Usted está aquí: jueves 16 de noviembre de 2006 Mundo Nuestra revolución, un hecho autóctono, no de importación

Entrevista a RICARDO ALARCON, PRESIDENTE DE LA ASAMBLEA DEL PODER POPULAR DE CUBA

Nuestra revolución, un hecho autóctono, no de importación

"En bancarrota, el capitalismo agresivo del modelo neoliberal"

"La situación actual de América Latina es superior a la que enfrentaron los bolcheviques. No quiero decir que vayamos a repetir Moncadas ni Sierras Maestras. Ya no se trata de copiar. En Cuba hemos tenido la suerte de que nuestro Lenin ha durado todo este medio siglo"

JOSE STEINSLEGER

Ampliar la imagen Fotografía de archivo del presidente del Parlamento cubano Foto: Carlos Cisneros

Oviedo, Asturias. Inmerso en el huracán de una historia que empezó mucho antes de aquel 25 de noviembre de 1956 (cuando en Tuxpan, Veracruz, abordó el Granma en pos de un sueño), Fidel Castro no sólo pudo vencer y convencer "con la razón y el derecho en la lucha", al decir de Unamuno. De su vocabulario eliminó la palabra "imposible" y durante medio siglo timoneó el rumbo estratégico de un paradigma social.

A izquierda y derecha del arco ideológico urge la confirmación de hipótesis y prejuicios: ¿Qué se impondrá? ¿El pueblo consciente que sostiene la revolución o los golpes de la providencia? Ricardo Alarcón de Quesada (La Habana, 1937) no estuvo entre los 82 expedicionarios del Granma, sino entre los jóvenes del Movimiento 26 de Julio que los apoyaban.

Ex embajador de Cuba ante Naciones Unidas, canciller y presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Alarcón es partidario de la "parlamentarización de la sociedad" (clásica idea del jurista alemán Hans Kelsen) y en el mundo se ha ganado el respeto de sus enemigos, raro privilegio entre los hombres de pensamiento y acción.

En esta pequeña ciudad donde Leopoldo Alas (Clarín) escribió La Regenta (1885), sátira que ridiculiza la mezquindad provinciana y la incultura de los pretendidamente cultos e incapaces de decir algo sensato al exponer sus ideas liberales o conservadoras, Alarcón dijo a La Jornada:

­Yo creo que en América Latina es posible construir alianzas, coincidencias. Hay intereses que coinciden en limitar la capacidad de injerencia del imperialismo estadunidense. Hay que erradicar el patrón de modelo que nos dificulta construir las coincidencias. El llamado Consenso de Washington, que aún pervive, sería punto de exclusión.

Y mientras rubrica su libro Cuba y la lucha por la democracia, preguntamos: Usted dice que Fidel tiene un defecto: no sabe descansar. ¿Es defecto de todos los cubanos?

Alarcón ríe: "Yo no diría eso. Fidel Castro lleva encima el sentido misionero del compromiso".

­¿Y luego?

­La gente habla mucho de lo que pasaría el día en que muera Fidel y concentra todos los esfuerzos alrededor de este hecho. Pero olvidan... no. Olvidan, no. La CIA estuvo muy consciente y por esto intentó matarlo en más de 600 ocasiones. Si Fidel muere al principio de la revolución, ahí sí que Cuba quedaba expuesta a riesgos terribles. Pero a diferencia de Lenin, quien murió temprano, Fidel forjó varias generaciones de líderes capaces de dirigir la revolución con ideas y estilos novedosos.

­Hace un año, en la Universidad de La Habana, Fidel dijo "nada es irreversible..." ¿Un disparo en medio del concierto?

­La reflexión interna no se ha detenido. La idea central de Fidel es que la revolución y el socialismo son inevitables pero ajenos a supuestas leyes históricas.

­¿Y usted qué piensa?

­De muchacho pensaba que iba a ver la revolución mundial y después nos íbamos a tomar un trago. Pero cuando llegas a cierta edad empiezas a dar importancia mayor al mundo que vendrá. La caída de la Unión Soviética y compañía actualizó esta sensación con dramatismo. Los capitalistas más cerriles y las izquierdas suponían que la URSS sería un estado socialista, o de capitalismo for ever.

Democracia en revolución

­¿Cómo corrigieron el rumbo?

­Nuestra revolución fue un hecho autóctono, no de importación. Así es que retomamos la segunda Declaración de La Habana (1962): "el deber de todo revolucionario es hacer la revolución..." Hacer significa crear. Igual, el que hace algo lo puede deshacer. Este problema es real y distinto a la bobería de la transición, sucesión y otros términos simplones que emplean los medios. Se trata del viejo debate entre los marxistas: ¿cómo llevar adelante una revolución socialista que implica la profundización constante y un contexto externo favorable?

­¿El contexto externo es favorable a la revolución cubana?

