción de héroes totales. Tenemos que educarnos en el matiz. Queremos héroes de carne y hueso a los que hablarles de tú y diferir de ellos. Por último, el Villa que retorna es el del pueblo agraviado. El fantasma vuelve a cabalgar.

 
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