­La situación actual de América Latina es incomparablemente superior a la que en su época enfrentaron los bolcheviques. No quiero decir que vayamos a repetir Moncadas ni Sierras Maestras. Ya no se trata de esto, de copiar. En Cuba hemos tenido la suerte de que nuestro Lenin ha durado todo este medio siglo.

­¿La revolución se salva por Lenin o por José Martí?

­Fidel estudió a fondo la historia de Cuba, la experiencia revolucionaria cubana, y encontró sus raíces. Su discurso del Centenario (1968) resume muy bien "esta vaina". La tesis de que en Cuba hubo una sola revolución, cuando Martí era un niño. Por esto tiene más fuerza. Martí fue capaz de articular, de dar una interpretación. Cuando era muy joven unió dos generaciones y tuvo autoridad moral y política sobre los viejos combatientes de 1868. Hay que imaginarse cómo veían esos veteranos a un muchacho que trataba de darle una doctrina a un movimiento en el que él no había participado.

­¿Qué peso real atribuye usted a los cubano-estadunidenses de la Florida en el gobierno de George W. Bush?

­Las acciones de Bush carecen de lógica. Esa suerte de superagencia para perseguir los viajes a Cuba está dirigida contra los cubano-estadunidenses que son votantes. Es absurdo pensar que estas acciones se realizan para conseguir más votos. La política no sólo es de Miami. En todo Estados Unidos predomina una visión electorera. Es la primera administración, en mucho tiempo, en la que hay un perfecto maridaje entre los grupos más radicales de Miami y la derecha norteamericana. Fíjate la cantidad de cubanos que ocupan cargos a nivel federal. Con excepción de algunos hispanos de origen mexicano, es como si los únicos latinos fuesen los cubanos. Hasta el secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, quien fue ejecutivo de la Coca-Cola en México, es cubano.

Fin del bushismo

­En Estados Unidos hay voces de izquierda que rechazan la idea de que el imperialismo está en crisis.

­Estados Unidos carece del empuje que tenía al fin de la Segunda Guerra Mundial. En 1989, en cierto sentido, sale vencedor ante la URSS. Pero surge una situación nueva: la pérdida de su hegemonía en Occidente, canalizada económicamente con el Plan Marshall, la sombrilla nuclear, la guerra fría, etcétera. Y en Latinoamérica, el capitalismo crudo y agresivo del modelo neoliberal está en bancarrota.

­¿Cómo cree usted que incide la política interna de Estados Unidos en sus relaciones con América Latina?

­En primer lugar, no creo que haya más bushismo. Se les va a hacer difícil continuar más allá de 2008. Hay una desproporción entre quienes siguen repitiendo el discurso de Fukuyama de los años 90 (fin de la historia, del socialismo, etcétera) y la situación actual. El momento es de transición. Washington no sabe qué hacer en Irak. De modo francamente estúpido, los neoconservadores creían que era posible revertir la historia y concentraron su estrategia en el Gran Medio Oriente. Pero en el momento en que el muro de Berlín cayó y proclamaron la victoria del capitalismo, estalló el caracazo. Los neocon fueron incapaces de imaginar que sus puntos débiles estaban en América Latina, algo que tampoco veían muchas fuerzas de izquierda.

­¿Podría Washington dar un viraje agresivo sobre América Latina si se repliega de Asia central?

­El riesgo existe y confío que no. Riesgo, inclusive, que puede ser peor al de otras épocas. La guerra de Irak prueba de que una cosa es derrotar a un país y otra gobernarlo. No obstante, en el plano de la cultura, de las ideas, de la ideología Washington conserva su hegemonía, y no se puede decir que esté en declive en Europa.

­Distintos gobiernos de América Latina tratan de escapar de la órbita estadunidense. En la cumbre de Mar del Plata el ALCA fue derrotado. ¿Cómo sigue la historia?

­Podemos ser optimistas en la medida que haya más gobiernos con sensibilidad popular y políticos de raigambre popular verdadera que sustituyan a los gerentes de las corporaciones transnacionales en el poder. No todos responderán igual. El punto fuerte de Estados Unidos radica en su capacidad de influir, de engañar, de confundir, de falsear los términos del debate. En muchos países latinoamericanos, inclusive en los que gobiernan fuerzas progresistas, lo que impera es el neoliberalismo. Pero si nos creyésemos el cuento de la invulnerabilidad y la omnipotencia estadunidense estaríamos perdidos.

­En los próximos días México tendrá dos presidentes. Uno asumirá el 20 de noviembre y el otro el primero de diciembre. ¿Cómo piensa usted que el hecho influirá en las relaciones Cuba-México?

­Una situación insólita. No recuerdo otro caso precedente. Mi problema es que cualquier cosa que diga se puede tomar como una versión oficial de mi gobierno. Algo tendrá que ocurrir. Durante muchos años México fue un caso de excepcional estabilidad política. Será difícil que pasen seis años con dos presidentes. Tiene que ocurrir algo y ese algo dependerá en mucho de la lucha de los movimientos sociales.

 
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